1. La realidad es que el día 11, el primer paro en apoyo a la lucha de los trabajadores electricistas del SME, los obreros se pasaron de pacíficos por el miedo o terror que han impuesto el gobierno, los empresarios y los medios de información. Inicié mi observación del día a las 7 de la mañana en el mitin frente a las puertas de ingreso de los trabajadores de la Torre de Pemex; todos petroleros fueron respetados sin realizarse bloqueo alguno. Luego nos trasladamos al edificio de la empresa LFC totalmente cubierto con murallas de metal en el que al principio ni siquiera la calle fue bloqueada; luego nos pasamos al edificio de telefonistas donde se realizaba un mitin con respeto al tránsito de vehículos. A las 13 horas iniciamos una marcha en el Eje Lázaro Cárdenas para la secretaría del Trabajo cuidando no afectar la vialidad. La realidad es que, con excepción de la toma de casetas de pago, todo fue sin bloqueo alguno.
2. No me queda claro, con base en las experiencias de este primer paro, si el siguiente paso deba ser la huelga general o un segundo paro de dos días, pero ahora sí con bloqueos de entrada a las instituciones bancarias, financieras, bolsas de valores y carreteras. La realidad es que la experiencia vallejista de hace exactamente 50 años demuestra que cuando se dijo primer, segundo y tercer paro éstos fueron contundentes y el gobierno tuvo de inmediato que llamar a negociar. ¿Será que 44 mil electricistas, 20 mil profesores de la CNTE, 5 mil estudiantes y 5 mil lópezobradoristas –más de 70 mil luchadores sociales conscientes no puedan paralizar la ciudad y frenar la represión militar del gobierno? Aunque para el gobierno sea una guerra civil, para los trabajadores es una lucha en defensa de su trabajo, de sus derechos y de su vida.
3. ¿Quiénes son los violentos? El arribo a México –por ejemplo- de un presidente asesino yanqui -llámese como se llame- hace que desde un mes antes comiencen a revisar todos los edificios que dan a la calle donde pasará, en el que se alojará y donde se celebrará la reunión. A los pocos días llegarán dos centenares de militares del Estado Mayor Presidencial (EMP) con caballos y perros que serán colocados en las esquinas de las calles para intimidar a los habitantes y el propio día bajarán de los gigantescos aviones yanquis algunos helicópteros, tanques de guerra y automóviles blindados. Esto lo he presenciado en Cancún, Mérida, Monterrey (dos veces) y en Guadalajara. Se pone, en la práctica, estados de sitio. La realidad es que en los setenta observé el arribo a la ciudad de México de una docena de presidentes y nunca hubo sitio militar parecido.
4. Los Informes presidenciales y de los gobernadores en los estados, que aparecían como lucimiento del los funcionarios en el congreso, la televisión y la radio empezaron a ser cuestionados desde los ochenta en los gobiernos de De la Madrid y Salinas y partir del gobierno panista de Fox fueron realizados en medio de murallas de metal respaldados por miles de militares para que luego, por miedo a las protestas, fueran suspendidos definitivamente. Ahora sólo se entrega el informe en el Congreso por medio de la Oficialía de Partes y el presidente – como el año pasado- dijo un discurso entre sus invitados especiales en un Palacio Nacional amurallado con militares a caballo y perros asesinos. Pude acercarme a esos rejas metálicas el pasado septiembre y fui repelido con violencia, por el sólo hecho de haberme sonreído.
5. Parecería que en la década de los ochenta, con la imposición mundial de la política del neoliberalismo, la globalización, la radical economía de mercado y la polarización brutal entre una minoría de multimillonarios y un 70 por ciento de pobres y miserables, el mundo cambió radicalmente. Al reconcentrarse la riqueza en unas cuantos manos y extenderse la pobreza y el desempleo la clase poderosa comenzó a blindar sus territorios. Se crearon zonas residenciales exclusivas cuidadas por militares, se comenzaron a crear escuadrones de la muerte (como los que se anunciaron hace unas semanas en “Garza García” de Monterrey) y se ordenó que el ejército patrullara las calles en por lo menos 15 estados de la República. Hoy los millonarios exigen que se asesinen a los “delincuentes” porque son un peligro para la seguridad de sus familias.
