1. La educación escolarizada en México –en sus niveles primaria, secundaria, media superior y superior- no solo ha sido de baja calidad, deficiente e irresponsablemente mal encauzada en los últimos 30 años, sino que desde antes de los años ochenta sus planes, programas y resultados han sido muy atrasados comparados con otros países. Lo que sucedía es que antes de los ochenta no se publicaban mediciones o comparaciones o, simplemente se escondían. Algunos investigadores honestos o críticos izquierdistas denunciamos en revistas, panfletos, volantes y reuniones sindicales –por lo menos desde principios de los sesenta- aquella terrible situación pero por nuestra débil presencia frente al poderoso estado capitalista, jamás fuimos tomados en cuenta. Sin embargo no solo debe culparse a los funcionarios corruptos, sino que hay otras cuestiones de fondo.
2. En primerísimo lugar, la causa fundamental por la que la educación escolar ha estado de cabeza es por la ideología de todos los regímenes de gobierno de nuestro país. Ya lo ha dicho con enorme precisión el autor de México Profundo, Guillermo Bonfil: “El primer proyecto de país llegó con los invasores europeos pero no se abandonó con la independencia; los nuevos grupos que tomaron el poder, primero los criollos y después los mestizos, nunca renunciaron al proyecto occidental. No han renunciado a él; sus diferencias y las luchas que los dividen expresan sus divergencias sobre la mejor manera de llevar adelante el mismo proyecto. La adopción de ese modelo ha dado lugar a que se cree, dentro del conjunto de la sociedad mexicana, un país minoritario que se organiza según normas, aspiraciones y propósitos de la sociedad occidental”.
3. Este planteamiento de Bonfil es incluso válido para ver cómo –durante muchas décadas- confundimos el socialismo con el capitalismo de Estado de la URSS, China, Yugoslavia o de México en la época cardenista. Peleamos porque el capitalismo sea menos corrupto, que sea honesto para ser más llevadero. El ejido, el IMSS, las empresas paraestatales, la educación pública, que siempre apoyamos como medidas avanzadas, “socializantes”, siempre fueron de corte capitalista. No nos hicimos seriamente esta pregunta: ¿puede construirse el socialismo desde arriba, por un gobierno burgués, sin una profunda revolución desde abajo? Criticamos la administración educativa, sus errores y deficiencias, luchamos porque la educación sea adecuada, pero no fuimos a la raíz explicando que dentro del capitalismo la educación no podría estar al servicio del pueblo.
4. ¿Por qué no? Porque el capitalismo para subsistir debe explotar a los trabajadores, tiene que obtener plusvalía (grandes ganancias), acumular gigantescos capitales y convertir a un puñado de personas en los más poderosos. Si bien durante los primeros años los capitalista pensaban que mientras más ignorantes fueran los trabajadores era mejor para explotarlos y someterlos, con el desarrollo de la tecnología quieren ahora a trabajadores preparados para producir en las máquinas, para pensar en las cosas de la empresa, pero que no se les despierte el pensamiento crítico, es decir, que no piensen en organizarse y en luchar por sus intereses. Por eso el capitalismo impulsa la educación tecnológica, incluso la que llaman “científica”: ingenierías, matemáticas, técnicas, que enseñen a hacer, a manejar las manos y los pies, no a usar el cerebro para reflexionar.
5. Para garantizar este tipo de educación técnica, para la formación de mano de obra capacitada, pero barata, los gobiernos y empresarios planean los objetivos educativos, los planes y los programas. ¿Qué han sido los profesores sino simples correas de transmisión de la ideología educativa de la clase dominante? ¿Qué han discutido los profesores en sus escuelas y centros de cooperación pedagógica sino sobre la búsqueda de mejores técnicas, acerca de los medios y los instrumentos para enseñar con mayor eficiencia? A los profesores se les ha premiado por ser disciplinados, por ser aplicadores de la pedagogía de la enseñanza y, por el contrario, se les ha castigado porque se han atrevido a pensar de diferente manera, porque han sido críticos de los objetivos y métodos educativos. Recuerdo a profesores “muy cumplidos” que sólo obedecían.
