El Gobierno
del Presidente Andrés Pastrana y el Secretariado de las FARC-EP habían
decidido iniciar diálogos de paz en Colombia.
El Municipio
escogido como área de despeje fue San Vicente del Caguán y fui invitado
por las FARC-EP entre los testigos internacionales.
Entonces no
hubo mayores problemas para conseguir la visa colombiana ni para realizar
un viaje que tuvo como punto de entrada Bogotá (en un vuelo internacional
de AVIANCA) y continuó primero hacia la ciudad de Neiba y luego
hacia San Vicente (en un vuelo interno de una campaña propiedad de
las Fuerzas Armadas Regulares de Colombia cuyo nombre no logró recordar).
En Bogotá
hice contacto, con mucha discreción, con un enlace fariano que me esperaba
en el Aeropuerto y me llevó al hotel con las indicaciones para el vuelo
interno.
En Neiba se
trató de una escala técnica muy puntual, tan puntual que una oficial
del ejército subió al avión, preguntó exclusivamente por mi nombre,
tomó mi pasaporte, lo chequeo debidamente y me lo devolvió.
Solo eso. Nada
más que eso. Algo para decirme, sin hablar, que estaba en la “mira”
de los órganos de inteligencia del Estado como “persona no grata”.
Eso a pesar de los diálogos autorizados y de la “búsqueda” de
paz.
- En el Caguán: presentación y primer abrazo
En el diminuto
aeropuerto de San Vicente, pequeño poblado parecido a Vicente Noble,
debía tomar un taxi hasta un punto donde estaba apostado un retén
de las FARC. Ahí debía hacerle llegar un mensaje al comandante Jairo
y él se encargaría de llevarme al campamento donde estaban otros delegados(as)
del exterior.
Jairo me mandó
a buscar. Me esperaba, junto a otros comandantes, en una pequeña hacienda,
de donde más tarde partiríamos hacia el campamento. Allí conocí
a Iván Ríos, recientemente asesinado, y desayunamos juntos una rica
sopa campesina.
Más tarde
partimos en camioneta por camino polvorientos. Larga y calurosa trayectoria
al compás de ballenatos, hasta llegar a un punto, una caseta, visitada
en ese momento por el comandante Raúl Reyes.
Hacía poco
nos habíamos conocido en San Salvador (VI Encuentro Foro de Sao Paulo).
Nos abrazamos y quedamos en vernos (y ciertamente lo visité al otro
día en su campamento y conversamos varias horas). El campamento de
Raúl estaba situado al lado del que me tocó, donde nos esperaba el
legendario comandante Tiro Fijo, el camarada Manuel, como cariñosamente
le decían todos(as) los(as) combatientes.
Al llegar,
Marulanda me saludó con frases afectuosas y gran sencillez. Vestía
pantalón gris y camisa blanca. Canana y pistola al cinto, con la toallita
colgada en el hombro.
Le llevé de
regalo una canana y una “mamajuana” con ron añejo.
Me comunicó
que en unos dos o tres días nos reuniríamos en otro lugar con otros(as)
camaradas latino-caribeños y colombianos.
Gran alegría
sentí cuando al ratito me encontré allí con nuestro gran amigo Patricio
Echagaray, Secretario General del Partido Comunista de Argentina, y
con otros(as) camaradas del continente, entre ellos un querido poeta
centroamericano.
Marulanda visitaba
periódicamente nuestras “caletas” (camastros rústicos de tabla
y paja) y siempre nos preguntaba si nos sentíamos bien, al tiempo de
aconsejarnos sobre el quehacer en la vida de campamento, las caminatas,
el baño, los encuentros, la hora de dormir y de levantarnos, el desayuno,
la merienda, la comida, la cena, la TV, las conferencias.
Entonces tenía
unos 70 años, pero lucía menos edad.
Sus condiciones
de vida eran iguales a la de todos los combatientes, salvo que disponía
de una “oficinita” techada de plástico negro. Y además de las
armas y equipos reglamentarios, tenía una moderna lap-top, con la que
trabajaba continuamente en una mesita que hacía la función de escritorio.
