Sé que suena altisonante e incluso fuera de lugar, pero imaginemos por un momento que Obama a partir de su discurso reivindicativo ante el pueblo de los Estados Unidos, empiece a descubrir que darle respuesta a su pueblo antes que a los sectores financieros y los sectores imperialistas de su país podría generar verdaderos cambios que benefician al mundo entero. Imaginemos por un momento que Obama empieza a descubrir que con la fuerza del pueblo organizado, y en unión con los movimientos sociales del pueblo podría generar la transformación necesaria para que disminuya la pobreza y disminuya el deterioro progresivo del ecosistema. Imaginemos por un momento que Obama se plantea y cumple una estrategia de relaciones de igualdad con el resto de los líderes del mundo y en especial de América Latina, imaginemos que Obama, en conciencia de la realidad del mundo inicia una transformación del sistema económico que responda a los ciudadanos del mundo, logrando el equilibrio entre las necesidad y la producción, planteando una nueva fórmula de desarrollo global.
Sólo imaginar esto, pondría en tela de juicio mi cordura, y seguro, a esta altura, más de uno debe estar excomulgándome del socialismo, y en verdad, se que sería merecedor de tal posición, porque sólo pensar que una de estas cosas sea posible implicaría la muerte de Obama y el inicio de las férrea guerra del capitalismo contra las mayorías que claman un cambio en las políticas estadounidenses.
Aún más, imaginar lo que acabo de plantear sería la posición más ingenua que analista alguno pueda asumir si pretende realizar algún análisis serio de la realidad. Incluso soñando con la buena voluntad de Obama, la realidad histórica aún no permite pensar en algún cambio real y contundente entre los países dizque desarrollados, el único cambio posible es el que se inicia a partir de las ideas y el pensamiento crítico que tanto Fidel como Chávez han impreso en el contexto internacional.
Es indiscutible, ni siquiera por los sectores más reaccionarios de nuestro país, que Chávez es un hito fundamental en la historia contemporánea, y no podría comprenderse los cambios que las relaciones internacionales viven sin analizar el fenómeno Chávez en Venezuela y Latinoamérica.
Sin embargo no hay que negar que Obama vive una coyuntura que podría permitir generar algún tipo de cambio real en el concierto de las naciones, Obama tiene una oportunidad de oro, emanada parcialmente de la orden que le dio su pueblo al elegirlo como alguien aparentemente diferente a lo regular en cuanto a las elecciones que ha efectuado el pueblo estadounidense en su historia, pero además, existe una orden emanada de los pueblos rebeldes del sur, que sin poder vinculante ha dado la instrucción a los gobernantes del mundo de iniciar de una vez por todas cambios trascendentes de un sistema capitalista inhumano y pervertido que privilegia lo material ante lo humano.
Sólo nos queda vivir la pequeña ilusión de un apretón de mano que simboliza el deseo de los pueblos de unificar esfuerzos sinceros para creer que un mundo distinto es posible. Lamentablemente, ese buen deseo sólo se podrá expresar en el corto y mediano plazo en un reestablecimiento de relaciones diplomáticas entre Venezuela y Estados Unidos, una discusión en la OEA sobre la suspensión de la expulsión de Cuba de su seno y la alegría de una luna de miel que proyecta un divorcio seguro si no se supera la hipocresía diplomática sobre la cual se monta el diálogo de nuestros gobiernos, y del que nuestro gobierno no ha escapado aún.
Obama podría ser chavista si logra aportar algunos de estos cambios deseados, pero su energía es potencial, muy lejos de lo cinético que nuestros sabios pueblos demandan. Obama desconociendo la existencia de Las Venas Abiertas de América Latina, evidencia que él podría ser chavista y no lo sabe, y parece que no lo sabrá nunca.
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