6. Además de la ideología educativa, la polémica entre educación pública y educación privada también ha sido esencial para entender lo que ha pasado en educación. En México 1921 es el año de inicio de la educación pública, es decir de la educación que se planea desde el gobierno y depende totalmente de presupuesto público. Antes de ese año la educación fue esencialmente privada y clerical, es decir, de minorías y costeada con dinero de instituciones privadas y por la iglesia. Aunque desde mediados del siglo XIX el liberalismo que triunfó contra el conservadurismo de terratenientes, la iglesia y los militares, había decretado la separación de la iglesia y el Estado, la educación durante el largo período del porfirismo no alcanzó imponer el laicismo, la obligatoriedad y la gratuidad; el gobierno prefirió negociar con la iglesia y continuar igual en lo educativo.
7. Fue durante el gobierno radical burgués de Obregón (1920-24) cuando se desató el nacionalismo y la búsqueda de la “identidad nacional”. Vasconcelos y su equipo tuvieron que recorrer el país para que los congresos de los estados aprueben la centralización educativa con el objetivo de que se iniciara la educación nacional. Por lo menos se necesitaron 20 años (1921-1941) para que las campañas nacionales de alfabetización y escolarización –sobre todo en el campo y sectores marginados de las ciudades- se integraran al proceso educativo. Fueron las décadas de las reformas agrarias y la educación enfocada hacia las necesidades de los campesinos. Podría decirse que la Revolución Mexicana burguesa estaba aún viva con sus discursos nacionalistas, populistas y hasta socializantes. Fueron las grandes transformaciones educativas.
8. Existió, indiscutiblemente, una gran identidad entre los indígenas, los campesinos y los profesores que buscaban que la comunidad lograra resolver sus problemas. Los profesores apenas tenían cuatro o –cuando más- seis años de escolaridad, pero funcionaban como verdaderos líderes de la comunidad en su lucha por sacudirse del poder del terrateniente y del cacique. ¿Cuántos miles de profesores fueron asesinados en los pueblos por órdenes de los ricos por hacer el papel de defensores de los campesinos? Hasta 1941 se hablaba aún de la justiciera revolución mexicana que se había hecho para acabar con los porfiristas, los terratenientes, con la explotación; que buscaba repartir las tierras, hacer justicia en beneficio de los pobres. Pero el ideal revolucionario parece haberse agotado en 1940 para dar entrada a un desarrollo urbano más burgués.
9. En 1943 se registró en México un cambio educativo muy importante: a) El gobierno determina cambiar el texto del artículo tercero constitucional que desde 1934 decía que “la educación que se imparta en México será socialista” por otro texto más acorde con el gobierno de Ávila Camacho y con los compromisos con el gobierno de EEUU que será “democrática” y de “unidad nacional”. Si bien la educación en la época de Cárdenas de “socialista” sólo tenía el nombre, porque el régimen burgués dominaba, hubo algunos normas súper estructurales (Cartilla socialista, canto de La Internacional, el lenguaje de igualdad y fraternidad, los himnos agrarios, el lenguaje de compañeros y camaradas, etcétera) que relajaban el autoritarismo tradicional. Desde entonces se inició en educación el carácter abiertamente urbano y burgués.
10. Pero además en ese mismo de 1943 fue creado por el mismo gobierno la organización sindical nacional de de profesores (SNTE) que se convertiría en una poderosa institución corporativa al servicio del gobierno en turno. Así que ideología burguesa y control sindical corporativo se convirtieron en la camisa de fuerza que se ha impuesto a la educación nacional. El control de la dirigencia espuria o charra del sindicalismo descansa en una ideología política y educativa de supeditación y conformismo de la gran masa magisterial. Si siempre se le enseñó al magisterio a ser obediente, acrítico y disciplinado, ¿cómo pedirle hoy que se libere de sus gobiernos y dirigentes? Por ese motivo la batalla que tenemos que dar hoy es política e ideológica. No basta con cambiar funcionarios o dirigentes, hay que transformar también la ideología opresora.
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