- Más Allá: segundo abrazo e intensas conversaciones bilaterales y colectivas
Dos o tres
días después –no recuerdo exactamente- se despidió con la promesa
de vernos pronto. No sabíamos ni a donde, ni cuando exactamente.
Ciertamente
nos vimos. Unos quinientos kilómetros selva llana adentro.
El Comandante
Joaquín Gómez, quien recientemente sustituyó a Raúl Reyes en el
Secretariado, era el jefe del campamento en que estuvimos y nos acompañó
al punto escogido para la reunión: una casona fresca, con una galería
hospitalaria y grandes habitaciones, ubicada en una hacienda confiscada
en territorio bajo influencia de FARC.
Antes de arribar
vimos al camarada Manuel inspeccionando la construcción de una carretera
de caliche. Nos contaron que tenía una gran intuición para las obras
civiles y que siempre se ocupaba de todo lo que era construcción.
Con él, además
de su eficaz cuerpo de protección personal y de su compañera de amor
y lucha, estaban los comandantes Jorge Briceño, Raúl Reyes, y otros(as)
dirigentes de las FARC.
Estuvo siempre
pendiente de nuestra estancia, preguntándonos por la alimentación,
el baño en el rió, la dormida… Todos los días, muy temprano, a
la hora de levantarnos, se aproximaba a nosotros(as) para saludarnos
con cariño y preguntarnos como pasamos la noche, al tiempo de recordarnos
los compromisos del día.
Evidenciaba
un gran sentido de organizaron, disciplina y capacidad para ordenarlo
todo con suavidad.
Ninguno de
los(as) guerrilleros y comandantes bajo su mando lo trataban con el
sentido formal jerárquico de la jefatura bien ganada, sino simplemente
como el “camarada Manuel”, querido, respetado y admirado.
De hablar llano,
franco y comedido, estimulaba a que sus camaradas y a nosotros como
invitados para que tomáramos las palabras. Sus intervenciones fueron
cortas, pero consistentes, reclamándole siempre a los demás comandantes
que desarrollarán ciertos temas, atribuyéndoles –en esos puntos-
más dominio y conocimiento.
Sabía escuchar
y dejarse convencer.
Pienso que
eso le facilitó, no solo el continuo crecimiento de su autoridad histórica
y del respeto que emanaba de sus dotes de buen organizador y de gran
estratega, sino también crear y desarrollar una verdadera dirección
colectiva y un espíritu profundamente democrático y participativo
en el Secretariado, el Estado Mayor Central y los organismos de las
FARC-EP
Pensé de inmediato
en la similitud de ese proceso con la experiencia vietnamita, en las
ideas del comandante Guyen Giap sobre la democracia al interior de las
fuerzas militares revolucionarias, sobre la discusión participativa,
los acuerdos colectivos y el mando personal. Y desde entonces me hice
la idea que en esa organización político-militar no iba a haber problemas
después de la desaparición física de su líder histórico. La sucesión
estaba garantizada y había sido creada con su estímulo y participación.
Las guerras
revolucionarias son duras y necesitan de protagonistas fuertes, firmes,
capaces de serias y a veces dolorosas decisiones. Siempre presentes
las presiones hacia determinadas desviaciones autoritarias, despóticas
y militaristas.
Cuando veía
los rostros de esa “plana mayor” de las FARC-EP apreciaba en ellos(as)
esas cualidades y pensaba en esos riegos, los cuales deben ser constantemente
contrapesados con un profundo sentido humano y una alta sensibilidad
social.
Aprecie que
el comandante Tiro Fijo, al tiempo de poner el tiro donde ponía el
ojo, había contribuido en mucho a contrarrestar las tendencias negativas
propias de la guerra y del oficio militar, a politizar la lucha, a humanizar
las relaciones en el seno del ejército revolucionario y en sus vínculos
con la sociedad rural, a contrarrestar males ancestrales y procesos
de descomposición social externos y a convivir con ellos con las menores
posibilidades de contaminación. A ser duros(as) como el acero y justos(as)
en gran dimensión.
Nunca libre,
claro está, de errores y deformaciones, pero siempre alerta para contrarrestarlos
y superarlas.
