Hoy es un tal
Numa Frías Mileo en un artículo de El Universal el que
desesperadamente clama por un golpecito que saque a la “bestia
despótica”
de Miraflores. Frías Mileo (seguro que se retuerce cada noche al saber
que comparte apellido con el presidente) se permite perlitas como estas:
“…seguir presentando el sufragio como la solución del problema es, a todas luces, un discurso falso. […] El soberano conoce cuál es la salida. Sabe que el miedo fabrica autoengaños. Incluso desearía que las cosas no fueran así. Ahora bien, repetir que las elecciones son el paso necesario para la sanación del mal que sufre Venezuela, es mentirle al país. Los votos no son el despertador que marcará el fin de la pesadilla.” (Negritas y subrayado mío.)
Después de
eso se lanza una retahíla de preguntas retóricas para justificar el
golpismo, por enésima vez, invocando los artículos 333 y 350 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
El tipo, como
toda la oposición, está desesperado porque el 26-S lo que le
viene es candanga con burundanga. Él mismito lo reconoce: “Lo que
otrora fuera esperanza, hoy es resignación”, dice desconsolado.
La pregunta
que debemos hacernos nosotros es ¿hasta cuándo esta gente sigue haciendo
apología del delito tan abiertamente? ¿No hay nadie, ninguna autoridad
que reclame el cumplimiento de la ley y los meta en cintura? Cuando
la izquierda era oposición –no la izquierda de Teodoro ni Pompeyo,
que siempre gozaron las mieles del poder- siempre la jodían con el
cuento de las elecciones: gana el que saca más votos nos decían. Y
así cada cinco años. Hasta que el pueblo se arrechó y los mandó
a tomar por saco, como dicen en España. Ahora las elecciones no le
sirven a la derecha. Pero se la van a tener que calar porque Venezuela
no se devuelve. Y no es la “bestia despótica” la que está en Miraflores,
es el pueblo. Eso es lo que él pobre Numa no entiende.
¿Hasta cuándo
tenemos nosotros que calarnos a esta gente?