Cincuenta años de Revolución Cubana

Estados Unidos y Cuba, ¿hacia la normalización?

Cuba celebra el quincuagésimo aniversario del triunfo revolucionario de Fidel Castro sobre la dictadura de Fulgencio Batista en 1959. Por su parte, el nuevo presidente electo estadounidense, Barack Obama, tomará posesión el 20 de enero, suscitando una extraordinaria expectativa en todo el mundo. Los cubanos esperan poder entablar, por fin, un diálogo conciliatorio con el nuevo líder occidental y arreglar sus diferencias. Balance de las relaciones cubano-estadounidenses bajo el reinado de George W. Bush y análisis de las perspectivas futuras.


La elección de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos es una revolución sin precedentes. Por primera vez en la historia del país, un hombre de color alcanza el puesto supremo. Al escoger al candidato demócrata, el pueblo estadounidense ha llevado al poder a un hombre que pretende encarnar una nueva política después de la desastrosa administración Bush.1


La llegada de Obama al poder es de buen augurio para las futuras relaciones entre La Habana y Washington. Como un símbolo, el ex senador de Illinois es el primer candidato presidencial demócrata que ganó el voto hispano del Estado de Florida, donde residen cerca de 800.000 cubanos, por un amplio margen de un 57%.2


Los cubanos de la isla acogieron el nombramiento de Obama con una mezcla de prudencia y satisfacción. «Sin duda es más inteligente, culto y ecuánime que su adversario republicano», declaró Fidel Castro con respecto a él. Se trata del «mejor orador político de Estados Unidos de las últimas décadas», añadió, alabando sus «ideas bien articuladas».3


La administración Bush exacerbó las tensiones con La Habana hasta un nivel inédito desde la época de Reagan y aumentó singularmente las sanciones económicas. Desde su llegada al poder, el antiguo gobernador de Texas declaró su voluntad de derrocar al gobierno cubano. Así, resulta poco sorprendente que Cuba haya emitido una preferencia por Obama en detrimento de John McCain, considerado el heredero de George W. Bush.


Balance de George W. Bush


Desde su entronización en 2002, la administración Bush se mostró agresiva hacia La Habana. En abril de 2002, John Bolton, entonces subsecretario de Estado para el Control de Armamentos y la Seguridad Internacional, acusó Cuba de fabricar armas biológicas y exportarlas a terceros países, amenazando a la isla con represalias. En mayo de 2002, durante una visita histórica a Cuba, el ex presidente estadounidense James Carter desmintió las acusaciones de Bolton, lo que obligó a Washington a dar marcha atrás.4


En septiembre de 2002, James Cason fue nombrado jefe de la Sección de Intereses Norteamericanos de La Habana (SINA). A su llegada a Cuba el 10 de septiembre, declaró su intención de «acelerar el proceso de transición hacia una Cuba democrática». Una semana después, reunió a las principales figuras de la oposición cubana en su residencia y puso a su disposición una ayuda material y financiera para llevar a cabo sus actividades contra el gobierno. En marzo de 2003, 75 opositores que aceptaron los emolumentos que les brindó Washington fueron arrestados y condenados a severas penas de prisión por asociación con una potencia extranjera.5


Cason también intentó fomentar una crisis migratoria al negarse a otorgar visas a los candidatos a la emigración y violando así los acuerdos migratorios de 1994. Éstos estipulaban que Estados Unidos otorgaría como mínimo 20.000 visas al año a Cuba. Así, entre el 1 de septiembre de 2002 y el 28 de febrero de 2003, la SINA sólo proporcionó 505 visas, es decir, un 2,5% del total establecido por la convención. A título de comparación, en 2002, Washington había otorgado para el mismo periodo 7.237 visas, 8.300 en 2001, 10.860 en 2000 y 11.600 en 1999.6


Al mismo tiempo, con el objetivo de desestabilizar el país, la administración Bush estimuló la emigración ilegal por medio de Radio y TV Martí, recordando la existencia de la ley de Ajuste Cubano. Ésta permite a cualquier cubano que emigra legal o ilegalmente a Estados Unidos conseguir automáticamente al cabo de un año el estatuto de residente permanente y diversas ventajas más.7


