¿Quién paga?

Escalada arancelaria de Trump y respuesta de China: consecuencias brutales para los trabajadores

El miércoles, Donald Trump anunció un plan arancelario global, y este viernes China fue el primero en responder con aranceles recíprocos para las importaciones de EE. UU. Las bolsas del mundo se desploman por segundo día seguido. Se trata de una escalada en la guerra comercial que marca un punto de inflexión histórico en las reglas que definieron la era neoliberal y prepara ataques contra la clase trabajadora en todo el mundo.

Este miércoles Donald Trump lanzó un nuevo capítulo en su política de guerra comercial. El presidente de Estados Unidos ya había implementado políticas comerciales proteccionistas durante su primer mandato, aunque a menudo dio marcha atrás o redujo su alcance bajo la presión de los mercados y los lobbies. Estos cambios de posición habían causado preocupación entre las empresas y contribuido a crear un clima de inestabilidad. En última instancia, la magnitud de las medidas anunciadas marca una ruptura histórica que tendrá importantes consecuencias para la economía estadounidense y mundial.

Este viernes China contestó con aranceles recíprocos del 34% para los productos importados de Estados Unidos y los mercados mundiales viven la segunda jornada de perdidas billonarias.

¿Quiénes pagaran los resultados de esta guerra comercial?

Un plan de magnitud histórica

El presidente de Estados Unidos anunció que su país impondrá aranceles del 10% a todas las importaciones y aranceles adicionales mucho más altos a algunos países. El arancel de referencia universal entrará en vigor el 5 de abril, y las sanciones adicionales, el 9 de abril. Entre los países específicamente señalados por ser "socios comerciales desleales" se encuentran China (afectada por aranceles del 34%), Japón (24%) y los países de la Unión Europea (20%).

Para asignar el monto de estos aranceles, la administración realizó un cálculo disparatado: dividir el monto del déficit comercial con cada país por el monto de las importaciones de ese país, luego dividir el porcentaje obtenido por dos. Una política que se traduce en aranceles brutales contra países semicoloniales como Vietnam (46%), Bangladesh (37%), Sri Lanka (44%) o Camboya (49%).

La última vez que Washington emprendió una ola comparable de proteccionismo fue hace casi un siglo, con los aranceles Smoot-Hawley. Promovida por el senador Reed Smoot y el representante Willis Hawley, la medida, entre otras consecuencias, contribuyó a agudizar el nacionalismo en todo el mundo y perjudicó las exportaciones de productos estadounidenses.

En este sentido, el optimismo de la administración Trump, que ha bautizado su iniciativa como "Día de la Liberación", contrasta con las preocupaciones ya evidentes en los mercados y entre los analistas económicos. Mientras la voz de las grandes empresas y las finanzas estadounidenses, el Wall Street Journal, denunciaba el lunes lo que considera "la guerra comercial más estúpida de la historia", ciertos sectores de la clase dirigente estadounidense temen que los aranceles aduaneros de Trump acaben poniendo en peligro la hegemonía en declive de Estados Unidos.

Un salto hacia la guerra comercial

Con estas medidas, la administración Trump busca remodelar el orden económico global a favor de Estados Unidos, imponiendo reglas comerciales desfavorables tanto a sus adversarios, encabezados por China, como a sus aliados. Un intento de responder al declive de la hegemonía estadounidense y fortalecer las posiciones de ciertos sectores del capital norteamericano, utilizando los impuestos para financiar rebajas fiscales, protegiendo el mercado interno de la competencia extranjera y buscando bajar el valor del dólar para estimular las exportaciones.

Sin embargo, esta estrategia está lejos de resolver el problema estructural de la economía estadounidense. Más aún, la intimidación de Trump a sus aliados, particularmente en América Latina y Europa, podría fortalecer la influencia económica de China, que busca aparecer como un socio cooperativo y razonable en este contexto. En Asia, la amenaza de aranceles ya ha provocado una mayor cooperación entre China, Corea del Sur y Japón, que celebraron sus primeras negociaciones conjuntas para un acuerdo de libre comercio trilateral en cinco años. El regreso de Trump a la Casa Blanca también ha acelerado los esfuerzos de los países de la UE para fortalecer su propio bloque.

Mientras el debate sobre la "autonomía estratégica" en defensa resurge, en particular por iniciativa de Macron, en el marco de un viraje militarista, las potencias imperialistas europeas han firmado una serie de acuerdos en los últimos meses con Sudáfrica y México, siguen negociando con India y ratificaron el MERCOSUR hace cuatro meses tras 25 años de negociaciones comerciales.

Consecuencias brutales para los trabajadores

Pero quienes más sufrirán con estos anuncios serán los trabajadores de todo el mundo. Mientras el inquilino de la Casa Blanca defiende los aranceles como una medida destinada a proteger a la clase trabajadora estadounidense y corregir los desequilibrios comerciales, los economistas advierten de sus posibles consecuencias negativas. Según un análisis de Moody’s, estas políticas podrían costarle a Estados Unidos 5,5 millones de empleos, elevar la tasa de desempleo al 7% y reducir el PIB en un 1,7%.

