1. Desde principios de los años sesenta, mientras en varios países de Centro y Suramérica se repetían gobiernos militares que ponían la represión como principal forma de gobierno, descarté que en México pudiera instalarse un régimen fascista o militar como en los países del sur. Observaba que como todo país capitalista el gobierno mexicano era brutalmente represivo, pero siempre puso en primer lugar su carácter mediatizador, manipulador de masas y comprador de líderes de oposición. Respondía a una de las características básicas de la Revolución Mexicana que en los años 20 fue su acendrado populismo, el permanente contacto de los líderes revolucionarios de las clases medias con las masas campesinas, obreras y populares. Hoy es otra cosa.
2. El populismo de la Revolución, esencialmente agrario, comenzó a ceder en los 40 y 50 a raíz de que México se integró al mercado de los EEUU y el urbanismo comenzó a desarrollarse subyugando o explotando al campo. En la década de los 60, según los censos, la población urbana se impuso. Sin embargo el populismo y el nacionalismo todavía vivieron en los años 70 para dar paso de los 80 en adelante al neoliberalismo privatizador. Aunque ahora todos hablen de la globalización y de la economía abierta al mundo, la realidad es que todos los países poderosos actúan como “nacionalistas” que sólo cuidan sus intereses de gran nación, mientras obligan a los países dependientes a abrir sus fronteras a la “libre competencia” para ser saqueados por los poderosos.
3. En México no existe un régimen fascista de gobierno porque aún se mantienen algunos márgenes de libertad, aunque muchas organizaciones estén siendo reprimidas con brutalidad y se multipliquen presos y asesinados; pero si el desempleo y la miseria se hacen más profundos, si el ejército sigue ocupando las calles y se siguen reprimiendo las manifestaciones de protesta, pronto la población tendrá que defender con más fuerza sus derechos y el gobierno –con cualquier pretexto- comenzará por extender los “Estados de Sitio”. El gobierno panista de Calderón, desde el fraude electoral que impuso en 2006, negoció con los principales líderes del PRI (Beltrones, Paredes, Peña Nieto, Gamboa) una especie de cogobierno que en lo fundamental le ha funcionado.
4. Gobierno, PAN y PRI, funcionan muy bien respaldando gobernadores como el de Oaxaca, Puebla, Sonora y Morelos acusados de estar ligados al narcotráfico y por gobernar para enriquecer más a los empresarios. Aunque Beltrones -el dirigente priísta de la cámara de senadores- declare que “se ha sustituido el estado de derecho por un Estado de derecha” o que “rápidamente nos estamos acercando al fascismo por los instrumentos de excepción que el Congreso le ha dado a este gobierno, como son la intervención telefónica, la de los cateos y el arraigo, estén siendo utilizados de manera incorrecta y facciosa”; la realidad es que sólo presiona a Calderón para lograr más espacios y poder. Beltrones y sus amigos son gansters calculadores de la política.
5. Beltrones quita responsabilidad de los errores del (des) gobierno de la nación al presidente Calderón y culpa a otros. Con gran astucia de vuelo el ex-gobernador de Sonora y fuerte aspirante presidencial señala que Calderón ha perdido verticalidad porque la extrema derecha del PAN lo está llevando a una política facciosa. Tiene esperanza de que “el presidente Felipe Calderón haga un alto en el camino y recupere su visión de estadista de largo plazo que tenía antes de la muerte de Mouriño en noviembre de 2008. Señala el experto en política priísta que “los duros” se impusieron en el PAN y que están llevando al primer mandatario del país al desastre. Estas declaraciones demuestran con gran nitidez que la alianza de Beltrones y Calderón es muy sólida.
6. En México, cuando hemos observado la enorme violencia con que actúan las policías y el ejército contra el pueblo, cuando vemos que cientos de trabajadores de la ciudad y del campo llenan las cárceles y sabemos que un puñado de grandes ricos intensifican la explotación y el saqueo del país, pensamos que vivimos en un régimen neofascista, fascista o, por lo menos, filofascista. Tratamos de comparar a los gobiernos mexicanos con los de Hitler, Musoline, Pinochet o Franco y sus métodos de represión y control. La realidad es que ellos fueron el “fascismo clásico” y en México suelen aplicarse sus variantes usando la mediatización, la amenaza, el corporativismo, la compra de líderes, la represión selectiva y brutal. Lo que más les ha funcionado es la mediatización.
7. El PRI, durante setenta años de controlar la Presidencia y dominar a la población del país, enseñó a los políticos del PAN, PRD y otros partidos -hasta a empresarios- que ningún movimiento social, ninguna tragedia o calamidad nacional pueden poner en jaque al país y su sistema económico y político si se negocia todo entre los jerarcas de los partidos, las instituciones empresariales y dirigentes sindicales oficiales. ¿Puede alguna rebelión como la del EZLN, una rebeldía como la de López Obrador, una extensión del narcotráfico, una epidemia como la influenza o las muertes de 46 niños poner en peligro la inestabilidad del sistema de explotación y opresión capitalista? De ninguna manera. PAN y PRI, los partidos de la derecha, defenderán al sistema.
8. El fascismo mexicano será “sui géneris”. Un poderoso ejército mexicano reforzado con tecnología y armas de los EEUU ocupando el país con el pretexto del combate al narcotráfico. Dos o tres partidos poderosos repartiéndose el país como botín político sirviendo de dique de contención de todos los movimientos indígenas, campesinos, obreros y populares. Poderosos empresarios nacionales y extranjeros haciendo enormes negocios mientras por medio de leyes del trabajo explotan sin freno el trabajo humanos y un gobierno entregado totalmente a los intereses yanquis. Mientras tanto un pueblo que sufre falta de servicios médicos, educativos, de vivienda, porque la privatización es la medida de todos los servicios y, al mismo tiempo es sufre espionaje permanente.
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