Del tiar a UNASUR: La pieza colombiana

Al término de la Segunda Guerra, de la cual emergieron triunfantes los Estados Unidos y la extinta Unión Soviética; los imperialistas norteamericanos de apresuraron a consolidar su dominio sobre su "patio trasero", imponiéndoles a los gobiernos, mayormente dictaduras militares, un conjunto tratados dirigidos a subordinar su conducta internacional a los intereses estratégicos de los Estados Unidos, en su inevitable confrontación con la Unión Soviética, el movimiento comunista internacional y las otras corrientes revolucionarias, democráticas y progresistas en lucha por la democracia, el progreso social y la soberanía e independencia de nuestros pueblos.

No por casualidad, el primer tratado impuesto a los gobiernos minusválidos de estas discapacitadas seudorepúblicas del continente americano fue, precisamente, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, firmado el 2 de septiembre de 1.947, en Rio de Janeiro, Brasil, el cual, más allá de los documentos siempre tuvo dos claros propósitos imperialista: legitimar la intervención militar de los Estados Unidos en conflictos internos y externos de los Estados Miembros, con el fin de resguardar sus intereses y, obligar a los Estados del continente a responder colectivamente, en una hipótesis de guerra de los Estados Unidos con la URSS. Durante su vigencia, ha sido invocado mas de 20 veces (Guatemala, Haiti, Cuba, República Dominicana, Honduras-El Salvador, entre otros), pero nunca ha sido aplicado a un conflicto con una potencia extraregional, lo cual es, conforme el artículo 3.1 del TIAR, su causa legal de existencia.

Pero, cuando en 1982, la canalla militarista de Viola, Videla, Massera y Galtieri decidieron enviar tropas a Las Islas Malvinas para legitimar su régimen sanguinario, esperando contar con el apoyo de los Estados Unidos ante la respuesta militar de los invasores ingleses, el TIAR se hizo añicos, porque, aunque se trataba de una agresión a un país americano por parte de una potencia extraregional, los Estados Unidos, y Chile y Uruguay, (por razones distintas), optaron por no invocar el tratado inglés, favoreciendo la victoria de la “Perfida Albión” y sepultando, con ello, ese Viejo instrumento de la Guerra Fría.

Pero la Guerra moderna no es ni será el fruto de caprichos de gobernantes, ni mucho menos, de rabietas de generales, sino la expresión sangrienta, trágica, terrible, de los conflictos intra y entre clases, por lo que, mientras existan clases, la Guerra es una desgracia constante e inevitable para la Humanidad; para la cual no existe otra respuesta de los pueblos que la preparación para la prevención, la disuasión y la defensa misma, combinando las acciones políticas, los medios jurídicos (que son parte estos) y las medidas militares.

Pre eso, ante el “feliz vació” dejado por la momia insepulta del TIAR, y el impuso en la cooperación y la integración de los países suramericanos, los Jefes y Jefas de Estado de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, reunidos el 16 de diciembre de 2008, en la ciudad de Bahia, Brasil, crearon un Consejo De Defensa Suramericano, que sin ser un Pacto Militar clásico tipo TIAR u OTAN, se plantea unificar la voluntad de los gobernantes de estas naciones en materia de políticas de defensa común, cooperación en el plano militar, acciones humanitarias y operaciones de paz, industria y tecnología de defensa y formación y capacitación militar.

Esa histórica decisión política, saludada en su oportunidad por el comandante Chávez y resistida inicialmente por el presidente Alvaro Uribe Velez, de Colombia (pidio tiempo para “consultar”), fue la estocada final al TIAR y un desafió a los Estados Unidos que, por primera vez en un siglo, siente disputada su hegemonia militar, agravada por su salida de Panamá y la perdida de la base de Manta, en Ecuador. La respuesta ha sido clara pero silenciosa: reactivación de la Cuarta Flota, activación de la reuniones anuales de los ejércitos americanos, ejecución de plan de maniobras bilaterales y multinacionales conjuntas y, finalmente,. La instalación de las siete (7) bases militares en el territorio de Colombia.

Visto de esa manera, el escalamiento de la presencia militar norteamericana en Colombia, no solo no tiene como objetivo directo, AMERICANIZAR el conflicto armado y social interno colombiano que no puede ni podrá ganar nunca sola la oligarquía santanderiana, sino, también, recuperar hegemonias desafiadas, fortalecer presencias disuasivas, incrementar capacidades estratégicas para hipótesis de guerra regional e, incidir en el proceso de autonomización de las políticas militares de los Estados de Sur américa, la cual se viene construyendo bajo el impulso de una potencia media de los niveles políticos, económicos, poblacionales, territoriales, tecnológicos y militares de Brasil.

La próxima reunión extraordinaria de UNASUR, a realizarse en septiembre 2009 en Argentina, será determinante para conocer el curso de este proyecto militar y su articulación con el proceso de integración soberanista que se desarrolla en Nuestra América. La Partria es Nuestra América.

yoelpmarcano@yahoo.com


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Yoel Pérez Marcano


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