Resucitador o enterrador

La decisión del Consejo Permanente de la OEA, de otorgarle al actual Secretario General, José Miguel Insulza, un nuevo período de cinco años al frente de esta cuestionada organización regional, fue una esperada decisión de consensos distantes y contradictorio acerca de una labor que, desde todos los puntos cardinales del espectro político interamericano, tenían razones para no hacerlo, incluso, del mismo país del cual es origen, Chile y su principal financiador, los Estados Unidos.

Y es que este experimentado político y habilidoso diplomático había dado muestras de un equilibrismo excesivo que terminó por desesperar a los halcones del gobierno Obama-Clinton, defraudar a los integrantes de ALBA y decepcionar a algunos sectores intermedios que pusieron en él la esperanza de construir un nuevo escenario de negociación interamericana que favorecería la “reconstrucción” de la OEA sobre la base de nuevas simetrías de negociación y acuerdo sobre Democracia, Desarrollo y Paz en el continente.(Fracasó en Honduras, eludió la guerra en Colombia y se callo frente a la crisis global del capitalismo, es mucho decir)

Pero, la verdad es que ni Insulza tenía la voluntad real de cumplir semejante tarea histórica (o contrahistorica por lo imposible) ni la naturaleza ni los abismales desequilibrios de fuerzas entre los Estados Unidos y el resto de los miembros de la organización podían permitir cambios fundamentales en los objetivos marcados por la potencia imperialista desde que, en 1948, decidieron reforzar su “patrio trasero” construyendo una organización que los agrupara bajo su única e indisputada visión geopolítica imperial. (Acaso el único acto destacable fue la histórica revocatoria de la vergonzosa exclusión de la Cuba revolucionaria en 1.962).

Por lo demás, José Miguel Insulza llegó tarde a la tarea porque, después de 50 años de existencia de la OEA legitimando cuanta felonía se propusieron los gobiernos demócrata y republicanos de los Estados Unidos, invadiendo pueblos, derrocando gobierno democráticos, sosteniendo dictadores, bloqueando países y desestabilizando gobiernos progresistas, era muy difícil pensar que un hombre formado en la socialdemocracia del colaboracionista de clases y de adhesión al dominio imperialista mundial y regional, podría llegar a Secretario General de la OEA para desafiar esa fuerza dominante y construir un nuevo modelo democrático, simétrico, solidario, pacifico a favor del bienestar de los pueblos del continente.(Cinco años despues no hubo reforma instituciona y su burocracia sigue tan reaccionaria como incapaz)

Para mal de males, cuando casi concluía su primer mandato, se produce el más potente desafío histórico a la existencia de la OEA, con la Declaración de Países de America Latina y el Caribe, dada en Cancún, México, en la que se acordaba la creación de una comunidad de países sin la presencia de Estados Unidos y Canadá, que, aunque hoy solo sea un proyecto para la construcción de Nuestra América, pareciera que se trata del “Requien In Paz” de la OEA, aun cuando su enfermedad fatal se prolongue en el tiempo y la conduzca a una muerte tardía.

Vista así las cosas, el frustrado candidato presidencial chileno y ahora, renovado secretario general de la OEA, posiblemente tenga el poco honroso título de sepulturero de una organización que favoreció la muerte de muchas democracias y demócratas del continente, cerrando con ello, un vergonzoso y doloroso período de los pueblos de Nuestra América, quienes saludaran, con el desprecio del olvido, el paso de su maloliente cadáver, escoltado por su principal usufructuario: el imperialismo norteamericano.


yoelpmarcano@yahoo.com


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Yoel Pérez Marcano


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