El miércoles próximo pasado, me detuve con paciencia a observar el programa “Entre Periodistas”, transmitido por Televen, en las primeras horas de la mañana. En la medida que éste avanzaba más me asombraba por lo insólito y el mal gusto de lo que allí sucedía. Los calificativos parecieran no ajustados porque el canal de marras, suele definirse como imparcial y equilibrado. Lo que es más preocupante, por sobre estimación de determinados gestos o la puesta en el mismo de cierto programa, partidarios del gobierno han servido de propagadores de esa falsa especie.
El tema que ocupaba a periodistas e invitados era el relativo a la salud y en particular a manifestaciones que se han dado en los últimos días, como mal de chagas, dengue, etc.
Como es frecuente, además de dos periodistas que “conducen” el espacio, participaban cuatro invitados. Tres, una médico, un sociólogo y otro, al parecer también profesional de la medicina, sin que lo pudiésemos verificar, tenían más interés en hablar mal del gobierno que del asunto mismo que debía ocuparles. El cuarto, también galeno, jefe de uno de los servicios de la “Maternidad Concepción Palacios”, no ligado de manera específica al asunto que de manera particular se ventilaba, era el único en no coincidir con los intereses políticos de los anteriores.
Es decir, la repartición de las tendencias entre los invitados era de 75% contra el gobierno y un pìrrico 25% a favor, y sin que el presunto representante de ésta manejase los elementos e informaciones más favorables para opinar sobre lo que se ventilaba. Lo que revela que el equilibrio estaba perdido y se trataba de una emboscada. Era como un barco escorado de un lado que milagrosamente navegaba sin hundirse por disposición divina de Dios o demoníaca de los dueños del canal. Esto dicho asì, porque una cosa dispone el Creador y otra el hombre, quien podría estar poseìdo.
Los dos “periodistas”, Carlos Fernández y una joven, muy poco delicados y corteses con invitados que no piensen como ellos, sin disimulo, más que profesionales de la información se comportaron y comportan persistentemente como voceros opositores en plena campaña electoral. Sin misericordia, seriedad y ecuanimidad, no les parece suficiente la desventaja en que desde el inicio colocaron y colocan a su invitado, partidario o simpatizante del gobierno, sino que se agregan ellos al ataque en aquellos denigrantes espectáculos donde se somete a tortura a un ser humano. Llamar eso cayapa, pareciera ser ingenuo y demasiado misericordioso, pues más luce como un aquelarre, donde brujos, brujas y demonios se complacen en torturar a alguien. Es decir, lo que en apariencia era algo mal intencionado, planificado con mala fe, al final queda al descubierto.
Por muy talentoso que sea alguien, si le toman de sorpresa y no tiene a manos ciertas e indispensables informaciones o quien le apoye, en aquel acto de magia negra, ataque incesante por todos los flancos, de ejercicio vulgar e irrespetuoso del periodismo, es poco lo que puede hacer, aún teniendo la razón.
Los cinco opositores militantes, tres invitados y dos periodistas, como en coordinación, van agregando información contra el gobierno en el equivalente del 84 por ciento, porcentaje mínimo correspondiente al tiempo invertido, mientras el cuarto invitado, en el caso particular que nos ocupa, apenas, en el mejor de los casos, dispuso del miserable 16 %.
Como cada uno de los opositores, que parecieran haberse puesto previamente de acuerdo, agrega algo diferente y hasta ajeno a lo que se intentaba discutir, quien podrìa tenèrsele como defensor de las políticas oficiales, queda impedido de responderles a todos. No le dejan tiempo ni oportunidad para elaborar un discurso que, por su calidad y extensión, siquiera contrarreste parte de la avalancha que se le vino encima.
Si el torturado, en su desespero por salir de aquel artero ataque por todas direcciones, logra decir algo significativo, de inmediato periodistas y demás hostigantes, responden uno tras otro, hasta llegar a cinco, por lo menos con la finalidad de descalificar lo argumentado y por supuesto a su autor, el curioso “invitado”. No se quedan allí, los conductores del programa se apoyan cada cierto tiempo, en videos previamente seleccionados, para completar la odiosa y horripilante jornada.
“Periodistas” y quienes hacen posible programas como ese, dan muestras de intolerancia, ventajismo y descortesía a raudales.
¿Eso es periodismo? ¿Hay respeto en esos programas por invitados y televidentes? ¿Por qué, quién sabe de esas acechanzas, en ellas participa? ¿Las leyes o la ética, por lo menos, no dicen nada sobre esos bochornos? ¿Dónde está la dignidad?
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