Hicimos mucha
liga.
- Una reunión íntima e impactante
Tuvimos una
larga conversación personal debajo de un frondoso árbol, tan frondoso
como La Ceiba o El Samán.
Me pidió que
le contara sobre mi país, se interesó especialmente por al revolución
de 1965, por el papel de Caamaño y los militares constitucionalistas,
por la manera como enfrentamos la “invasión militar gringa”, el
cerco militar, la vida en la “Zona Constitucionalista”; por las
consecuencias de ese hecho en el devenir del proceso y la actualidad
dominicana de entonces. Me estimuló a conversar sobre el derrumbe del
“socialismo real” y sobre la hegemonía neoliberal, sobre su impacto
en el continente y el mundo, sobre la situación en América Latina
y el Caribe, y específicamente sobre la situación de Cuba y Venezuela.
Me contó de
sus luchas, desde el origen hasta ese presente, de los avatares de una
lenta y larga acumulación hasta llegar a convertirse en una fuerza
respetable, grande, fuerte.
Insistió en
los riesgos que en Colombia tenía la lucha legal y electoral, deteniéndose
en la dolorosa experiencia de la Unión Patriótica y del Partido Comunista,
víctimas de una represión traducida en más de 4,000 militantes y
simpatizantes asesinados(as).
Se refirió
ala pésima experiencia de desmovilización del M-19, a quines le asesinaron,
ya en la legalidad, una parte de sus principales líderes y lo presionaron
para moderarse y hacerse cada vez más funcional al sistema.
Enfatizó en
que las FARC podían dialogar y contribuir a caminos de paz, pero que
“nunca”, “jamás”, iban a desarmarse. El y todos los dirigentes
de las FARC-EP estaban opuestos a disolver en una mesa de negociación
una fuerza político-militar que había costado mucho sacrificio y muchos
años conformar y que era un “patrimonio del pueblo”.
Cualquier salida
política -a su entender- debía estar inspirada en la idea de una “nueva
Colombia” y, por tanto, en las coincidencias respecto a una agenda
de cambios profundos y, además, contar con la presencia de FARC en
las estructuras de poder, en la nueva institucionalidad a construir,
compartiendo con otros(as) actores(as) el cambio hacia la nueva situación.
El acuerdo
de paz, en consecuencia, debía ser programático y contemplar la superación
de las causas profundas de ese largo y sangriento conflicto armado.
Y en ese camino la existencia de las FARC como fuerza política y como
fuerza militar sería garantía fundamental de ese proceso, por lo que
en no era aceptable el desarme y la llamada desmovilización. Me expresó,
en consecuencia, reservas, en diferentes grados, sobre lo procesos de
paz negociada realizados en otros países en años anteriores.
- Un sabio y sincero consejo
Me tomó confianza
y afecto. Recuerdo que en tono de consejo, antes de concluir esa conversación,
me dijo en forma muy persuasiva:
“Camarada Isa,
procuren, si les toca reemprender la lucha armada, hacerlo comenzando
con un gran acontecimiento nacional, con un alto nivel
de participación del pueblo, así como en abril del 65, garantizando
a la vez su continuidad”.
“Comenzar desde
lo pequeñito, desde la pequeña guerrilla, para crecer poco a poco
-como lo hicimos nosotros- es algo muy difícil, lento, duro…. Y
generalmente lleva mucho tiempo, cuesta muchos sacrificios”
“Lo ideal es
empezar con más fuerza y condiciones políticas y militares mejores”
Fue un sabio
y sano consejo de un hombre sincero, de un protagonista de primera línea
de una larga y heroica epopeya, de un guerrillero leyenda. Algo muy
valioso y singular.
Y tuvo el súper-valor
adicional de despojarse de de su propia experiencia para explorar
modalidades nuevas y distintas de insurgencia popular. Algo difícil
porque generalmente los actores de procesos tan impactantes, generadores
de huellas tan profundas en la conciencia y vida de sus protagonistas,
tienden generalmente a enfocar los procesos de otros países desde su
propia óptica y procuran -creyéndolo posible- que su experiencia puede
ser trasplantada o exportada.
