Las FARC hotel 5 estrellas

La expectativa creada en torno a la operación humanitaria “Emmanuel”, motivó la atención de quienes seguimos el evento, paso a paso, en la pantalla del televisor. Es posible haya el informe de la medición de audiencia, en todo caso, la atención fue grande y pudiera compararse a la reciente Copa América de Fútbol. Con la diferencia que el ambiente no era de graderías repletas de espectadores vociferantes, con la mirada clavada en el verde de la gramilla y los jugadores de vistosos uniformes, sino, en un pastizal de la llanura colombiana del Guaviare, como punto perdido en la selva distante. Allí, en medio de la imponente naturaleza bravía de nuestro trópico, se desarrolló la fase inicial de la operación humanitaria.

Las primeras imágenes de Telesur, mostraron la blanca y roja figura de dos helicópteros posados en medio del pastizal con la selva como telón de fondo. Armonía de verdor, rota por la presencia de los protagonistas con sus vestidos blancos, azules o el rojo encendido de Piedad Córdoba, junto al ministro Rodríguez Chacín, el embajador de Cuba Sánchez Otero y los miembros de la Cruz Roja Internacional con sus distintivos.

Esta visión era normal y común. La gran expectativa estaba en ver aparecer las figuras de ropas harapientas, andrajosas; rostros enfermizos, pusilánimes, escuálidos, demacrados. Los cuerpos extenuados de las retenidas, Clara y Consuelo, acompañadas de los guerrilleros en la misma precaria situación.

Pero esas no fueron las imágenes que transmitió Telesur, sino, la figura de dos mujeres de rostros hermosos por el brillo que les daba la alegría del encuentro. No eran figuras famélicas, sino, esbeltas y fuertes. Vimos como, los miembros de la comisión humanitaria entre abrazos, besos y manos tendidas se estrechaban con rehenes y guerrilleros. Estos, con sus uniformes de camuflaje impecables, portando sus armas y distintivos, en actitud respetuosa, gentil, ceremoniosa, con la dignidad propia que imparte la mística revolucionaria de quien ha dejado todo y ha sacrificado todo por la liberación y soberanía de la patria invadida por un ejército extranjero y expoliada por una oligarquía oprobiosa.

A aquel instante emotivo del encuentro y el protocolo de la entrega por parte del comandante guerrillero y la firma de documentos por el representante de la Cruz Roja Internacional, lo sucedió el retiro del grupo guerrillero, con la misma actitud gentil y respetuosa. Desde el borde de la manigua agitaron las manos levantadas en señal de despedida, para continuar en su empeño heroico, mientras dos jóvenes y bellas guerrilleras se despedían de Clara y Consuelo con abrazos y besos en la mejilla.

La expectativa por la aparición de los forajidos guerrilleros y la figura maltrecha de las retenidas, se esfumó en aquel instante. La descripción que Uribe hizo de Emmanuel en su desaforado discurso del 31 de diciembre, en Villavicencio, del niño torturado, con un brazo partido, y todas las enfermedades tropicales del argot médico, no se correspondía con las figuras rozagantes de Clara y Consuelo que, según la paranoia de Uribe, debían estar en peores condiciones que Emmanuel. Pero, las imágenes que vimos, no son las que transmite la televisión de los prisioneros de Guantánamo o Abu Grabi, sino las figuras esbeltas, frescas, de personas que han recibido el buen trato prodigado en el hotel “5 estrellas” de las FARC en la selva. Allí, en ese instante, se derrumbó la campaña mediática de la oligarquía y del imperio, del discurso que señala a quienes luchan por la liberación de sus pueblos y la soberanía de sus patrias, como forajidos, terroristas, mercenarios desalmados. La calumnia mediática se desmoronó. Ante las cámaras de la televisión aparecieron guerrilleros honorables que llevan en el rostro la dignidad de su lucha y el compromiso para ofrendar sus vidas por los mismos ideales sublimes que elevaron a la gloria y la inmortalidad a Bolívar y al Che Guevara.

La expectativa de la primera fase de la operación humanitaria fue seguida por la emoción de la segunda fase en el aeropuerto internacional de Santo Domingo, tierra venezolana que ¡ahora como nunca jamás! es de libertad para sus hijos y para los primos colombianos. Allí se produjo el trasbordo desde los helicópteros al avión Falcon.

Luego vino la tercera fase en el aeropuerto internacional de Maiquetía y allí tuvo lugar el encuentro familiar de profundos sentimientos, con la tranquilidad que requería aquel momento, sin la presión de periodistas y reporteros gráficos.

La tercera fase tuvo lugar en el palacio de Miraflores en donde el presidente Chávez, recibió a Clara y Consuelo, con alfombra roja, con honores militares por la guardia presidencial de vistosos uniformes rojos. La banda marcial entonó los himnos de Colombia y Venezuela, en ese orden, mientras el coro de voces cantó con emoción la letra de sus estrofas.

