La carta que el presidente Manuel Zelaya hizo pública el pasado 27 de abril, dirigida a la dirigencia del Frente Nacional de Resistencia Popular, FNRP, en la que manifiesta la inconformidad con su exclusion del liderazgo hondureño en la actual etapa de la lucha por la recuperación democrática de Honduras, debe llamar la atención, a los patriotas, demócratas y revolucionarios hondureños, sobre su responsabilidad en la conduccción victoriosa de la lucha contra la oligarquía vendepatria y golpista y el imperialismo.
Su contenido, en un tono muy personal pero con clara intencionalidad política, rebela el grado de distanciamiento existente entre la dirección nacional del FNRP y el presidente Zelaya, quien el 28 de junio de 2009, con el apoyo de un vasto movimiento social, desafió las amenazas de la oligarquía catracha y las presiones del gobierno imperialista norteamericano, promoviendo la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, resistiendo el Golpe de Estado, movilizando la opinion pública regional y mundial contra los golpista y arriesgando su vida con su reingreso clandestino al país y su refugio en la Embajada de Brasil rodeado por las fuerzas represivas de la dictadura.
Este presidente, que intentó darle un destino democrático y de Justicia Social a la tierra del general Francisco Morazan, fue consecuente, hasta el límite de sus circunstancias personales y de sus convicciones políticas, con sus llamados a la movilización popular por la Constituyente y contra el Golpe de Estado y, a pesar de su origen de clase y sus relaciones personales y políticas con la vieja oligarquía catracha, tuvo la valentia de ponerse al lado del pueblo y liderar un proceso que, de haber triunfado, hubiera conducido a Honduras por la senda de los cambios democráticos y soberanistas con Justicia Social que hoy vienen desarrollándose a lo largo de toda Nuestra América.
La construcción de un nuevo Bloque Social y Político para ganar la Constituyente y derrotar al gobierno ilegítimo, hace imprescindible que, lo que antes del Golpe de Estado se manifestó como una coincidencia política por el cambio democrático entre amplios sectores sociales hondureños y, luego se convirtió en una alianza social contra el Golpe de Estado, hoy, debe avanzar hacia la unidad de liderazgos, factores y organizaciones sociales diversas, para lo cual es imprescindible convocar a todos los hondureños y las hondureñas sin vínculos con el golpismo, para avanzar en la construcción de una mayoría nacional que sea capaz de desafiar las fuerzas represivas del régimen y mantener la solidaridad y el apoyo político, diplomático y material de los pueblos y gobiernos democráticos, progresistas y revolucionarios de Nuestra América y el resto del mundo.
Pensar que es posible avanzar en ese nivel de Unidad Nacional de las fuerzas antigolpistas, izando contra el presidente Zelaya el expediente de “dirigente del viejo liberalismo” y de “terrateniente”, además de ser un infantilismo de izquierda, es una monumental estupidez política que, seguramente llevará al vigoroso movimiento democrático y popular hondureño a su debilitamiento interno y al aislamiento en el escenario de Nuestra América y, por esa vía, a una nueva derrota estratégica para Honduras, Centroamérica y toda Nuestra América.
Zelaya, el zelayismo popular y la corriente no golpista del viejo liberalismo, quienes hoy reclaman en la Carta comentada su derecho a ser parte de la Unidad Nacional Democrática Hondureña, deberían ser considerados como factores importantes en la alianza estratégica por la Constituyente que viene impulsando el FNRP, por lo que es esencial restablecer la confianza, el diálogo y la negociación política entre el lider hondureño y la dirección unitaria del FNRP, con el propósito de alcanzar la unificación bajo una sola dirección política colectiva, de todas las fuerzas e individualidades del pueblo hondureño en su lucha por la Soberanía, la Democracia y la Justicia Social.
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