El humo de la propaganda del Estado español y de los medios de comunicación burgueses no nos deja percibir la Canarias en que vivimos. Envueltos en sueños de europeidad y riqueza, en promesas del luminoso futuro de un capitalismo superador de la crisis, nos aseguran que ya crecen los brotes verdes de la futura y eterna prosperidad que merecemos como pertenecientes a la zona de mayor “estabilidad” y “democracia” del planeta. ¿Quién se atrevería a dar un paso en otra dirección sin ver más allá de sus narices
Pero como en
Matrix, basta desenchufarse de esa realidad virtual para ver la otra.
La terrena, humana, palpable. La que nos rodea mientras agachamos la
cabeza esperando que escampe. Pero no deja de llover. Llueve paro. Llueve
indigencia. Caen a cántaros las pequeñas empresas abocadas a la quiebra.
De enero a mayo, los visitantes en los aeropuertos canarios han disminuido
en dos millones de personas. La Europa que nos iba a traer una vida
de sibaritismo y democracia, nos hiela el corazón con una creciente
marea de pobreza, desamparo y fascismo en auge.
Basta mirar
alrededor. A nuestros vecinos. A nuestros familiares. A nuestros hijos
sin futuro ni esperanza. Al creciente número de policías entrenados
en reprimir motines. A la multitud de escaparates con el “Se traspasa”.
A la disminución a la mitad de las cestas de la compra. A los dientes
sin arreglar. Los pequeños síntomas de la pobreza. De la depauperación.
De la penuria.
Lo reconoce
la propia iglesia católica, a través de Cáritas: en los últimos
cuatro años se ha duplicado el número de personas en situación de
pobreza en las Islas. Cáritas Diocesana calcula que en estos momentos
más del 30% de las familias canarias se encuentran en una situación
grave de carencia económica, con las correspondientes secuelas de lo
que se conoce como exclusión social. Al final del verano, más de 50.000
parados que ahora cobran un subsidio perderán todo tipo de prestaciones.
Pura y simple desesperación. Desamparo. Son los daños colaterales
del colonialismo y del imperialismo. De este maravilloso mundo color
de rosa.
Los más débiles
lo tienen peor. Ahora ya mujeres jóvenes. Con hijos. No pueden cubrir
las necesidades mínimas de subsistencia. Con una formación profesional
baja. Víctimas del fracaso del sistema educativo canario. Incapaces
de encontrar un trabajo cada vez más escaso. Familias enteras con los
dos miembros de la pareja en paro. No tienen para dar de comer a los
niños. No tienen para pagar el alquiler. Ni para pagar el agua. Ni
la luz. Ni siquiera para comprar las medicinas que les recetan.
Inmigrantes
que trabajaban como empleadas del hogar. En la hostelería. En la construcción.
Trabajadoras y trabajadores que ya superan los dos años en el paro.
Si las llegaron a tener, ahora se acaban las prestaciones. Sin un euro.
Este otoño va a ser muy duro para cada vez más gente en Canarias.
Los políticos burgueses siguen discutiendo de nimiedades. Siguen repartiendo
el botín de los fondos públicos. Y la marea de miseria sigue subiendo.
Ahogándonos cada vez más.
Podemos seguir
con lo de siempre. Con las viejas boberías. Con los viejos hábitos.
Con la trasnochada forma de empantanarnos en lo secundario. Pero ya
no sirve. Ya no vale. Hay que dar un paso al frente. Dejar atrás todas
las ilusiones electoralistas. Todos los resabios sectarios. Y desde
la urgencia, desde la voluntad de ser, desde la desnuda e inaplazable
necesidad de nuestro pueblo, poner en pie un amplio movimiento de supervivencia.
De lucha, de transformación, de cambio.
De cambiarnos
a nosotros mismos. Porque al pueblo canario no le queda otra que ponerse
en pie. Ganar en visión. Ganarse. No se puede seguir remoloneando.
Obcecándonos en fantasías europeas. Esperar que las cosas se arreglen
solas. Ha llegado el tiempo que exige claridad de la conciencia. Determinación.
Fiereza. Nos va la supervivencia en ello. Es hora de ponernos en marcha.
Ahora.
(*) Teodoro Santana es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)