La cuarta etapa culminó con el traslado de Clara y Consuelo en compañía de sus familiares hasta el hotel donde se hospedan para entregarse a la intimidad de sus cuitas.

El drama de la selva ha terminado para Clara y Consuelo, pero continúa para quienes siguen retenidos en la manigua y para los guerrilleros, prisioneros de guerra, que en infrahumanas condiciones y violación de sus derechos humanos permanecen en las cárceles de la oligarquía. Situación ésta que nunca es mencionada en los discursos del presidente Uribe ni de sus ministros. Para ellos, sólo existen los retenidos en la selva que deben ser devueltos de manera unilateral e incondicional. Es la pretensión de Uribe y su oligarquía que ahora no podrá escapar a la opinión del pueblo colombiano y de la comunidad internacional que a partir de este momento ve de nuevo a la guerrilla de las FARC y del ELN, como la Fuerza Beligerante que siempre ha sido, y que cumple con los requisitos establecidos por el derecho internacional.

Las imágenes que mostró Telesur y reprodujeron las cadenas de televisión del mundo, no fue la de forajidos y terroristas, que acuñó Bush y refrendó Uribe, sino de gentiles y caballerosos guerrilleros que demostraron su humanismo: primero, al sacar a Emmanuel de la zona de guerra y entregarlo a una institución social para su cuidado, como establecen las normas de la guerra sobre el derecho de los niños. Este gesto de humanitarismo de las FARC, fue respondido por la torpe actitud de Uribe, con el secuestro de Emmanuel cuando tuvo noticia de su paradero y lo sometió al escarnio público con un discurso desalmado en Villavicencio, en violación de las normas de protección del niño. Así es como actúa el guerrerista Uribe y su ministro Santos, que le hace honor al apellido oligarca, más no al “santo”.

La trascendencia de esta operación humanitaria rompe con la imposibilidad del intercambio humanitario al que se opone Uribe, sus ministros y generales. A todos se les ha caído la careta de la “seguridad democrática”, sustentada en el plan Colombia, plan Patriota o plan terrorista, guerrerista que el imperio y la oligarquía le imponen al pueblo colombiano, traspasa las fronteras y convierte en víctimas a los países vecinos.

A partir de este 10 de enero hay una vía nueva para enfocar el conflicto. Para emplazar la guerra en las conversaciones de paz. Guerra que durante décadas ha sido instrumento de opresión de la oligarquía para impedir la lucha cívica, civilizada, que debe distinguir las luchas sociales, siempre presentes, mientras exista la propiedad sobre los medios de producción, causa de la división de la sociedad en clases: explotados y explotadores o como se dice más corrientemente, pobres y ricos.

Ahí radica la raíz del conflicto colombiano y es lo que hay que sentarse a discutir, de la misma manera que lo están haciendo los pueblos de Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela. Discutir con civismo, siempre y cuando el imperialismo y su aliado la oligarquía, respeten la autodeterminación de cada pueblo para escoger la forma de gobierno y el sistema económico que cree riqueza y bienestar para las mayorías, y no, privilegios para minorías oligárquicas. De no ser así, el modelo a seguir es el de la lucha armada, el de la guerrilla, y para ello, como anunció el Che Guevara, “hay que abrir diez Vietnam, veinte Vietnam” y en eso las FARC y el ELN son el mejor ejemplo. En este momento son la vanguardia de la lucha de los pueblos de nuestra América por su liberación de las garras del imperio..

En nuestra América habrá paz mientras se respete la democracia para elegir a los gobernantes, como han sido elegidos en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Venezuela y muy pronto ha de ocurrir en Colombia.

Las gestiones del presidente Chávez y de la honorable senadora Piedad Córdoba - como ahora la calificó el presidente Uribe - han cosechado un primer éxito, que debe ser seguido por el intercambio humanitario y de manera paulatina, se abra la puerta a las conversaciones de paz, no para repetir la farsa de El Salvador y Guatemala y perduren los gobiernos oligárquicos al servicio del imperio, sino la paz, para que las mayorías nacionales de Colombia sean las hacedoras de su propio destino.

leonmoraria@cantv.net


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León Moraria

Nativo de Bailadores, Mérida, Venezuela (1936). Ha participado en la lucha social en sus diversas formas: Pionero en la transformación agrícola del Valle de Bailadores y en el rechazo a la explotación minera. Participó en la Guerrilla de La Azulita. Fundó y mantuvo durante trece años el periódico gremialista Rescate. Como secretario ejecutivo de FECCAVEN, organizó la movilización nacional de caficultores que coincidió con el estallido social conocido como "el caracazo". Periodista de opinión en la prensa regional y nacional. Autor entre otros libros: Estatuas de la Infamia, El Fantasma del Valle, Camonina, Creencia y Barbarie, EL TRIANGULO NEGRO, La Revolución Villorra, los poemarios Chao Tierra y Golongías. Librepensador y materialista de formación marxista.

 leonmoraria@gmail.com

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