Además, se espera que la inflación aumente, ya que los costos de los derechos de aduana serán asumidos por los importadores y, a su vez, trasladados a los consumidores finales: el líder de los senadores demócratas, Chuck Summer, estima que los gastos de una familia promedio aumentarán en 5.000 dólares por año . En este contexto, aunque Canadá o México no aparecen en la lista de aranceles recíprocos, debido a un tratado de libre comercio con el imperialismo estadounidense, los vehículos importados serán gravados con una tasa del 25%. Estos anuncios podrían amenazar muchos empleos en Estados Unidos, ya que el 51% de los automóviles utilizados en Canadá se fabrican en Estados Unidos (en fábricas de Detroit en particular) y la misma lógica se aplica a los automóviles mexicanos.

En segundo plano, y aunque la UE, China y Canadá ya han aumentado sus propios aranceles aduaneros en las últimas semanas y prometen hacerlo aún más en las próximas, cada vez más estudios sostienen que una guerra arancelaria de represalia solo conducirá a una reducción del crecimiento mundial, al tiempo que impulsará la inflación. La última estimación es que con un "desacoplamiento selectivo" entre un bloque occidental (centrado en Estados Unidos) y un bloque oriental (centrado en China) limitado a productos más estratégicos, las pérdidas del PIB mundial en comparación con el crecimiento tendencial podrían fluctuar alrededor del 6%. En un escenario más severo que afecte a todos los productos comercializados entre bloques, las pérdidas podrían ascender al 9%. Dependiendo del escenario, las pérdidas del PIB podrían oscilar entre el 2% y el 6% para Estados Unidos y entre el 2,4% y el 9,5% para la UE, mientras que China sufriría pérdidas mucho mayores.

En Europa, las barreras impuestas por Trump también amenazan con privar a un sector de la burguesía europea de un acceso ventajoso al mercado estadounidense y animar a numerosos capitalistas a cruzar el Atlántico, allanando el camino para una nueva ola de despidos en un momento en que las potencias imperialistas del continente, encabezadas por Francia y Alemania, atraviesan una crisis aguda. Por otra parte, para combatir la inflación, los bancos centrales occidentales podrían decidir aumentar las tasas de interés, para "enfriar" la economía y ampliar el desempleo estructural, con el fin de comprimir los salarios.

Ante el impasse del proteccionismo, es necesaria una respuesta internacionalista de los trabajadores

Las respuestas proteccionistas de pánico a las que inevitablemente se opondrán las potencias imperialistas europeas, tanto a nivel nacional como europeo, hacen temer conflagraciones aún más violentas y una nueva y precipitada avalancha nacionalista en el marco de la militarización en curso. Un impasse que requerirá una respuesta independiente de los trabajadores y las clases populares, que se niegan a alinearse con sus respectivos gobiernos en la inminente guerra comercial.

En este sentido, la adhesión de un sector de la dirección sindical estadounidense, en particular la UAW (sindicato de los trabajadores de las automotrices), a estas medidas es un escándalo. Aunque los aranceles de Trump se presentan como una respuesta a décadas de deslocalización de la producción a países con mano de obra más barata, los líderes de la UAW son cuidadosos de no decir que cientos de miles de empleos han desaparecido como parte de las políticas de subcontratación dentro de los Estados Unidos, ya que las empresas han subcontratado gran parte de su producción a fabricantes de piezas con salarios más bajos y acuerdos de negociación colectiva más desfavorables, o que se han eliminado cientos de miles de empleos debido al aumento de la productividad y las tasas de producción.

La agenda "Estados Unidos Primero" de Trump es una continuación de una política de explotación de la clase trabajadora global y estadounidense, que no hará nada para mejorar la situación de los trabajadores. Si bien es incierto si los aranceles de Trump se implementarán en su totalidad, esta nueva ola de medidas será utilizada como mecanismo de negociación por la fuerza en el marco de las transformaciones de la política exterior estadounidense, que hasta ahora se ha basado en acuerdos comerciales con países clave como China o bloques de países como la Unión Europea, generando una ola de inestabilidad y ofensivas contra el mundo del trabajo.

Frente a las ofensivas de Trump contra sus propios aliados y las reacciones beligerantes de las potencias imperialistas europeas, en un contexto de creciente desorden global, sólo las luchas de los trabajadores, las clases populares y la juventud de todo el mundo tienen la fuerza para detener el proceso en curso. Frente al brutal deterioro de nuestras condiciones de vida y de nuestros salarios, pero también frente a los peligros de guerra, necesitamos una respuesta internacionalista, que plantee claramente que nuestros intereses son los mismos que los de los trabajadores y las clases populares de otros países, que sufren ataques de sus propios gobiernos y de sus capitalistas, ya sean rusos, estadounidenses, alemanes o franceses, y se niegan a apoyar la escalada comercial y militar que se avecina.

 



Esta nota ha sido leída aproximadamente 787 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter