Este artículo no pretende ser un análisis acabado de la situación geopolítica de América Latina y el Caribe hoy, ni mucho menos de las relaciones complejas entre Norte y Sur en el continente, surge a propósito de la quinta cumbre de las Américas y las expectativas generadas en torno a la primera visita a la región del presidente Barack Obama, el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y sin dudas uno de los más particulares casos de reacciones mediáticas al interior y exterior de ese país. Aunque Obama no pisa por primera vez América Latina, su presencia en el Caribe se puede entender como el primer encuentro de alto nivel con los mandatarios de la región luego de un improductivo paso por México, que no logró resolver las tensas relaciones generadas por la situación fronteriza, como sus antecesores, Obama llevo a México un catálogo de armas sofisticadas del decadente complejo industrial – militar de su país como alternativa a la inmigración y el desarrollo de los carteles de la droga.
Obama no ha sido noticia por sólo ser el primer presidente negro, a ello se le incluye su origen de inmigrante en un país que tiene como consigna central el “american dream”, esto se traduce en la posibilidad de convertirse en un influyente ejecutivo o hasta presidente de la república sustentando en el trabajo y nivel competitivo individual. Obvio que mientras Obama asciende al poder, la mayor parte de los inmigrantes de distintas nacionalidades (mexicanos, peruanos, salvadoreños, asiáticos, etc) son cazados con leyes que criminalizan la inmigración, sirviendo para la construcción de nuevas fronteras económicas que se extienden hoy como sustitución de la vieja frontera de la Guerra Fría y que ha delineado dos mundos completamente diferentes de oportunidades y posibilidades.
Hace 41 años en Memphis, la cuna de Elvis Presley, un ministro de la Iglesia Bautista caía abatido mientras se preparaba para un discurso, el emblemático “I Have a Dream“ lo catapultaría como un líder del movimiento de los derechos civiles en la creación de una Desobediencia Civil sin Violencia, lo cierto es que Martin Luther King había pedido simplemente “I have a dream that my four children will one day live in a nation where they will not be judged by the color of their skin but by the content of their caracter[1]”, imagino que para las condiciones de los Estados Unidos de ese momento, era impensable que en el sueño de Luther King estuviera la posibilidad de que un afroamericano gobernará el país, sobre todo cuando la lucha fundamental aún estaba centrada en el reconocimiento de los negros como seres humanos, años más tardes Stevíe Wonder cantaría: We'll make the dream become a reality / I know we will/ Because our hearts tell us so” en Happy Birthday, la pregunta sería ¿Es Obama la concreción del sueño de los afrodescendientes a los que acompaño King?.
Lejos del pacifismo profesado por Luther King, se erige la figura prominente de un líder que no cuestionaba simplemente la situación de los afroamericanos, sino que entendió la causa del racismo más allá de las fronteras nacionales y de forma contundente cuestionaba el papel intervencionista del gobierno norteamericano en África en las guerras de descolonización:
And these pilots are hired, their salaries are paid by the United States government. They're called mercenaries, these pilots are. And a mercenary is not someone who kills you because he's patriotic. He kills you for blood money, he's a hired killer. This is what a mercenary means. And they're able to take these hired killers, put them in American planes, with American bombs, and drop them on African villages, blowing to bits Black men, Black women, Black children, Black babies, and you Black people sitting over here cool like it doesn't even involve you[2]. (Malcom X, Speech at Ford Auditorium, 1965)
La figura emblemática de un líder como Malcom X, nos servirá con mayor precisión en el intento de repasar brevemente el papel de Barack Hussein Obama en la política exterior de su país. Quienes recuerdan los debates presidenciales entre Obama y McCain, no olvidarán el énfasis de los republicanos en continuar el proyecto invasor de Bush en el mal llamado “medio oriente” y la insinuación de una retirada temprana por parte de los demócratas; la caída estrepitosa de los principales índices industriales y el déficit billonario de las arcas del Estado sumó sin dudas al triunfo de los demócratas que parecía ya una tendencia irreversible en una sociedad donde el desempleo se triplicó de manera alarmante y el sector inmobiliario entró en una recesión de carácter global empujando al final de la burbuja de especulación; que también había llevado los precios del petróleos a superar los 140 dólares por barril. Obama insistió en la estrategia de replegar las tropas de Irak al cercano Afganistán en un intento de obtener una victoria militar ante el fracaso del plan de ocupación de esa región. Lo cierto hoy, es que luego de ambas invasiones, ni Irak ni Afganistán son lugares seguros para el funcionamiento de las trasnacionales norteamericanas que se hicieron con el control de los contratos de reconstrucción y los principales yacimientos de petróleo; en el caso de Irak, los talibanes siguen golpeando a la coalición multinacional y las diferencias religiosas en Irak se han incrementado de manera exponencial. Heroína y petróleo se fusionan en una fracasada incursión militar, que hace rememorar las viejas experiencias de Vietnam.
La situación se suma a la caída de Musharraf en Pakistan como jefe absoluto y la inminente convulsión de Pakistán que obligó a reposicionar los bombarderos norteamericanos. ¿Cuáles son los retos de Obama y su política exterior?, con ánimo de recomponer las relaciones a lo interno de los demócratas, Hillary Clintón entró a la línea de fuego con la misión central de rescatar la deteriorada imagen de los Estados Unidos en el mundo, en pocas palabras, reasumir el liderazgo como la potencia hegemónica del globo. El primer reto fue la crítica situación en la Franja de Gaza que se inició antes del ascenso de Obama, en una clara respuesta de la línea dura del Sionismo internacional, que recordaba con claridad los tratados de Oslo y la posibilidad de un acuerdo de paz, negocio improductivo para un Estado cuyo oficio central está fundamentado en la industria de la guerra. Está claro que la ultraderecha Israelí aprovechaba el vacío ante la salida de Bush y completaba la ley de “tierra arrasada” para ganarse los adeptos en el proceso electoral que vivía al interior, enviando un claro mensaje a Obama sobre cualquier intento de negociación para la creación del Estado Palestino.
A éstos acontecimientos se le suma la salida de Corea del Norte de la negociación a 6 bandas, el lanzamiento de un misil intercontinental, la reaparición de Rusia sobre todo con la retoma de áreas de influencia en las adyacencias estratégicas del Cáucaso y por supuesto, el viraje político de América Latina y el Caribe luego de una década de mengua de la influencia norteamericana y el fortalecimiento de gobiernos de izquierda moderados y radicales. A grandes rasgos, la complicada escena internacional se suma al difícil tema de las automotrices que se fue a pique con las emblemáticas General Motors o Ford; por primera vez luego de de la Carta del Atlántico el orden de posguerra se ve tambalear y sin la emergencia de un conflicto de gran escala. Hoy Bretton Wood parece ser un “cadáver” que cada vez suma más voces para su sepelio, en el intento de procurar una nueva arquitectura financiera mundial luego del descalabro de las economías capitalistas que ha sumado mayores niveles de racismo y xenofobia, haciendo reaparecer las viejas formulas políticas del fascismo europeo de mediados del siglo pasado.
No es la primera vez que un afroamericano ingresa al alto gobierno norteamericano, recordemos a Colin Powell y Condolezza Rice de data reciente, ambos ligados a una gestión altamente expansiva y con un retorno a las soluciones rápidas, que colocan la vía militar en la agenda. En pocas palabras, sería iluso creer que el color de piel del nuevo presidente de los Estados Unidos es la garantía de transformación de su política exterior, la situación de Estados Unidos es crítica en su intento de sostener la hegemonía global, muestra de ello es la recién terminada cumbre de los 20, donde el propio Sarkozy alardeó a vox populi sobre su poca efectividad. América Latina no es la misma y revivir el ALCA no parece la postura más clara para recuperar la “confianza” en la región, donde sólo mantiene pocos aliados de importancia.
Cada vez más los pedimentos de retirar el bloqueo a Cuba se cruzan en los caminos de Obama, lo cierto es que mientras Estados Unidos se empantanaba en Irak, en América Latina y el Caribe, Cuba recuperó su perfil a través de nuevas alianzas, rompiendo con el viejo esquema de bloqueo propio de la Guerra Fría, la Unasur, el ALBA y otras alternativas de integración regional creadas en los últimos años, que son la respuesta de la región ante el desarrollo de los planes anexionistas que ha encontrado eco en pocas voces, casos como el Plan Puebla-Panamá de Fox, o el Plan Colombia de Alvaro Uribe. Obama llega a la cumbre de las Américas con la chequera vacía, con un cheque sin fondo, imposible de cobrar, “recuperar la credibilidad”, imposible mientras dependa de los grupos de presión que lo hicieron llegar a la Casa Blanca, Obama es un negro bien formado en las escuelas norteamericanas del Status Quo, su misión no es la de desmontar el Estado guerrerista que hoy dirige, su tarea es “recuperar la hegemonía”, Obama no es el viejo Franklin Delano Roosevelt, ni tampoco Luther King, el cheque que esperaba cobrar éste último aún sigue sin fondos en los excluidos y explotados del mundo, la misma África que Malcom X dibujaba hace 40 años. Como punto final de estas líneas, no me emocionaría mucho con esta visita, sencillamente da lo mismo un demócrata o un republicano cuando de soberanía se trata, a veces es preferible los enemigos abiertos que la conspiración soterrada.
(*) Profesor de la Universidad Bolivariana de Venezuela
Sede Bolívar
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