Como "gran prensa" se conoce desde mediados del siglo pasado a los diarios que, no tanto por su circulación, sino por sus nexos con el poder económico y financiero, existen en todo el mundo, generalmente con gran influencia sobre los respectivos gobiernos.
Encontramos buenos ejemplos en EEUU, como The Washington Post y The New York Times, y los hay en la mayoría de los países europeos, en todos los continentes, y aquí en América Latina.
El periodismo que se hace en esos medios con frecuencia se aleja de normas éticas elementales, particularmente el respeto por la verdad, principios éstos que a menudo se encuentran en los manuales de estilo de esos mismos diarios.
Por encima de esas normativas éticas privan intereses políticos o empresariales. Este comentario viene a propósito de dos hechos que vulneran la ética y que no han sido motivo para la rectificación.
El primero fue el de Die Welt, aunque no figura entre los 10 diarios de mas circulación en Alemania (sólo 267.339 ejemplares), forma parte del grupo Axel Springer, con más de seis millones de copias y 26% del mercado nacional.
Pues bien, ese fue el periódico que publicó que Irán instalaba bases militares en la península de Paraguaná y, por supuesto, como es costumbre, las agencias se ocuparon de que esa "noticia" diera la vuelta al mundo y se difundiera en la mayoría de los medios latinoamericanos. ¿Cuál pudo ser su fuente confiable? Nada de raro tendría que la hubiese filtrado la CIA por algunos de sus variados mecanismos. Ni el diario rectificó nunca, y en el supuesto negado que lo hiciera, las agencias no la rebotaron, y si ocurrió, no la recogió ninguno de los medios que la publicaron.
En Alemania existe el Deutscher Preseserat, responsable del cumplimiento del Código de Prensa, actualizado en mayo de 2000. Entre sus funciones está "amparar a estos (los lectores) frente a posibles desviaciones no deseables de los medios". Por supuesto, este asunto no fue de su interés.
El Comercio, de Lima. Veamos ahora un caso latinoamericano que está resumido en una carta de Mario Vargas Llosa al director Francisco Miró Quesada, que les transcribo textualmente: "He pedido al diario El País que a partir de hoy cese de enviar mis colaboraciones a El Comercio. Desde que un puñado de accionistas, encabezados por la señora Martha Meier Miró Quesada, tomó el control de ese diario y del grupo de canales de televisión y periódicos de que es propietario, el periódico se ha convertido en una máquina propagandística de la candidatura de Keiko Fujimori que, en su afán de impedir por todos los medios la victoria de Ollanta Humala, viola a diario las más elementales nociones de la objetividad y de la ética periodística: silencia y manipula la información, deforma los hechos, abre sus páginas a las mentiras y calumnias que puedan dañar al adversario, a la vez que en todo el grupo de medios se despide o intimida a los periodistas independientes, y se recurre a las insidias y golpes bajos de los peores pasquines que viven del amarillismo y el escándalo. No puedo permitir que mi columna "Piedra de Toque" siga apareciendo en esa caricatura de lo que debe ser un órgano de expresión genuinamente libre, pluralista y democrática.
Al apartarme por segunda vez, y de manera definitiva, de El Comercio, no puedo dejar de recordar a ese demócrata cabal, hombre de bien y amigo queridísimo que fue Luis Miró Quesada Garland, y el estupor y la tristeza con que habría visto los niveles de abyección a que han llevado la señora Meier Quesada y sus cómplices al periódico que alguna vez fue suyo y al que honró con su decencia y sus artículos".
Lo que ocurre ahora con la candidatura de Ollanta Humala sucedió hace cinco años cuando por primera vez aspiró a la Presidencia del Perú, y desde 1997 se ha venido repitiendo cada vez que han surgido candidaturas similares con reales opciones de victoria. Fue así con López Obrador (México), Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia), Néstor Kirchner y Cristina Fernández (Argentina), Lula (ya Presidente, dijo que no leía la prensa brasilera porque le daba acidez), con Fernando Lugo (Paraguay), con Pepe Mujica (Uruguay), rabiosamente en defensa del golpe contra Mel Zelaya (Honduras), y ha sucedido con Chávez.
De manera que lo que hizo El Comercio, mostrado por Vargas Llosa, no es ninguna novedad, ha sido conducta cotidiana de esa gran prensa en los últimos 15 años.