“Infórmenes” que también pueden despejar serias dudas

Por más que nos tongoneemos, siempre se nos verá el bojote. Esta es una verdad cojonuda. No hallo en este instante otro adjetivo más contundente, más rotundo.

Todos los animales domésticos, entre ellos y con mayor razón, el humano, realizamos actos de fe y no sé sin cesar: el niño confía en lo que le dice su madre (no sé si en lo que su padre; tengo mis dudas) y el sabio cree en lo que otro sabio le dice, sobre todo en relación a experiencias interesantes. Y todo opera a través de actos de fe. ¿Será entonces la credulidad de los animales, algo natural? Ahí les dejo eso para que se distraigan pensando.
Pero también creemos en los medios de comunicación (no sé si en las empresas capitalistas de comunicación), en los periodistas o comunicadores, porque entendemos que ellos lo que nos dicen es luego de haber hallado la verdad en sus obligadas inquisiciones.

Entonces, creemos -pero pienso que cada vez, con mayor escasez- por un acto de fe, a menos que nos dediquemos a re investigar lo que ya debemos suponer, honestamente investigado, por lo que perdería sentido entonces el medio de comunicación si es que su objetivo anti ético no haya sido haber dicho la verdad, sino el error vilmente premeditado para lograr propósitos inconfesables en base a la fe que el destinatario de sus informaciones pone o tiene en ellos. Y eso, sin más rodeos, es ignominioso, despreciable, pero al mismo tiempo, delictivo, y por tanto, reprensible.

Entre los millones de falsedades dichas por los medios mercantiles de comunicación privados, la última se refiere a otro comunicador y timador moral, como es Teodoro Petkof, de quien Globovisión reseña que sufrió en Margarita una fractura en una pierna pero que fue una tontería y que ya estaba bien. Días más tarde, y luego de afirmar que estaba bien por esa tontería, informa que continuaba recuperándose de su “tontería”, que resultó nada más y nada menos que una fractura de rótula.

Entiendo el deseo de sus compinches de Globovisión, y de todos, porque a Teodoro no le suceda nada maligno, pero es que como cumple Globovisión, una función de interés público, debió entonces indagar sobre las consecuencias del accidente para que su versión pudiera ser objeto de la fe que algunos pocos disociados han puesto en su ética veracidad. ¿Lo hizo en este caso? No, una vez más lanzó al aire lo primero que le dijeron, porque una fractura de rótula no es ninguna “tontería”. Su recuperación puede llevar un tiempo prolongado entre personas jóvenes y fuertes (entre seis y doce semanas). Pero en un octogenario, con un cuerpo deteriorado, y más aún, con un alma bastante degenerada (como es el paciente de marras) resulta por tanto, demasiado incierto, el tiempo de su recuperación. Así pues que Globovisión informó irresponsablemente incluso acerca de un ser que forma parte de su amada plantilla. ¿Se imaginan, por tanto, cómo lo hace en cuanto a Chávez, su amado “enemigo”? Así es que no tener fe, en Globovisión resulta un acto más que razonable, por su naturaleza premeditadamernte mendaz. Debería por tanto levantarse un informe por Conatel sobre la verdadera naturaleza de la enfermedad de Globovisión, a ver si se justifica su acción, para el interés público.

Y no deja de constituir una paradoja escandalosa, que el convaleciente Chávez deba atender una solicitud impertinente de un pequeño y atolondrado conglomerado opositor, entre ellos, Globovisión, algunos abates de la Conferencia Episcopal Venezolana y el nuncio, incluyendo a Ramón Guillermo Aveledo, quien resulta todo un abate de la perversión política, para que una comisión médica “despeje la incertidumbre sobre su salud” en base a que la salud del presidente “es de interés público, dada la función que ejerce”.

A esta otra bajeza hay que responder, diciendo, que la función que ejerce Chávez no es la única de interés público. La función que ejerce también la iglesia Católica, como la de los medios de comunicación, también lo son, y cuidado si en mayor medida, por su inmenso poder para corromper el alma.

Chávez es un ser en quien millones de seres humanos en el mundo depositan su fe. Y no es que depositan su fe, por la natural tendencia a creer, sino porque creer en Chávez refuerza la idea misma de fe, incluso por un acto ya racional, debido a que sus acciones han respondido, de forma bastante cabal, a esa fe.

De manera que esos cinco abates de la Conferencia Episcopal Venezolana y el intruso, entremetido nuncio apostólico para hablar de Chávez, deben primero lavarse sus bocas ¡coño, nada sagradas! con permanganato de potasio… Luego, esos cinco abates, que leyeron el comunicado, si no fuera por las sotanas que vestían, podría pensarse que son, o matarifes de algún degolladero municipal, o esbirros de Álvaro Uribe. Porque es que la función que uno ejerce debe quedar, aunque sea sutilmente reflejada, en la expresión del rostro. Y el rostro de estos abates (incluido el del nuncio) lo que refleja es malevolencia, no la acción que debe irradiar la insigne acción de pastorear almas humanas para conducirlas a la magnánima sublimación que simboliza el Cristo Redentor.

Y obligado a pronunciar una expresión vulgar, que no goza para nada de mis simpatías, tienen estos sujetos cara de coño e’ madres convictos y confesos. Y que conste que digo esto, con mucho respeto.

Luce más que procedente, entonces, en base precisamente al interés público de su gestión, y a sus posibles denigrantes currículos, designar una comisión médica (psiquiatras, psicólogos y trabajadores sociales) de Barrio Adentro, para fines de evaluar urgentemente a ciertos miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana -y no así al nuncio, porque goza de inmunidad diplomática- para descartar, sobre todo que sean pedófilos, o portadores de otras graves y sinvergüenzas desviaciones patológicas o anticristianas.

Porque es evidente que, hay más que mera sinvergüenzura, en esa banda de maleantes.

canano141@yahoo.com.ar


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Raúl Betancourt López


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