La empresa fue exitosa. Efectivamente, entre agosto de 2002 y abril de 2003, ocurrieron siete secuestros, entre ellos uno mortal, en Cuba. Los individuos en cuestión pudieron alcanzar Estados Unidos donde fueron liberados bajo fianza, incluido el responsable del asesinato de un marino, lanzando así un mensaje claro a todos los que deseaban emigrar. Al mismo tiempo, Roger Noriega, entonces subsecretario de Estado para los Asuntos Interamericanos, declaró que todo flujo masivo de emigrantes sería «considerado como una amenaza para la seguridad de Estados Unidos y exigiría eventualmente una respuesta de orden militar». Frente a esas amenazas explícitas, La Habana tuvo que reaccionar drásticamente juzgando y ejecutando a tres secuestradores en abril de 2003, poniendo así término a la crisis.8


En mayo de 2004, Bush impuso nuevas sanciones que estableció la Comisión de Asistencia a una Cuba Libre. Dichas sanciones limitan a 14 días cada tres años las estancias en su país de origen de los cubanos residentes en Estados Unidos, separando así a numerosas familias, y reducen las remesas que se pueden enviar a sólo 100 dólares mensuales. La Comisión multiplicó los fondos destinados a la oposición, las transmisiones de programas subversivos y lanzó una campaña internacional de desprestigio contra el gobierno de La Habana. La Casa Blanca designó también a Caleb McCarry como procónsul encargado de la transición en una Cuba posrevolucionaria.9


Del mismo modo, mofándose de la legislación internacional, la administración Bush no vaciló en aplicar las sanciones económicas contra Cuba de manera extraterritorial. Varias delegaciones cubanas fueron expulsadas de diferentes hoteles donde estaban alojadas en México, Noruega y Reino Unido, con el pretexto de que dichos hoteles pertenecían a multinacionales estadounidenses. Washington también multiplicó las provocaciones contra el gobierno cubano mediante la SINA y canceló la mayoría de los intercambios deportivos, culturales y académicos entre las dos naciones.10


En julio de 2006, Bush elaboró otras sanciones y fijó en 18 meses el plazo para librarse del gobierno de Fidel Castro. Para ello dedicó un presupuesto de 80 millones de dólares que incluía un incremento de la financiación de la disidencia, la multiplicación de las transmisiones subversivas contra Cuba, un cabildeo sustancial hacia las demás naciones para reforzar el estado de sitio y sanciones contra los países que comerciasen con la Isla del Caribe.11


El 24 de octubre de 2007, el inquilino de la Casa Blanca pronunció un discurso virulento en la sede del Departamento de Estado, en Washington, contra Cuba. Bush anunció la creación de un «Fondo de la libertad para Cuba» de varios miles de millones de dólares, destinado a derrocar al gobierno de La Habana y a llevar de nuevo a Cuba a la esfera de influencia de Estados Unidos. Bush lo dijo claro: «la palabra básica en nuestras futuras relaciones con Cuba no es ‘estabilidad’ [sino] ‘libertad’».12


Un informe de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental de Estados Unidos (United States Government Accountability Office – GAO) del 19 de diciembre de 2007, que publicó 96 páginas sobre las consecuencias originadas por el endurecimiento de las sanciones económicas contra Cuba, es ilustrativo del ensañamiento de la administración Bush con La Habana. Según el GAO, el enfoque de los servicios aduaneros con respecto a Cuba «reduce la aptitud de los servicios aduaneros para llevar a cabo su misión, que consiste en impedir que los terroristas, criminales y otros extranjeros indeseables entren en el país».13


Las medidas que tomó la administración Bush fueron un fracaso. Las sanciones económicas suscitan un rechazo unánime. El mundo de los negocios, la opinión pública estadounidense y la comunidad internacional se oponen a ellas. El 29 de octubre de 2008, por decimoséptimo año consecutivo, 185 de los 192 miembros que componen la Asamblea General de las Naciones Unidas se pronunciaron por el levantamiento de este castigo que azota a los cubanos. Jamás se había alcanzado esa aplastante mayoría. Sólo Estados Unidos, Israel y Palau votaron contra la resolución. Desde su imposición en 1960, las sanciones han costado la bagatela de 93.000 millones de dólares a la economía cubana y 3.700 millones sólo en el año 2007.14


La posición de Barack Obama


El nuevo presidente estadounidense ha declarado su disposición a entablar conversaciones bilaterales con el gobierno de La Habana, «normalizar las relaciones y suavizar el embargo que ha presidido las relaciones entre nuestros países durante los cinco últimos decenios». Obama es el primer presidente estadounidense que anuncia un eventual levantamiento del estado de sitio económico contra Cuba. 15