6. El pensamiento conservador y, por tanto, reaccionario, señala que “a la autoridad siempre hay que respetarla” y que si no es así debe recibirse el justo castigo; la gente digna indica que “sólo hay que respetar a quien te respeta”. Que quien te engaña, quien te explota, quien te golpea o amenaza no merece ni el menor respeto o consideración; que hay que soportarlo mientras no se tenga la fuerza, pero a la primera debe pagársele con la misma moneda. ¿Por qué el gobierno y los empresarios nos tratan siempre con discriminación, desprecio y racismo que no son otra cosa que violencia? Porque siempre les hemos demostrado humildad, respeto y servilismo buscándoles algún lado bueno para que pudiera haber armonía. No nos damos cuenta de que estamos equivocados porque nada debemos acerca de la lucha de clases y ellos si están muy conscientes.
7. ¡Qué idiotas y qué cínicos los ricos y poderosos! Cierran una gran empresa pública, despiden a 44 mil trabajadores, cercan la institución con vallas de metal de cuatro metros de altura, las respaldan con mil militares bien armados y, luego, culpan a los trabajadores electricistas de violentos porque le mentan la madre al gobierno, porque cierran una calle o porque se ponen a golpear la cerca. Me recuerda que en 1968 culparon a los estudiantes porque “con su cabeza rompieron los toletes de madera de los policías”. Los poderosos son unos hijos de puta, pero nosotros estamos jodidos porque nos da miedo defendernos. Muchos líderes nos dicen: no bloqueen las calles, no pinten las paredes, no realicen acciones “violentas” que luego salgan en la televisión, que no se infiltren “provocadores” (sobre todo los jóvenes encapuchados); guarden compostura.
8. Todos se preguntan: ¿Por qué los pinches militares y policías tienen todo el derecho para golpearnos, patearnos en el piso, darnos culatazos con sus armas, meternos a la cárcel o de plano asesinarnos? ¿Por qué nosotros, el pueblo, no podemos meter ni siquiera las manos para evitar que no nos destrocen la cara? ¿Quieren acaso los dueños y conductores de esa basura televisiva y radiofónica que -como aconsejó Gandhi o Luther King- les tiremos flores, “pongamos la otra mejilla” y que nos dejemos madrear por esos fascistas entrenados para matar? Los palestinos (mujeres, niños, ancianos) por lo menos se defienden con piedras, resorteras y hondas ante las invasiones fascistas; nosotros usamos el cuerpo, corremos y de plano dejamos que se sigan burlando de nosotros. Supongo que si no pasamos a la ofensiva por lo menos hay que defenderse.
9. Los trabajadores nunca ganamos una. La mayoría de las veces nos conformamos con decir que el gobierno y los ricos son los imbéciles y represivos y que, por el contrario, nosotros somos los buenos porque tenemos la razón; pero así ha sido por siglos y desde siempre las cosas siguen igual: un puñado de millonarios mantienen al 70 por ciento de la población en la pobreza, miseria y hambre. Salimos centenares de miles de gentes a las calles, pero al parecer sólo para desahogar nuestro coraje; luego nos vamos más o menos contentos a nuestra casita. Todos los gobiernos lo saben y dicen: “hagamos tiempo mientras baja la marea”; ya se cansarán y entonces vendrán a suplicarlos. Lo peor es que por cualquier acción salimos contentos y satisfechos; convertimos en la mente nuestras derrotas con victorias y no nos preparamos para otras estrategias.
10. Los medios de información –por instrucciones del gobierno y empresarios- han logrado penetrar en la débil mente de su auditorio un dogma: “que el gobierno actúa conforme a la ley y que quienes la violan con su violencia son los trabajadores y los luchadores sociales”. Por eso muchos líderes “progresistas” ocupan mucho tiempo en tratando de “evitar la violencia” cuando ésta es la razón de ser de los opresores: no hay actos de gobierno donde no haya acordonamientos de soldados, policías y rejas metálicas que impidan el paso. En el mismo Zócalo de la ciudad de México varios centenares de soldados y policías mantienen acordonado el frente del Palacio Nacional y el presidente de la República, secretario de Gobernación y el procurador deben ser acompañados por un centenar de soldados y policías. Les tienen terror a las protestas y a los cuestionamientos de sus actos políticos.
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