- Continuación y conclusión del encuentro colectivo
Luego volvimos
al encuentro colectivo y me tocó hacer la síntesis y redactar el comunicado
final con la ayuda de la compañera de amor y lucha del comandante “Tiro
Fijo”, en la “laptop” del camarada Manuel. ¡Tremendo privilegio
espiritual!
Allí se selló
un importante momento en el camino de la unidad de una parte de
los revolucionarios y comunistas del continente. Unidad en la
diversidad, embrión de algo promisorio, todavía en crecimiento.
Y al final
todos(as) los(as) participantes fuimos premiados(as) con un asado y
con arroz campesino “a lo Tiro Fijo” y con un traguito dominicano
de la “mamajuana” que llevé.
Después de
ese episodio no hubo más encuentros personales directos con el camarada
Manuel Marulanda, pero sí una intensa amistad y colaboración a distancia
y por intermediación de otros(as) valiosos(as) dirigentes de las FARC-EP.
La implementación
del Plan Colombia-Iniciativa Andina y específicamente del denominado
Plan Patriota (vertiente militar colombo-estadounidense dirigida contra
las FARC-EP), junto a la ruptura de los diálogos de paz, obligó al
líder histórico de esa fuerza insurgente a colocarse en las zonas
más aguda de la confrontación y a reforzar las medidas de seguridad.
En un
momento posterior se planteó una nueva posibilidad de vernos, pero
había que disponer de unos dos meses para llegar y retornar (y yo no
tenía entonces esa posibilidad) y, además, la intensificación de
los enfrentamientos militares complicó posteriormente más la situación
y se optó por otras fórmulas como el encuentro con Raúl Reyes
en su campamento del Putumayo y los intercambios en otros campamentos
con Iván Márquez y otros(as) apreciados(as) dirigentes de FARC.
Me ocupé siempre
de hacerle llegar al camarada Manuel, aun en circunstancias tan difíciles,
mis artículos, mis libros, mis opiniones… y siempre recibí sus estimulantes
opiniones y expresiones de cariño. Igual le escribí algunas cartas
y recibí varios mensajes de su parte.
Siempre traduje
en hechos mis palabras de solidaridad e insistí con todos(as) los(as)
camaradas de las FARC-EP en la necesidad de hacer un gran esfuerzo para
contrarrestar la perniciosa estigmatización de su líder y de sus dirigentes
con el mote de “narcoterrorista” empleado por EEUU, la oligarquía
colombiana y el perverso régimen de Uribe.
Resulté muy
reiterativo-casi necio- en la necesidad de que se conociera en mayor
escala y con más detalles la personalidad de Marulanda, y el pensamiento,
el proceder y la realidad de esa organización político-militar, porque
sabía la resistencia de él y otros comandantes- desde una modestia
exagerada- a lo que por aquí llamamos el “figureo”. Igual
respecto a otros(as) valiosos(as) cuadros de esa organización. Sentía
imperioso que eso se hiciera.
Porque cuando
uno conoce de cerca de seres humanos de ese calibre, y particularmente
a un revolucionario de la estirpe y la trayectoria histórica de Manuel
Marulanda, no puede menos que indignarse, rebelarse y asumir todos los
riesgos para ayudar y estimular a despejar la bruma prefabricada de
calumnias que ocultaba sus virtudes y era y es usada para criminalizar
la insumisión frente a las fechorías e injusticias emanadas del poder
narco-paramilitar y del Estado terrorista colombiano, satélite de los
campeones del genocidio y el saqueo a escala planetaria. Y creo que
algo se avanzó en esa dirección.
Pero de todas maneras, con esa o sin esa ayuda-que además contó con otros valiosos aportes de otros(as) camaradas del continente y del mundo- la imagen de los grandes seres humanos y de los grandes héroes revolucionarios crece más ante los ojos de la humanidad –ironía de la vida- después de su muerte física y por eso la obra revolucionaria del comandante Tiro Fijo, está pasando, ahora más aceleradamente que antes, a ser leyenda trascendente, incontrovertible e inolvidable.
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