Nicolás Maduro ha dado de nuevo en el clavo, al llamar la atención a los propietarios de los medios de comunicación privados sobre su responsabilidad en la proyección de antivalores y la manipulación de la conducta humana. Un tema nada nuevo por cierto y sobre el cual hay prolífera literatura que algunos profesionales y estudiosos de la comunicación ligados a la derecha pretenden obviar para seguir con la matriz de opinión de que en Venezuela no hay libertad de expresión y se persigue a la disidencia.
Los opinadores de oficio al servicio de la prensa burguesa y los medios radioeléctricos exculpan a los causantes de la emisión de mensajes perversos y sientan en el banquillo de los acusados al Presidente Maduro que ha salido en defensa de un pueblo expuesto las 24 horas del día al bombardeo de programas cargados de antivalores, desinformación y odio. La osadía de criticar o llamar a la mesura a estos poderosos instrumentos de la derecha se paga con difamación, injuria y denuncias etiquetadas como “conductas propias de un régimen despótico”. El comandante Chávez sufrió en carne propia estas arremetidas y hasta el mismo presidente Luis Herrera Campins, quien aún siendo parte de la derecha tuvo las agallas de legislar contra la publicidad de cigarrillos y bebidas alcohólicas, consciente como comunicador social que era, de los efectos malignos que esta promoción causa en la audiencia. Bueno ¿y que podemos esperar? una tarea necesaria y patriótica como esta siempre va a ser siempre recibida por la canalla con ataques mediáticos que traspasan el territorio nacional. El presidente ha tomado el camino acertado y la oposición como ya es costumbre responderá con la jauría que les sigue y de este lado nuestro Quijote Maduro a la manera quijotesca: “ladran los perros mis escuderos, señal que estamos cabalgando”.
Ahora desmontemos sus matrices ¿Es falso que las televisoras contribuyen a la violencia e inducen a conductas al margen de la ley?
“Los viejos y nuevos apologistas del sistema, páginas amarilla de la prensa en la mano, repiten incansablemente que esa violencia de ficción es simple y fiel reflejo de la violencia real de la vida, y que al proporcionarla en altas cantidades y en su versión fílmica se nos hace además el favor de inducirnos catarsis. Eso pudiera ser hipotéticamente verdadero para el caso de que la dosis de violencia indiscriminadamente distribuida por tv fuera aproximadamente equivalente a la cantidad de violencia del contorno vivencial, con todas sutiles formas y matices. Pero cuando la Tv no exalta más que una violencia gansteril y asesina propia de la sociedad más armada y violenta del globo, la operación que está realizando es otra: convertirla en su argumento único de esparcimiento, crear adicción y educar en ella, induciendo la creencia de que ningún otro valor es igualmente fotogénico digno de ser tratado….Al ocupar todo el espacio que debería compartir con otros valores, ella rompe el equilibrio axiológico del mensaje globalmente recibido por el usuario; y una tv que pregona a tiempo completo el “vivir peligrosamente” es sin medios términos una tv fascista. Si efectivamente vivimos en un contorno violento (lo cual ya sería discutible, si fuéramos a comparar la nuestra con ciertas situaciones centroamericanas, colombianas, peruana o neoyorkinas) ¿No deberían los medios contribuir a amortiguar esa violencia, desvalorizándola y ridiculizándola?
El otro argumento esgrimido, según el cual no se ha podido comprobar si un mensaje reiterado produce efectos, es sencillamente ridículo” De se r cierto las agencias publicitarias-que manipulan de maravilla al consumidor con técnicas siempre más sutiles-deberían declararse en bancarrota. En cambio ellas saben que si producen efectos y por eso han llevado a Venezuela a ser uno de los primeros países de la tierra en inversión publicitaria. La TV droga si produce efectos conforme a la dosis ingerida por el teleadicto, según acaba de comprobar científicamente un irreprochable y detenido estudio de la Annenberg School de la Universidad de Filadelfia. La situación es particularmente crítica en relación con la enorme población infantil de Venezuela. Decir que el niño no sufre el embate de una programación ininterrumpidamente violenta y no imita al personaje violento porque sabe discernir la ficción de la realidad, es probablemente una de las aseveraciones más siniestras que se ha podido enunciar al respecto.”
Este análisis traído a colación no es de la autoría de Hugo Chávez Frías, Nicolás Maduro Moros, ni del Ministro de Comunicaciones, Ernesto Villegas, ni de ningún teórico o comunicador de izquierda. El estudio data de 1990 y pertenece a uno de los más importantes teóricos de la comunicación en Venezuela: El profesor Antonio Pasquali, quien por cierto hoy milita en las filas de la derecha, pero cuya obra literaria es una descarnada crítica a los medios de comunicación social y una propuesta a la democratización y el buen uso de los medios impresos y audiovisuales, en la que se apunta el gobierno bolivariano de Venezuela. Pero además la revisión en la programación de medios privados es una competencia de los ciudadanos y del estado que accionan todas las naciones del mundo incluyendo aquellas que la derecha nuestra presenta como las “cunas de la democracia y los derechos civiles”. Para muestra otra cita:
“Ese monstruo sagrado tiene en efecto mucho de monstruo y nada de sagrado (Renny Ottolina dixi), y tal vez ha llegado el momento de que escritores, Comisión de Medios, Sindicato, defensa del consumidor, médicos, psiquiatras, asociaciones de vecinos, confesiones y padres de familia desacralicemos de una vez por todas los medios radioeléctricos y exijamos una glasnost criolla de la tv por vía de un gran debate nacional; para que nuestras frecuencias, los recursos públicos y el talento nacional sean puestos al servicio de mejores causas, de las que el país realmente está urgido. La masoquista totemización de la tv, el tabú que rodea las actividades de sus grandes gestores-hecho de silencio y chantajes-deben dar paso a una transparente ventilación del problema. Problema que no es sólo moral o de estilo sino de soberanía, de autoestima económica y de concordancia con las grandes metas nacionales.” Este juicio también de Pasquali sustenta la posición del presidente Maduro con respecto a los canales privados de tv de señal libre de exigirles a sus propietarios que dejen de transmitir narco novelas o series televisivas que incitan a la criminalidad propia de esos países de donde las importan como es el caso de Colombia y los Estados Unidos. Que se le de cabida a la producción local, que para eso en el país hay talento de sobra, que sean de calidad y respondan a los intereses de la Patria.
En opinión de Pascuali: “las metas son muy otras: Calidad, Producción local de programas y Concertación acerca de las grandes prioridades nacionales y regionales. Los emisores-básicamente el Estado y los consorcios privados, deben comprender esto a cabalidad, para evitar tergiversaciones e inútiles guerras verbales”.
Ojalá así lo entiendan los dueños de los medios de con los cuales el presidente Maduro se va reunir. Oremos para que por fin entiendan cual es su verdadero rol.