Pues sí, leí alguna vez en su página web un día que ya me resulta incierto dos noticias prodigiosas por su bizarría. La primera hablaba de una joven canadiense actriz porno (y aquí el adjetivo porno resulta demasiado benévolo) que deseaba celebrar sus 23 años de edad practicando el sexo con 23 hombres Como se nota pues al rompe, un hombre por cada añito cumplido por tan tierna y excelsa atleta. ¡Imagínense camaradas cómo habrá de ser la celebración cuando cumpla 50! ... Lastimosamente yo estaré desaparecido, pero confieso que me hubiese gustado verlo: ¿50 hombres? Bueno, eso es muy difícil creerlo aunque entre nosotros lo asegure Julio Borges, varón afortunado y parlamentario de la Venezuela de hoy, cuya credibilidad y honestidad nadie, pero entiéndase, ¡nadie, coño! es capaz de poner en duda.
Su nombre completo es Heidi Van Horne, que, para más aliños insólitos resulta como la MUD, desacorde, pero a la vez coherente. Presumo que llámase Heidi, por aquella niña que por tener un abuelo ermitaño, fue cautivada por Los Alpes. Van, quizás por lo espaciosa que resulta para cargar hombres Y Horne quizás por Karen Horney, psicóloga que entendía la neurosis como un intento de hacer la vida más llevadera... Y es posible digo yo dentro del seísmo emocional que significa para otros la neurosis. ¡Y vaya entonces cuán neurótica resulta Heidi! Ella se dará el lujo de escoger a sus 23 víctimas, quienes contrario a la ley podrán encapucharse por si acaso alguno tiene pareja y resulta presuntamente incurso en adulterio. (Aclaro que me abstuve de participar en el casting, porque en materia de neurosis, tiendo a ser neuróticamente exclusivo).
La tan singular y desigual orgía fue organizada pues por la prestigiosa empresa canadiense XXX AD4 Productions, cuyo presidente (y me lo dijo una persona que no recuerdo quien es, pero que me lo juró, incluso por Dios y su madre, que es mucho decir) es el siempre bien recordado Marcel Granier Yo le dije a mi informante, sin ocultar por supuesto mi justificado coraje, que no fuera tan calumniador y retorcido, que ese ilustre empresario era incapaz de prestarse a gerenciar una empresa con tan neuróticos y rutilantes quilates.
Además, dicha masacre estaría programada para ser transmitida en vivo desde un club de Montreal.
La segunda noticia hablaba sobre un secreto que tenían muy bien guardado los bolivianos para carburar sexualmente: la sopa de cardán, un preparado con un miembro viril de toro. (No creo necesario aclarar lo que significa miembro viril, pero sí que toro no es ningún partido que sea miembro de la MUD).
Lo cierto es que decía Álvaro Camacho (también de ajustado apellido para la ocasión) que, beber ese caldo en compañía de su novia, le generaba efectos afrodisíacos con lujosos resultados. Y diría yo, sin recelar por supuesto de la sopa de cardán que, al lado de la novia suya, cualquier caldo hubiera sido capaz de haber generado las mismas derivaciones. Con razón Evo se veía tan excitado en la cumbre de la CELAC, donde a propósito sí hubo una orgia, pero de fraternidad latinoamericana y caribeña.
Ahora, ¿resultará la sopa de cardán proveniente de la CELAC, más afrodisíaca que un consomé de miembra virila de Heidi, que proviene de la OEA?
Y me prometo que éste será el penúltimo artículo que escribo, porque tengo mi novela Acatalepsia muy abandonada, y el tiempo pasa.
¡Pero es que la novela que escribe la vida, es tan interesante!