La desgracia que ha tenido que soportar el pueblo para desfasar al capitalismo salvaje

Nuestra historia, la historia Patria, está marcada por grandes batallas.

Con la llegada de Cristóbal Colón, en fecha 12 de octubre de 1492, se da inicio a las guerras intestinales que nos persiguieron a lo largo de la historia.

NuestraAmérica fue sometida por los colonizadores, y las generaciones durante varios años se sucedieron prácticamente mudas.

Nuestros indígenas vivían sin memorias, sin otro antecedente que el ultraje hecho a la libertad del mal llamado "Nuevo Mundo" y las huellas de unos conquistadores estampadas en la cerviz de un pueblo.

Nuestra historia apenas era un libro blanco. En estos escenarios de dominio y desprecio surgieron las páginas de la historia de en el que se ofrecería el balance y el sacrificio de la epopeya indigenista y la de nuestros próceres independentistas.

A la luz de estos bárbaros acontecimientos este pueblo, incipiente, tímido, nutrido con el funesto pan de la ignominia, sometido como si fuera un rebaño de ovejas, con cuerpo pero sin alma, víctima de los conquistadores y más tarde al fuego del despotismo colonial, sucedió que aquel pueblo de excluidos progresivamente pasó a convertirse en un pueblo de héroes y heroínas.

Una idea lo inflamó para siempre:

La emancipación lo embriago y tras ello el anhelo de convertirse en un gigante con una sola aspiración: la libertad.

Sobre 200 mil cadáveres Venezuela levantó su bandera victoriosa y la República esclarecida en el martirio se irguió bautizada con la sangre del pueblo.

Hoy en los pueblos de América Latina hay un creciente desarrollo de la conciencia sobre la necesidad de un cambio, de levantarse contra la opresión del imperialismo, de rebelarse contra las políticas económicas del capitalismo salvaje, de defender la soberanía y su autodeterminación.

Existe un proceso de desarrollo de la unidad de las organizaciones populares y de los partidos de izquierda, que están sintiendo como una necesidad urgente desarrollar la más amplia unidad para enfrentar a sus enemigos comunes.

Importantes sectores de los pueblos ven con simpatía y como una alternativa, a las organizaciones políticas de izquierda.

Hoy el otrora oprimido no da tregua, no se rinde, al igual que el Cacique Guaicaipuro que prefirió morir bajo las llamas en su choza, antes que entregarse o capitular con el colonizador. Así se ha mantenido nuestro pueblo, siempre en pie de lucha, por la dignidad y la vida.

El esfuerzo emprendido por el hombre y las mujeres desde el alba de la historia de la humanidad, revela la asidua, permanente y constante lucha por alcanzar sus derechos. Esa larga marcha de los pueblos del mundo hacia su plena libertad continúa siendo un proceso. Las páginas de esta novela, cuyo protagonista es el género humano, todavía deja ver como hay un desconocimiento y menosprecio por los derechos humanos, lo cual convierte al hombre como pieza de un tejado expuesto a la intemperie y a todo tipo de vicisitudes. El día a día ofrece situaciones de crueldad, abusos y barbarie ante los ojos de los pueblos.

El anhelo y la aspiración del hombre es el advenimiento de formas de vida en el que liberados del miedo y de la miseria, se pueda disfrutar de libertades plenas.

Una definición de los derechos humanos envuelve que el género humano es lo más importante para el hombre mismo, por tanto, esa definición debe enmarcarse en un principio que debe ser el primogénito de todos los derechos: el derecho a la vida.

Desde esa perspectiva, afirmamos que Venezuela, según la Constitución Bolivariana se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político, son imperativos constitucionales que debe suplir el Estado, como fines esenciales.

Sobre la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo, para alcanzar dichos principios el Estado ha estipulado la promoción de la educación y el trabajo.

La doctrina en materia de Derechos Humanos, coinciden en afirmar que el concepto de Derechos Fundamentales se corresponde con la afirmación de la dignidad de la persona frente al Estado. El Poder Público debe ejercerse al servicio del ser humano, pues debe privar el respeto y garantía consagrada como obligatoria para los órganos del Poder Público Nacional la vigencia y aplicación de los Derechos Humanos. En consecuencia, el Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los Derechos Humanos.

A lo que se agrega, el cumplimiento por parte del Estado de los Tratados, Pactos y Convenciones sobre Derechos Humanos ratificados por Venezuela, los cuales tienen jerarquía constitucional y prevalecen en el orden interno y son de aplicación directa por los Tribunales y demás órganos del Poder Público. En consecuencia, el Poder Público, el cual se distribuye entre el Poder Municipal, el Poder Estadal y el Poder Nacional, donde el Poder Público Nacional, a su vez se divide en Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral, su ejercicio, o el ejercicio de estos poderes, no puede ser empleado lícitamente para ofender atributos inherentes a la persona y deben ser vehículo para que la ciudadanía pueda vivir en este pueblo llamado Venezuela en paz y en condiciones cónsonas con la dignidad humana. De ahí que el Estado Venezolano esté obligado a satisfacer las necesidades fundamentales del pueblo venezolano.

