La gran prensa dominicana ha estado comentando profusamente acerca de la posibilidad de una supuesta o real “trama golpista” promovida por coroneles chavistas, inicialmente y sospechosamente traída a colación por el ex –oficial constitucionalista Claudio Caamaño Grullón.
En verdad, si se tratara de un levantamiento de coroneles inspirados en aquel ejemplo de la Venezuela de los años 1990; si se tratara de una reacción patriótica de militares sustentadores de ideales como los que motivaron a Caamaño, a Torrijos, a Velazco Alvarado y a Chávez a emprender sus acciones y proyectos, ni siquiera debería estarse hablando de “trama golpista”.
Yo no la llamaría así.
Las referencias a las “tramas golpistas” han sido tradicionalmente usadas en forma muy apropiada en aquellos casos de irrupciones violentas y despóticas de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, ejecutadas y dirigidas por jefes militares derechistas y ultraderechitas para negar libertades, cambios y avances políticos y sociales.
Los levantamientos de militares democráticos, honestos, patriotas, antiimperialistas, sensibles a los cambios sociales, son cosas muy diferentes.
Son actos de rebeldía. Insurgencias progresistas desde los cuarteles. Reacciones democráticas contra la negación de la institucionalidad o contra la perversión y corrupción de un determinado sistema constitucional.
Y frente a la posibilidad de hechos de ese tipo no hay que alarmarse, mucho menos incitar al rechazo, desde una postura revolucionaria o realmente progresista.
Porque las ideas que mueven esos levantamientos no tienen nada que ver con el golpismo tradicional históricamente auspiciado por la CIA, el Pentágono, las oligarquías y los militares corrompidos.
Porque un acontecimiento así no tendría nada de perjudicial y si mucho de beneficioso, tanto si estuviera destinado a restablecer una constitución democrática y una institucionalidad social y políticamente avanzada (como sucedió aquí en 1965), como si procurara reemplazar una institucionalidad decadente, podrida y viciada como la ayer vigente en Venezuela y hoy imperante en este país, por una nueva democracia; esto es, su reemplazo por una democracia participativa e integral (política, económica, social, cultural) como aconteció en Venezuela en la década de los ´90.
Confieso no tenerle el menor respeto a esta institucionalidad carcomida y secuestrada por mafias políticas, militares y empresariales funcionales a la globalización neoliberal y a la dictadura imperial de EEUU.
Nadie habrá de verme saliendo en su defensa, menos aun si ella se ve amenazada por una eventual conspiración de coroneles honestos, revolucionarios, democráticos y anti-neoliberales. Por el contrario, nada impediría que me ubique junto a ellos para hacerla desaparecer junto a toda la podredumbre que la acompaña para iniciar los cambios anhelados.
Y en caso de que por alguna razón aberrante grupos derechistas o ultraderechistas deciden actuar contra esta institucionalidad podrida, o contra la corrompida opción reeleccionista dentro de ella, estoy seguro de que su gesto –ya no su acción- duraría “menos que una cucaracha en un gallinero”, si es que llega viva al gallinero.
Porque hay si algo que este pueblo sabe defender, son los espacios de libertades conquistados en las últimas décadas. Y creo que sabría hacerlo sin tener que identificarse con el régimen existente y sin asumir ni la defensa del reeleccionismo corrompido,ni el neoliberalismo empobrecedor de Leonel Fernández, ni el apoyo a la basura que su mal gobierno catapulta a la escena política.
De ese susto no me muero: el golpismo derechista no tiene cabida en la República Dominicana de hoy
A ese “cuco” no le temo.
Aquí son poquísimos lo que desearían ir más hacia atrás de donde estamos y no tienen la menor posibilidad de lograr ese propósito a través de un cuartelazo de ese tipo.
Pero además, a quienes hemos sido y somos leales a los ideales de abril del 65 y de los coroneles Fernández Domínguez y Francis Caamaño, a quienes admiramos la fructífera rebeldía de Chávez, no nos luce “denunciar” como algo malo una posible conspiración de coroneles inspirados en sus ejemplares insurgencias democráticas.
Tal reacción parece contaminada por el reeleccionismo que pretende “curarse en salud” frente a sus propios planes de fuerza y en previsión de los efectos contrarios de la manipulación de estamentos militares a favor de sus planes continuistas; como tambien frente a las divisiones generadas por su competencia con la partidocracia del PRD al interior de las Fuerzas Armadas.
Siempre he sostenido que los militares honestos deben resistirse a dejarse utilizar dentro de esas pugnas espurias y por esos propósitos malsanos, al tiempo de exhortarlos a poner su pensamiento y acción en dirección a un nuevo proyecto de sociedad, justa y soberana y realmente democrática, que le ponga fin a este círculo vicioso y viciado.
Siempre he creído que la asunción de un nuevo proyecto de sociedad desde sectores militares decididos a actuar como “pueblo uniformado” en hermandad con el pueblo civil; dispuestos a contribuir a esa necesaria y trascendente transformación, parecida (aunque no idéntica) a la revolución que tiene lugar en la Venezuela actual, puede ahorrarle muchos sinsabores a este hermoso pero pisoteado país.