En un trabajo anterior, cuyo título fue: Chile y el Eje de la Desintegración en América Latina, afirmaba que si la confrontación electoral en Chile (segunda vuelta) daba la victoria al millonario Piñera, esa victoria fortalecería a la derecha de América Latina y abriría un canal para acentuar los ataques hacia los países que integran la propuesta integradora del ALBA. Decía también, que la amenaza al ALBA, no suponía que la opción de Frei, constituyera una alternativa política y social para impulsar el sentimiento de integración y solidaridad que propone el ALBA, porque compartir el sentimiento del ALBA, es una línea muy opuesta al ideal y hacer de los gobiernos de concertación chilena. Todos los gobiernos de la concertación chilena se han colocado muy de cerca al llamado “consenso de Washington”.
Se deseaba el triunfo de Frei en la segunda vuelta porque aunque no se visualizaba como un amigo del ALBA y de los movimientos que emergen en América Latina y que andan detrás del sueño bolivariano de la integración y de rescate de la dignidad de estos pueblos, se tenía la idea, que Frei jugaría el mismo papel de Bachelet: Estar con el “consenso de Washington” discretamente y no sería una pieza muy visible de ese consenso para atacar a los países del ALBA.
Triunfo Piñera y en sus primeras intervenciones públicas asomó su disposición para atacar a Venezuela. Acostumbrémonos entonces a lidiar con otro frente político, que será mucho más profundo que el colombiano, porque aunque en Colombia, Uribe se siente fuerte por la instalación de las siete bases militares; las agresiones chilenas tendrán todos y cada uno de los ingredientes de la rancia receta neoliberal en sus aspectos más tradicionales.
Pasada la confrontación y concluida la vigencia del proyecto electoral de la concertación, hay la necesidad de replantearse una nueva esperanza por el país de Neruda, Víctor Jara, los Parra y otros tantos chilenos que en sus vidas y accionar se vieron muy cerca de los pueblos de América Latina. Seguramente a los chilenos les quedaron pendientes lecciones propias de las políticas neoliberales aplicadas por Pinochet muy abiertamente, y seguida también por los gobiernos de la concertación. Hay que abrigar la esperanza porque estas lecciones pendientes y por aprender sirvan para colocar a toda la izquierda chilena en el diván.
Colocados todos los movimientos de izquierda en su respectivo diván, pueda que la realidad surgida del período Pos-Pinochet y que culminó con este triunfo de la derecha, les sirva como de médico analista para enfrentar sus traumas, miedos y falta de lealtad con el pensamiento de Allende. Pueda que esos momentos en el diván encuentren suficientes argumentos para confrontarse y reconocer que su padre Allende tuvo un proyecto político con una inmensa fuerza moral, intelectual y política que le permitió aportar su concurso para el fortalecimiento de un movimiento sindical de mucha importancia y que Pinochet con su fascismo desmanteló. Este movimiento es fundamental para recuperar la confianza en un proyecto político transformador. No ha sido fácil para los chilenos sacarse el trauma de Pinochet, porque de alguna manera han vivido con él a través de las políticas económicas propias de la concertación, cuyos lineamientos han estado impregnados de la propuesta neoliberal. Los recuerdos duro de la dictadura seguramente ha predispuesto a una parte de la izquierda a creer, que es peor plantearse otra opción distinta a la neoliberal y que frente a esa imposibilidad, es mejor pensar en una alternativa moderada de neoliberalismo que es prácticamente lo mismo.
La izquierda chilena tendrá su espacio para pensar su proyecto y sacarse el trauma y los miedos que sembró la dictadura, con el recurso y las oportunidades que le ofrecerá el diván. El pueblo Chileno también tendrá su espacio y tiempo para volver a saborear la tradicional cocina neoliberal. La esperanza para América Latina estará puesta entonces en ese viejo refrán: No hay mal que por bien no venga.
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