Conforme a su promesa de campaña, Obama levantará rápidamente las restricciones a los viajes y al envío de remesas impuestas en 2004. «Se trata a la vez de una cuestión estratégica y humanitaria. Esta decisión [...] ha tenido un impacto profundamente negativo sobre el bienestar del pueblo cubano», declaró Obama. Como presidente, «otorgaré a los cubano-estadounidenses derechos ilimitados para visitar a sus familias y mandar dinero a la isla», aseguró.16


Por su parte el Congreso, dominado por los demócratas, podría poner fin a la prohibición de viajar a Cuba a los ciudadanos estadounidenses y Cuba volvería a ser un destino turístico para Estados Unidos. Por otra parte, facilitaría también los trámites administrativos para permitir que La Habana adquiriera más fácilmente productos agrícolas estadounidenses y eliminaría las restricciones impuestas a los intercambios académicos, culturales y deportivos.


Un modus vivendi entre Cuba y Estados Unidos es concebible. Desde 1959, La Habana ha tendido varias veces un ramo de olivo a Washington y cada vez ha recibido un rechazo obstinado. El gobierno de Raúl Castro, quien había propuesto dos veces un diálogo a Bush desde 2006, declaró que estaba dispuesto a resolver todos las diferencias con la nueva administración demócrata, sobre una base de respeto de la soberanía, de reciprocidad y de no injerencia.17


El presidente Obama tiene una oportunidad histórica para poner fin a una política obsoleta e inhumana contra el pueblo cubano. Si da prueba del coraje político necesario, si logra escapar a la probabilidad, cada vez más fuerte, de un atentado contra su vida, entonces será posible considerar una solución honorable para las dos naciones después de cincuenta años de relaciones conflictivas.


Notes


1 The New York Times, «The Next President», 4 de noviembre de 2008.

2 Casey Wood, «Obama First Democrat to Win Florida’s Hispanic Vote», The Miami Herald, 5 de noviembre de 2008.


3 Fidel Castro Ruz, «Las elecciones del 4 de noviembre», Cuba Debate, 3 de noviembre de 2008.


4 The Miami Herald, «No Proof of Bioweapons in Cuba, Carter Says», 14 de mayo de 2002.


5 Cuba Socialista, «The Diplomacy of James Cason», septiembre de 2003.

6 Salim Lamrani, Fidel Castro, Cuba y los Estados Unidos (La Habana: Editorial José Martí, 2008), p. 189.


7 Ibid.


8 Ibid.


9 Colin L. Powell, Commission for Assistance to a Free Cuba, (Washington: United States Department of State, mai 2004). www.state.gov/documents/organization/32334.pdf (sitio consultado el 7 de mayo de 2004).


10 Salim Lamrani, «Washington dicta la ley sobre Cuba en Europa», Rebelión, 16 de enero de 2007.


11 Condolezza Rice & Carlos Gutierrez, Commission for Assistance to a Free Cuba, (Washington: United States Department of State, Julio de 2006). www.cafc.gov/documents/organization/68166.pdf (sitio consultado el 12 de julio de 2006).


12 George W. Bush, «Remarks by the President on Cuba Policy», Office of the Press Secretary, The Miami Herald, 24 de octubre de 2007.


13 The United States Government Accountability Office, Economic Sanctions. Agencies Face Competing Priorities in enforcing the U.S. Embargo on Cuba, Report to Congressional Requesters, noviembre de 2007.

http://www.gao.gov/new.items/d0880.pdf (sitio consultado el 21 de diciembre de 2007), introducción, pp. 1, 6, 7, 48.


14 Edith M. Lederer, «UN Again Urges US to Lift Embargo Against Cuba», The Associated Press, 29 de octubre de 2008.


15 Barack Obama, «Our Main Goal: Freedom in Cuba», The Miami Herald, 21 de agosto de 2007.


16 Ibid.


17 El Nuevo Herald, «Triunfo de Obama pone a Raúl ‘contra la pared’, afirma opositor», 6 de noviembre de 2008.


Salim Lamrani es profesor encargado de cursos en la Universidad Paris Descartes y periodista francés, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Acaba de publicar Doble Moral. Cuba, la Unión Europea y los derechos humanos (Hondarriaba: Editorial Hiru, 2008).

Contacto: lamranisalim@yahoo.fr

Le Monde Diplomatique


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Salim Lamrani

Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor titular de la Universidad de La Reunión y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

 lamranisalim@yahoo.fr

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