Qué desgracia de vecino

En el barrio, o sea en el cerro donde habito a mucha honra había un señor que para toda la vecindad era la efigie de la negatividad; algo asó como una Marta Colomina a la cual no la quiere ni su perro, No era un señor Barriga, el obeso personaje creado por Bolaños “chespirito”, ni aquel Lex Luthor, genio de la inventiva eterno enemigo del hombre de acero hit cero error cero carrera llamado Supermán al cual injustamente odiamos en la niñez porque solía tratar de cazar al nativo de Kriptón El susodicho era lo que se llama un vómito de chicharronada con aguacate (perdonen si están comiendo)

El señor de marras era escandaloso, agrio, borracho, estúpido, malasangroso, grosero y mal padre. Todos los días en la tarde ponía su tocadiscos a alto volumen y el vallenato se explayaba por todos los oídos del barrio como un veneno que quemaba antes de morir. En su gran apego al lico, se valía de su hijo “coquito” para que diera viajes y viajes a la bodeguita a comprarles las cervezas que se tragaba como un desaforado una tras otra. Igualmente utilizaba a Norelis su hijita, para que le comprara cigarrillos en la bodeguita de “Conserva ´e vinagre” que siempre estaba atestada de drogadictos, porque “Conserva ´e vinagre” también le mete a la venta de eso.

La bella gente de mi barrio, mis hermanos de lucha; pasajeros de “yip” y sueños lo odiaban, aunque esa no era la palabra para tildar a aquel energúmeno que envenenaba la atmósfera con su aliento de infeliz. MI GENTE NO ODIA. Eso se lo deja a los “arios” del Este. Ninguno de nosotros se atrevía a reclamarle algo, porque teníamos fe que en cualquier momento aquella ofensa a la hermandad se iría para siempre: eso sucedió una tarde. Comenzó a ponerse frío y ¡pum! Se quedó tieso con la barrigota de bomba y la cerveza por la mitad en la mano. Su esposa, que pena confesar esto, se veía alegre. “Coquito” no echó una lágrima y Norelis saltaba contenta por la interminable escalera al cielo del barrio.

Es mejor dejar que la naturaleza cumpla su mandato. Es evidentemente un símil con el vecino que tenemos al lado, en esa Colombia que tanto nos friega y que siempre igualmente se sale con la suya. Uribe Vélez es ese vecino que al parecer no entiende que en Venezuela están con nosotros los hijos de Bolívar, cuatro millones de sus compatriotas, a los cuales hemos aceptado con la misma bondad con que la muerte se llevó al vecino del barrio en cuestión. A Uribe Vélez lo escuchamos con esa voz de cantante de boleros rocoleros, desglosar sus mentiras, sus ruindades, su egolatría y a la vez su mediocridad.

Porque URIBE VÉLEZ ES UN MEDIOCRE. Un vendedor de esperanza, una ofensa a los hombres justos que poseen dignidad, que no son capaces de permitir que el extranjero llegue con su bota de hierro a destruir los microorganismo y el humus del suelo colombiano, para secar el árbol del patriotismo y la vergüenza. Uribe Vélez es ese vecino patán, ordinario, sin talento que no es capaz de descubrir la esencia que le sembró en el ADN la química natural a cada pueblo. Nos gustaría saber si Estados Unidos aceptaría con alegría que Uribe Véliz le colocara unos paramilitares ahí mismo en la oficina oval, núcleo de orgía y sexo en época reciente.

Así como el mal vecino del barrio fue tragado por la madre tierra, así mismo pasará con Uribe Vélez. Su existencia no será ejemplo para nadie. Ningún mortal querrá ser equiparado con este vicioso de la maldad, ni siquiera sus connacionales querrán recordarlos cuando las hojas del almanaque se descuelguen a otro tiempo, llevándose para siempre a este MAL VECINO

aenpelota@hotmail.es


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Ángel V Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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