La transmisión de Telesur y VTV de la reunión de Unasur en Quito ofreció las exposiciones de los participantes y con ellas una nueva visión de la tragedia que vive el pueblo haitiano. Tragedia de tal magnitud que, según el decir de los presidentes y cancilleres asistentes, es difícil decidir por donde comenzar la recuperación. No, de los daños ocasionados por el terremoto, sino de Haití en sus tres elementos fundamentales: territorio, población y Estado. En los doscientos años del largo proceso de destrucción de la nación haitiana realizado por el colonialismo francés y el imperialismo estadounidense, Haití ha llegado a tal grado de postración, de inanición, que el reciente terremoto sirvió para descarnar al máximo la tragedia y mostrársela al mundo con toda su acumulada desdicha.
En la reunión de Unasur pudimos ver a los representantes de los países que conforman el foro Sudamericano, presentar sus planes, no de ayuda ocasional y con sentido caritativo, sino, planes concretos, a largo plazo, para la reconstrucción de la infraestructura de viviendas, redes eléctricas, carreteras, fuentes de energía, escuelas, hospitales, desarrollo agrícola. Proyectos de todo y para todo por cuanto en Haití lo que no devastó el colonialismo y el imperialismo, lo completó el neoliberalismo con los planes impuestos por el FMI y que condujeron a la destitución y destierro del presidente Aristide. En Haití no quedó ningún bien público, todo fue privatizado. Y como lo único que quedaba en pie eran los edificios gubernamentales y las viviendas miserables de sus habitantes empobrecidos, llegó el terremoto e hizo tabla rasa.
Había que ver en la reunión de Unasur el deseo de los participantes de ofrecer sus aportes para la reconstrucción de Haití. Pero, en el ambiente flotaba la pregunta ¿Por dónde comenzar? ¿Cómo garantizar que el esfuerzo no se diluya ni se pierda? El Presidente Preval, por ejemplo, pidió con urgencia 2.000 carpas. ¡Se quedó corto! A lo cual el canciller de Brasil dijo –“Nosotros las estamos fabricando, pero, 2.000 carpas pueden albergar a 20.000 personas, y resulta que por las calles de Puerto Príncipe hay dos millones de personas deambulando sin donde cobijarse. Por otra parte, la instalación de las carpas trae problemas de alimentación de esas 20.000 personas, más los problemas de salud, epidemias, escuela, trabajo, alumbrado, energía, suministro de agua y en unos meses las lluvias y la temporada de huracanes. El problema de aparente inmediatez, se alarga en el corto y mediano plazo”. En la reunión de Unasur los obstáculos surgían ante cualquier propuesta por cuanto la inanición económica y carencia de recursos en Haití es desalentadora.
A la síntesis final hecha por el presidente Pro tempore de Unasur, Rafael Correa, le sumó el gravísimo problema de la destrucción del bosque haitiano que durante años ha servido como combustible en los hogares para preparar los alimentos. Del Haití “país montañoso” (en lengua aborigen), de frondosos bosques y aguas abundantes, no queda sino el 2%, el resto del territorio 98%, es tierra arrasada, un desierto creado por el hombre; una tierra expuesta a la inclemencia de los huracanes que cada año azotan el Caribe. (A éste tema ecológico dedicamos la nota periodística de hace dos semanas, “La Recuperación de Haití”). El restablecimiento de la vegetación y del bosque es cuestión fundamental y debe marchar al unísono con los demás planes de refundación de Haití como Estado soberano. ¡Yanqui go home! Doscientos años de invasiones y saqueo de las riquezas que condujeron al empobrecimiento e inanición económica ¿no son suficientes?
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