Recordemos que esos que ven sombras por todos lados, son los rojos rojitos del proceso, lo hacen muchas veces para congraciarse con los factores de poder; pero en las primeras de cambio dejan el pelero. De esas o esos personajes existen muchas historias por ahí. No entendemos esos ensañamientos contra portales como Aporrea; cuyo delito es abrirle las puertas a todo el mundo; sea objeto de medidas punitivas para que su señal llegue a cuenta gotas a todos los rincones del país. Cuantas veces el gobernador Francisco Rangel Gomez en el estado Bolivar financiaba con publicidad de ese ente estatal al diario El Nacional; que ya se había convertido en un bodrio de los más recalcitrantes voceros de la derecha de este país.
Esa añeja modalidad de la censura estuvo muy de moda durante el puntofijismo; era normal el allanamiento y la ocupación de periódicos, de emisoras, encarcelamientos de periodistas, etc El Nacional del poeta Miguel Otero Silva y los periódicos de la cadena Capriles; fueron acosados y amenazados. Durante el gobierno de CAP, apareció un personaje de ingrata recordación llamado Pedro Pablo Alcántara convertido en el censor de la prensa. El Nacional ya era habitual el aparecimiento de páginas en blanco ocasionadas por la tijera del interventor.
No entendemos como un gobierno censura a un medio que sirve de válvula de escape de sus propios correligionarios; mientras que por otro lado sale un autoproclamado eligiéndose como presidente interino, nombrando su canciller, embajadores, TSJ; le dictan prohibición de salida del país; entra y sale al extranjero cuando le da la gana; pide sanciones, bloqueos y hasta intervención militar extranjera. Se apodera de bienes que tenemos fuera de nuestras fronteras para beneficio propio. Se burla de las instituciones, de la Ley y de todo el mundo y no aparece ningún sensor, ni nadie que le ponga un parao. Vivimos en un mundo al revés como decía Eduardo Galeano.