En su programa del martes 30 de junio en "Contacto con Maduro", que transmite Venezolana de Televisión, el presidente de la República se refirió al editorial del diario El Nazi-onal del 26 de junio último, cuyo contenido exhala el más nauseabundo racismo del mantuanismo redivivo de una oligarquía que no termina de entender que ya el pueblo venezolano la desplazó para siempre del poder omnímodo que por décadas mantuvo secuestrado nuestro país, para beneficio exclusivo de sus propios intereses y más aún de sus amos del norte.
Se trata, sin duda alguna, de una asquerosa nota, la que -ciertamente- como lo sugiere el compañero presidente Nicolás Maduro, el país todo la debe leer, de manera que se conozca, en toda su dimensión, la calidad humana de los dueños y ejecutivos de un diario que dejó de hacer periodismo honesto y trascendente hace ya varios años, para cabalgar con las armas del odio y la mentira y así hacer política sucia en contra de los intereses del país, violentando de esa forma no sólo los códigos de ética de la profesión, sino pisoteando el legado de su fundador, el eximio poeta y novelista Miguel Otero Silva.
Debido a que ese diario tiene a la fecha y desde hace muchos años muy escaso tiraje*, nos pareció lo más conveniente contribuir a divulgar el texto de esa nota editorial al mayor número de venezolanos que sea posible, aprovechando nuestra condición de articulista permanente de este medio digital que es Aporrea, el cual goza de una enorme y bien ganada reputación y audiencia.
De manera que no perdamos más tiempo, pues el texto de esa nota, bajo el título "Afrodescendiente Primero" es, afectivamente, repugnante en extremo y no requiere de mayores comentarios:
Este es su contenido:
"Empeñados en interpretar los hechos como hubiesen querido que ocurriesen, para así poder reescribir el pasado a su manera y sustentar con una epopeya de utilería su razón –o sin razón– de ser, el socialismo bolivariano y su enfermedad infantil, el nicochavismo, han improvisado homenajes a héroes más o menos legendarios o imaginarios mediante actos que, en cualquier país serio, serían considerados faltas de respeto a la memoria nacional.
El 8 de diciembre de 2001, Hugo Chávez presidió, en el Panteón Nacional, una ceremonia que pretendía solemne –con voluntarios semidesnudos fingiendo ser aborígenes– que terminó siendo una mamarrachada para trasladar "simbólicamente" los restos del cacique Guaicaipuro a ese recinto, un acto estrechamente ligado a manipulaciones electoreras para hacerse con cuatro diputaciones que no se oirían, pero que servirían al levantar la mano.
Siguiendo el ejemplo, a la cúpula gobernante le dio por trasladar a esa última morada de próceres los despojos simbólicos de Pedro Camejo, el Negro Primero, un supuesto teniente (¿oficial negro en un ejército de blancos del siglo XIX?, difícil de tragar esa píldora) del que se tuvo noticias gracias a Páez, quien además de talante guerrero tenía talento para la música y la escritura, de modo que tal vez el combatiente afrovenezolano haya sido una metáfora del León de Payara para ennoblecer la negritud que, hasta 1854, estuvo sujeta al régimen esclavista.
Luego, el epítome de la cursilería patriotera, Eduardo Blanco, se encargaría de adornar el pastel con aquello de "Mi general, vengo a decirle adiós porque estoy muerto".
No faltaron tambores sanjuaneros en la peculiar y también simbólica inhumación de Camejo que eclipsó desfiles, paradas, ejercicios militares y exhibiciones pirotécnicas, y que fue el número estelar en la programación del Día del Ejército, día en el que se nos recuerda cómo las huestes libertadoras (con apoyo británico) derrotaron, en el campo de Carabobo, a las tropas realistas en una confrontación fugaz en la que hubo menos muertos y heridos de los que se contabilizan en nuestras carreteras durante una temporada vacacional.
Al menos es lo que se deduce de los partes de Bolívar "mesmo" y del ministro de Guerra y Marina de la República de Colombia, Pedro Briceño Méndez. Tampoco faltaron improperios e insultos de parte del políticamente incorrecto parlamentario mayor quien, en el salón elíptico, descalificó a la oposición por negarse a participar en actos que terminaron siendo excluyentes y racistas en sentido inverso: la designación de Aristóbulo Istúriz, como orador de orden, y la presencia de Danny Glover como "moro" (¿o mono quiso decir el autor de la nota?) de lujo corroboran nuestro aserto (¿o mono quiso decir el autor de la nota?).**
Esas manipulaciones populistas buscan fomentar un odio de clase con fundamentos raciales, ajeno a un país cuyo mestizaje le distingue como uno de los más igualitarios de la región. Aquí la marginalidad no ha sido producto de arraigados prejuicios étnicos, como en Cuba, Brasil o Perú, sino de ancestrales desequilibrios económicos."
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(*) Dato obtenido de una indagación que hemos venido haciendo en estos últimos meses con nuestros propios medios, no muy científica, por supuesto, sobre su distribución y venta, consultando dos días por semana (martes y domingos) en quince quiscos instalados en zonas que -de paso- se prestan para hacerla de manera que nos mereciera cierta confianza: la tercera parte de los mismos se ubican, tres en la urbanización El Llanito, dos inmediatos a la redoma de Petare y los otros diez entre las urbanizaciones Macaracuay, La California Norte y los alrededores del Centro Comercial El Marqués.
(**) Observamos que el actor Glover no es musulmán y su origen tampoco es árabe, de manera que de "moro" no tiene absolutamente nada. Vale recordar que un medio de la misma calaña, la televisora Globovisión en los tiempos de sus anteriores dueños, Guillermo Zuloaga, Mezherane, Teófilo Nuñez y Alberto Federico Ravell (2008), el innombrable Leopoldo Castillo en su programa Aló Ciudadano, comparó al Presidente de la República de Zimbabue, Robert Gabriel Mugabe con un orangután, mientras éste realizaba una visita oficial al país, en medio de una repugnante algarabía de sus compañeras "periodistas" del panel (ver el video de esa transmisión repudiable:
MATACURAS Leopoldo Castillo y Burla contra MUGABE ...)