Seguramente la mayoría de quienes de quienes tuvimos la oportunidad de ver películas tales como “La Lista de Scheling”, “El Violinista” y tantas películas y documentales sobre el drama de los ciudadanos europeos de origen judío durante la Segunda Guerra Mundial, sentimos pena, dolor y rabia por el terrible sufrimiento que el nazifacismo hitleriano le infligió a pueblo judío de Varsovia, a quien, además de enviarlos a las fábricas como mano de obra esclava y a los campos de concentración Auswicht y Treblinka para morir de inanición o en las cámaras de gas junto a millones de comunistas, gitanos, sindicalistas y militantes antifascistas; los expulsó de sus trabajo, les expropió sus vivienda, tierras, negocios y ahorros bancarios, les impuso una oprobiosa estrella de David de color amarillo a su vestimenta y, por si fuera poco, los confinó a un estrecho espacio de la ciudad polaca de Varsovia, sometiéndolos a una indigna y degradante tratamiento discriminatoria respecto al resto de la población; hecho conocido como El Gheto de Varsovia
De esta terrible experiencia histórica, en la conciencia de la Humanidad quedó la convicción de que no sería posible admitir que alguna parte del género humano, no importando las circunstancias históricas en que se encontraren, pudieran ser objeto de semejante humillación, crueldad y exterminio, al ser ello un Delito de Lesa Humanidad, por cuanto constituiría una violación de los valores, principios y normas del Derecho de Gentes que rigen la conciencia y el comportamiento de las Naciones, pueblos, etnias y personas que integran ese grande y diverso conglomerado que se define como la Humanidad.
Por ello resulta absolutamente incomprensible e inadmisible que, un pueblo que junto a los otros pueblos semitas y no semitas asentados en las sagradas tierras de Palestina, fue sometido durante toda su milenaria historia al yugo inmisericorde de los imperios, pueda en este estadio de la civilización humana, imponerle a otro pueblo hermano en su sufrida historia, como son los semitas árabe-palestinos, las mismas condiciones de dominación, exclusión y represión de la que ha sido víctima, robándole a sus congéneres la tierra y el agua que por milenios pacíficamente compartieron y, pretendiendo reivindicar como propios, territorios que fueron asientos de pueblos y civilizaciones que el originario pueblo judío compartió antes de que una parte importante de él, emprendiera su travesía del Río Jordán hacia lo que sus Santas Escrituras indicaban como la Tierra Prometida.
La situación de la Franja de Gaza, territorio árabe-palestino, separado física y políticamente del resto del territorio bajo control palestino, es la demostración más palpable de la inversión de los valores de amistad y compasión que caracterizó la historia milenaria de estos dos pueblos. Conformado por un reducido territorio con la densidad poblacional más elevada del planeta, con escasos medios económicos de subsistencia y viviendo de la ayuda de las agencias internacionales; Gaza vive un bloqueo por tierra, mar y aire de las Fuerzas Armadas y la Policía Israelí y un castigo colectivo contra la población civil al impedir el Estado de Israel el libre comercio con el exterior, restringir el suministro de combustibles para los vehículos y las plantas generadoras de electricidad y negar a países amigos la entrega al gobierno de Ismael Hanniye, del grupo político-religfioso HAMAS, dinero para el pago del personal gubernamental y el financiamiento de obras y servicios en Gaza; lo cual mantienen hoy esa población en una gravísima de Crisis Humanitaria que nada la diferencia de las terribles penurias de alimentación y salud sufridas por los judíos polacos durante la vigencia del Gheto de Varsovia.
Cuando el pasado 25 de Noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Solidaridad con el Pueblo Palestino, en atención a que hace 60 años el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 181, mediante la cual se decidió la partición del territorio del antiguo Protectorado Britanico de Palestina en dos zonas, una bajo el control judío y la otra, bajo el dominio árabe-palestino; los ciudadanos y las ciudadanas del mundo que luchamos por la Paz, la Amistad y la Solidaridad de los pueblos, exigimos el fin del Gheto de Gaza, la Diáspora Palestina, la destrucción del Muro de la Vergüenza de Cisjordania, la libertad de los diez mil prisioneros palestinos y, una solución justa y definitiva del conflicto que garantice los derechos de las familias árabe-palestinas a retornar a sus tierras en el territorio de Israel, la igualdad de derechos políticos de judíos y árabe-palestinos en el Estado de Israel, la eliminación de las colonias y los enclaves militares israelíes en los territorios árabe-palestinos y la existencia de un Estado Palestino plenamente soberano e independiente, con fronteras internacionalmente reconocidas.