El Libertador y Padre de la Patria, Simón Bolívar, quien ofrendó su vida y sus más ínclitos valores, por la noble causa de la libertad y la independencia de América, un hombre con una pasión y un amor hacia su prójimo, pronunció en el año 1805 un juramento que cumplió a cabalidad contra el opresor de la América. El Libertador es un testimonio ejemplar y de su lucha emprendida a favor de los derechos humanos de los pueblos de NuestraAmérica.

Bolivar, dijo:

"Juro por el Dios de mis padres; juro por ellos, juro por mi honor, juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español; más tarde sentenciaría: Jesús, que fue la luz de la tierra, no quiso dignidades ni coronas en el mundo: él llamaba a los hombres hermanos, les enseño la igualdad, les predicó las virtudes civiles más republicanas y les mandó a ser libres, porque les amonestó que debían ser perfecto".

Esto lo dijo un hombre que luchó simultáneamente con la pluma y con las armas, en una época en la que se era digno o indigno, pues los principios de estos hombres no aceptaban términos medios.

Aunque suene paradójico, nunca como ahora han coexistido tantas normas encargadas de proteger la dignidad humana, sin embargo, nunca como ahora desde la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos hasta este ocaso se han registrado tantas y tan atroces violaciones de las garantías fundamentales.

Reafirmar que la democracia es el sistema político más eficiente y más humanos, que garantiza a plenitud el cumplimiento de los derechos del hombre, impone interrogantes, pues la transformación del sistema político no sólo asigna la búsqueda de una democracia participativa y protagonica, sino también la consolidación de una democracia económica y social al servicio del pueblo.

Lo que se reclama es que se pongan en práctica los derechos universalmente consagrado a favor del género humano, que de una vez por todas se respeten efectivamente sus derechos.

Aunque es apreciable cómo en lo más hondo de la conciencia humana está cobrando una inusitada fuerza, está en marcha la aurora de un proceso profundamente consciente, el crecimiento maravilloso de un pensamiento que asegurará la oportunidad de luchar en mejores condiciones que nunca, con las únicas armas del intelecto, por una vida en la que el hombre, la mujer, los ancianos, los discapacitados, los niños, niñas y adolescentes, en fin el género humano sin exclusiones, sienta la esencia de vivir a plenitud y en toda su dimensión humana, sin opresión ni opresores, libre de apremios, bajo el amparo de la justicia y la paz.

Nadie puede arrogarse la titularidad de la luz del día ni la oscuridad de la noche ni del aire que respiramos ni de la fe ni de la esperanza ni de las ilusiones ni las ideas ni los sueños y del amor.

El Preámbulo de la Constitución nos recuerda que hay que luchar por el imperio de la Ley para esta y las futuras generaciones. De otro lado hay erradicar para siempre todo aquello que revele una aptitud prepotente en los servidores públicos, que muchas veces creen que conceden dádivas o favores a los particulares, quienes a su vez, no tienen derechos ni como reclamar las malas actuaciones de los funcionarios y son aplastados por la administración estatal.

El artículo 130 del Texto Fundamental dice:

"Los venezolanos y venezolanas tienen el deber de honrar y defender a la patria, sus símbolos, valores culturales, resguardar y proteger la soberanía, la nacionalidad, la integridad territorial, la autodeterminación y los intereses de la Nación".

Pero, además, el artículo 132 de la Carta Magna tipifica:

"Toda persona tiene el deber de cumplir sus responsabilidades sociales y participar solidariamente en la vida política, civil y comunitaria del país, promoviendo defendiendo los derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y de la paz social".

Entre tanto, el artículo 2º de la Constitución, asienta:

"Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político".

Estas normas constitucionales, que parecieran preceptos Bíblico, nos obligan más aún a luchar por la Patria de Bolívar, para enaltecer, denunciar, educar, informar, pero por sobre todo realzar los valores constitucionales, por tanto, hay que estar a la vanguardia de la defensa de los derechos e intereses de los excluidos que subyacen en los barrios y en la comunidades.

Ciertamente, estamos inmersos en un mundo en el que no existe ni el amor ni el odio sin que tenga una causa. El auténtico amor a la humanidad nacerá únicamente cuando las distinciones de clases hayan sido eliminadas. Esa predica del amor hacia nuestros semejantes nadie la práctica ni siquiera por los muchos hombres conocidos por sabios, y todo porque es impracticable en una sociedad clasista.

Asistimos a una nueva era política revolucionaria, la cual se diferencia entre una política vieja y otra política nueva, donde lo que es nuevo en este periodo histórico se torna viejo en otro. Por tanto, en esta nueva democracia social, protagónica y participativa, se opone a todas las ideas imperialistas y avasallantes.

Venimos de un prolongado dominio por el colonizador y el soberano está exigiendo una amplísima campaña de ilustración, está ávido de poseer nuevos conocimientos, de saborear una prensa que satisfaga sus necesidades inmediatas y que sea fácilmente aceptable, que exalte la pasión por la lucha y confianza en la victoria, que fortalezca la solidaridad, la unidad y lo ilustre para combatir al enemigo histórico: al criminal régimen fascista.



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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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