1. La basura viva –muy cerca de mi cara- no me provoca más asco que los arrastrados políticos de López Obrador, pero también que los altos políticos mexicanos. Por ello en más de sesenta años nunca he votado y como anticapitalista sólo he pensado en una revolución de los explotados y oprimidos que entierre para siempre el sistema, buscando la igualdad. La investigación a los funcionarios lópezobradoristas y sus familiares -esquilmando los dineros de una población pobre y hambrienta, publicada el día de hoy domingo- volvió a animar mi utopía. Me he preguntado: ¿Esa "delincuencia organizada" que asesinan no es el pueblo pobre, hambriento, sin ideología?
2. El terrible desgobierno y corrupción de López Obrador es igualito al de gobiernos anteriores. Los gobiernos de Peña, Calderón, Fox, Zedillo, Salinas, etcétera, fueron siempre engañabobos y manipuladores. Todos ellos fueron muy risueños prometiendo mil cosas en su candidatura y repartiendo muchos millones de pesos en regalos/votos; nunca denunciaron desfalcos en sus gobiernos y al salir no podían declarar que robaron y acordaron negocios para sus familiares. Zedillo llegó a declarar que se quedaría sin chamba y Fox nunca dejaría de llorar su pensión. Hoy todos bien en el extranjero en viviendas y pieles de lujo.
3. Pero lo peor es que el 80 por ciento de la población pobre y miserable no ignora, sabe que todos los gobernantes –desde hace 200 años- roban, saquean el fisco, luego viven como reyes y todo lo heredan a sus hijos. Saben que todos los funcionarios cobran al mes 200 mil pesos y mucho más en otros negocios; mientras los trabajadores ganan seis mil al mes. Yo digo que todos los gobernantes son unos hijos de perra (perdón al animal), pero así ha sido siempre. Me pregunto: ¿Cuántos años tendrán que pasar para que los trabajadores explotados, con patadas, empujones, golpes, acaben con los gobiernos de la burguesía, de los ricos, los tiren a la basura, fuera de sus despachos?
4. ¿Qué construir luego? Acelerar la formación de una población crítica que piense en que todos debemos ser iguales: en que no deben existir ricos y pobres, propietarios y desposeídos, personajes que manden y otros que obedezcan. La igualdad no es que todos hagan lo mismo; coman, vistan y posean los gustos de todos. Nada de eso: igualdad es que todos tengan trabajo, comida, casa, puedan viajar y divertirse de manera sana. La libertad no será para privilegiados, puesto que éstos no existirían; es lo primero con lo que deberíamos acabar. Pero esto sigue siendo para mí una utopía que puede realizarse si queremos. (14/VII/24)