Francisco Morazán legado y testamento

Francisco Morazán despierta hoy a 167 años de la orden de fusilamiento dada por los lacayos para detener a quien como Bolívar imponía la tesis de la unidad de “Centro América” formada por Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.

No es a Zelaya a quien quieren silenciar los vende patria, es a Morazán al que quieren fusilar de nuevo, porque saben a ciencia cierta que ya despertó “el Sol de Centroamérica” en cada garganta, en cada puño de los hombres y las mujeres hondureños que hoy luchan por su libertad en un mundo mejor participativo y socialista
Ayer: *“En 1830 logró imponerse limpiamente en las elecciones Francisco Morazán quien como presidente, durante el periodo -conocido como la «Restauración»-, quiso adelantar una serie de reformas a favor del pueblo y la unión centroamericana que encontraron la férrea oposición del egoísmo provincial, de las ambiciones de los militares, de la oposición de la Iglesia y de las presiones internacionales” En 1842 desembarcó en Costa Rica, donde tomó brevemente el poder; antes de que pudiera iniciar la reconstrucción de la unidad centroamericana fue capturado y fusilado”.


Hoy: La misma iglesia, los mismos oligarcas, los mismos titiriteros, las mismas ambiciones, los mismos militares lacayos, el mismo egoísmo, arrematen contra los hijos de Morazán, deponen a Zelaya y se aprestan a mantener bien sujetas las cadenas de la explotación y la dominación imperial contra el glorioso pueblo hondureño.



En homenaje al inmortal Francisco Morazán escrito tres horas antes de ser fusilado

Su Testamento:

*San José De Costa Rica: 15 De Septiembre De 1842. Día Del Aniversario De La Independencia Cuya Integridad He Procurado Mantener. En El Nombre Del Autor Del Universo En Cuya Religión Muero.

"Declaro: Que todos los intereses que poseía, míos y de mi esposa, los he gastado en dar un Gobierno de Leyes a Costa Rica, lo mismo que dieciocho mil pesos y sus réditos, que adeudo al señor General Pedro Bermúdez.

Declaro: Que no he merecido la muerte, porque no he cometido más falta que dar libertad a Costa Rica y procurar la paz a la República.

Por consiguiente, mi muerte es un asesinato, tanto más agravante cuanto que no se me ha juzgado ni oído. Yo no he hecho más que cumplir los mandatos de la Asamblea, en consonancia con mis deseos de reorganizar la República.

Protesto que la reunión de soldados que hoy ocasiona mi muerte la he hecho únicamente para defender el departamento de El Guanacaste, perteneciente al Estado, amenazado, según las comunicaciones del Comandante de dicho departamento, por fuerzas del Estado de Nicaragua. Que si ha cabido en mis deseos el usar después de algunas de estas fuerzas para pacificar la República, solo era tomando de aquellos que voluntariamente quisieran marcha, porque jamás se emprende una obra semejante con hombres forzados.

Declaro: Que al asesinato se ha unido la falta de palabra que me dio el comisionado Espinach, de Cartago, de salvarme la vida.

Declaro: Que mi amor a Centroamérica muere conmigo. Excito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imiten mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra.

Declaro: Que no tengo enemigos, ni el menor rencor llevo al sepulcro contra mis asesinos, que los perdono y deseo el mayor bien posible.

Muero con el sentimiento de haber causado algunos males a mi país, aunque con el justo deseo de procurarle su bien; y este sentimiento se aumenta, porque cuando había rectificado mis opiniones en política en la carrera de la revolución, y creía hacerle el bien que me había prometido para subsanar de este modo aquellas faltas, se me quita la vida injustamente.

El desorden con que escribo, por no habérseme dado más que tres horas de tiempo, me había hecho olvidar que tengo cuentas con la casa de Mr. M. Bennet, de resultas del corte de maderas en la costa del Norte, en las que considero alcanzar una cantidad de diez a doce mil pesos, que pertenecen a mi mujer, en retribución de las pérdidas que ha tenido en sus bienes pertenecientes a la hacienda de Jupuara, y tengo además otras deudas que no ignora el señor Cruz Lozano.

Quiero que este testamento se imprima en la parte que tiene relación con mi muerte y los negocios públicos.

Francisco Morazán.
Notas: Al estampar su firma, se incorpora y vuelve a leer: "Declaro que mi amor a Centroamérica muere conmigo..."

"Quiero que mis cenizas descansen en el suelo de El Salvador, cuyo pueblo me fue tan adicto."

Obtenido de "http://es.wikisource.org/wiki/Testamento_del_General_Francisco_Moraz%C3%A1n"



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Rafael Urdaneta


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