1. Todos los rectores de la UNAM han sido figuras muy importantes de la clase política en los momentos en que ejercen el poder e incluso antes de ser seleccionados como tales. Bajo la autoridad del rector están alrededor de 500 mil miembros de esa alta institución académica (estudiantes, profesores, investigadores, empleados) y sus discursos y declaraciones tienen un enorme peso en la universidad y en al país. Las ideas que externan suelen ser muy críticas e inteligentes comparadas con el muy bajo nivel de los integrantes del equipo de gobierno, pero al mantener las autoridades dentro de la institución universitaria fuerte poder jerárquico -que se manifiesta en que la mayoría de las veces “no escuchan ni ven” o, de plano, se niegan a solucionar problemas básicos y urgentes- sus discursos no suenan entre estudiantes.
2. Hace unos días el rector de la UNAM, José Narro Robles, afirmó que el modelo económico que sigue México ya dio lo que podía dar y si ya no sirve ni para vernos hacia afuera, mucho menos para resolver los problemas que tenemos hacia adentro; fue entonces cuando convocó a todos los sectores de la sociedad a hacer una reforma integral que lleve a la refundación de la República. Propuso construir un modelo nacional en donde el desarrollo no sólo sea la parte de las finanzas públicas o del capital privado, sino que ponga al mexicano en el centro del interés y combata los males de la pobreza y la desigualdad. Enfatizó que México no puede seguir siendo un país tan desigual, en donde la pobreza ancestral se va agudizando cada vez más por una desigualdad mucho más lacerante.
3. De cien rectores de universidades del país, que se pasan sus cuatro u ocho años en la rectoría hablando de cuestiones administrativas de sus universidades –ni siquiera de los problemas académicos que deben enfrentar- dos o tres (en primer lugar el de la UNAM) llegan a declarar asuntos interesantes sobre la vida del país acudiendo a algunas reflexiones críticas. Los otros 98 se pliegan incondicionalmente al gobierno en turno, a los intereses del sector privado y del clero o, de plano, son extremadamente ignorantes de lo que significa ser rector de una universidad. El colmo de los colmos un rector de la Universidad o del tecnológico de Monterrey llegó a ser secretario de Educación Pública y en los seis años no pudo hilar algún discurso, prefirió dedicarse a cargarle las bolsas a la esposa del presidente de la República que lo nombró.
4. Las universidades públicas, sobre todo las de los estados de la República, son las instituciones más importantes de la entidad. El rector, sus directores, investigadores y profesores deberían estar a la vanguardia de los análisis y las discusiones en cada uno de los campos del conocimiento; con planes y programas en los que la comunidad sea el centro fundamental, los universitarios serían los cuadros más importantes de la población trabajadora. Pero las universidades han nacido y crecido al margen de los intereses de la población –que es la que con su trabajo hace posible esos centros de educación superior- porque la educación mexicana –sobre todo la superior- sólo ha servido a un pequeño sector de la población de las clases alta y media. En México de cada 100 niños que ingresan a la primaria solo 30 terminan la segunda enseñanza.
5. ¿Cómo es posible que los rectores tengan miedo y sean deshonestos al silenciar que sus instituciones rechazan entre el 50 y el 150 por ciento de los estudiantes solicitantes mediante un examen tramposo, preparado precisamente para rechazar por falta de cupo y de presupuesto? ¿Por qué silencian que sus instituciones no crecen en estudiantes, profesores, investigadores al mismo ritmo en que crece la población? ¿No les dará vergüenza que nuestro país esté ocupando los últimos lugares del mundo en calidad educativa en casi todos los campos? Aunque los rectores dependen de la SEP, del presupuesto público y de las políticas educativas, mantienen un poder que por ignorancia, cobardía y oportunismo no han querido usar. Por ese motivo los estudiantes son la fuerza independiente que debe mover esas universidades.
6. Las declaraciones del rector de la UNAM son indiscutiblemente importantes, pero se vuelven demagógicas cuando no se instrumentan métodos para luchar por lo que se plantea. Pareciera un discurso más que se lleva el viento porque el gobierno de México ni lo ve ni lo oye. Sin embargo son los estudiantes quienes deben empatar los discursos con las luchas, con las batallas para lograr que el gobierno atienda la educación. Los estudiantes son una fuerza importante, aunque como se sabe nada es sin organización. Los grandes movimientos políticos son coyunturas importantes para que los estudiantes se organicen. Las batallas de la UNAM de 1986 empataron con el cardenismo dos años después; el levantamiento zapatista de 1994 permitió unificar a grupos estudiantiles; las grandes batallas de Oaxaca, las del lópezobradorismo y la de los electricistas han creado importantes coyunturas.
7. Han pasado ya 10 años de aquel gran movimiento estudiantil que sacudió con una gran huelga de 10 meses a la UNAM. En este largo periodo la situación económica y política del país ha empeorado y los trabajadores viven en la miseria y la desesperación. Hay una coyuntura nacional e internacional importante para el despertar estudiantil y es necesario pensar profundo para encontrar los caminos. Las declaraciones del rector pueden ser aprovechadas en la coyuntura nacional, pero también pueden usarse para demostrar su inconsecuencia. En fin, son los estudiantes quienes saben de movilizaciones y batallas, sobre todo ahora que el movimiento electricista del SME ha decido llevar su lucha hasta obligar al gobierno a dar pasos atrás con su decreto. Los estudiantes deben participar en esta gran batalla mientras se organizan mejor.
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