1. La situación política y económica en México se ha tornado más difícil y complicada en los últimos seis meses para el gobierno de facto de Felipe Calderón. Está a punto de cumplir tres años –la mitad de su sexenio- y la situación del país ha empeorado. En vez de mayores inversiones, productividad, número de empleos y salarios estos cuatro rubros se han desplomado y, para evitar estallidos sociales, Calderón (con el pretexto del combate al narcotráfico) ha mandado al ejército a las calles, incrementado el número de policías, y ha acordado con el gobierno de EEUU un Plan México para recibir más dinero, armas, helicópteros, tecnología y entrenamiento militar. Hay muchos brotes de protesta e inconformidad a lo largo del país, pero aún son aislados, sin coordinación y suelen desaparecer. Entre tanto la clase política busca frenarlos con reformas.
2. Comentaba un amigo que talvez habría que apoyar al presidente ilegítimo, Felipe Calderón, para que imponga medidas más draconianas (más severas) contra la población para que ésta despierte y se rebele; que mientras nosotros estemos suavizando la distribución del presupuesto pensando en darle un poco más a los servicios de salud, a la educación, al gasto social, etcétera, la realidad es que sólo estamos jugando con los intereses de los de abajo, porque sólo les estamos dando aspirinas para prolongar su agonía. Es lo que siempre sucede –dice- parece que los llamados progresistas con esa actitud de “conseguir algo para los de abajo” sólo prolongan la vida del sistema de opresión y, paralelamente, de miseria de la inmensa mayoría de la población. En lugar de apoyar los estallidos sociales los quieren evitar para seguir colgados de la ubre.
3. Lo que sucede es que no siempre los más hambrientos, los más jodidos, son los protagonistas de los estallidos sociales, las rebeliones y revoluciones tan necesarios para echar abajo a los malos gobiernos o para obligarlos a gobernar con justicia. Si así fuera hace mucho que los africanos, así como los indígenas y campesinos americanos, se hubieran liberado de la brutal opresión y hambre que han sufrido durante siglos. Más parecería que los grados profundos de pobreza y miseria, en vez de ideas liberadoras, producen debilidad, incapacidad para comprender y mucha dificultad para moverse y luchar. Cuando más jodida está la gente más se clava en la religión y con mayor ímpetu hace depender su vida de los santos o los dioses más milagrosos. Sin embargo es obvio que no debemos seguir engañando a pueblo con aspirinas y debemos decirle la verdad.
4. Los socialistas siempre han tenido claro el problema, aunque muchas veces se les olvide o no quieran hablar de ello por conveniencia. Durante varias décadas hablaron de un programas mínimo de lucha que consistía en demandas inmediatas, económicas, muy concretas que se ubicaban en reformas del mismo sistema capitalista; pero al lado de éstas debería presentarse un programa máximo que planteaba la lucha por el socialismo, por la revolución social y por una política económica que lleve a la igualdad social. Por último también se habló del programa de transición que exigía no separar los programas en mínimo y máximo y luchar por un programa en que los dos van juntos. ¿Qué sucede hoy? Que los socialdemócratas o de centro izquierda sólo batallan por el programa mínimo inmediatista y reformista y de socialismo no hablan por oportunismo y miedo.
5. Es obvio que la gente sólo se mueve por demandas inmediatas o muy concretas porque son las que entiende al estar directamente ligadas a su persona y su familia, basta con observar que los sindicatos, los campesinos y en general los trabajadores sólo luchan por demandas de su gremio: aumento salarial, prestaciones, vacaciones o aguinaldos. Nadie les enseña a luchar contra la explotación, el capitalismo, la opresión, por la distribución equitativa de la riqueza y por una sociedad igualitaria. Sufren tanto engaño que no alcanzan ver los trabajadores que cuando les suben el salario 100 pesos, por ejemplo, las mercancías y la carestía de vida aumentan 120 pesos. Claro, si no logran aumento alguno, los precios suben de todas maneras. Lo que siempre debe quedar claro es que la lucha por esas demandas sólo deberían servir para organizarnos.
6. ¿Cómo el pueblo puede salir de su pobreza y miseria si sólo alcanza ver los problemas más inmediatos y muchas veces ni esos? Los líderes de diferentes organizaciones de masas se pasan inventando “consignas movilizadoras” adecuadas a los intereses inmediatos de sus asociados; no se preocupan o nadie se encarga de explicar que esas demandas son extremadamente limitadas porque el sistema capitalista las absorbe al día siguientes o ya desde antes de conquistarlas no recuperan lo perdido. ¿Cómo entonces podrán entender los trabajadores que se pasen la vida luchando por más salarios y cada día son más pobres o miserables? ¿Quién debe hacerles pensar que sin luchar por transformaciones sociales de fondo, sin que ellos mismos tomen la responsabilidad de su propio destino, nada podrá cambiar de fondo y en serio?
7. En el sistema capitalista nunca un triunfo salarial, de contrato, material, es un triunfo real o verdadero porque a los siguientes días estos son hechos añicos por el capital. Para que los triunfos sean realmente valiosos deben reflejarse en la conciencia, la organización, la movilización permanente de la gente. Cualquier batalla ganada en una coyuntura se pierde al no tener masas participativas que la defiendan. Los acuerdos o tratos firmados o jurados valen siempre lo que el papel cuando no se tiene la fuerza para defenderlos. La fuerza de los trabajadores, siempre dispuesta a movilizarse en defensa de derechos propios y en solidaridad con los demás, es lo único que cuenta ante gobiernos y empresarios que poseen la fuerza del ejército, de las leyes y los medios de información. Unamos las demandas inmediatas con las revolucionarias; no hay de otra.
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