Un pequeño sector, pero muy ruidoso y burocrático, pretende cuestionarme éticamente por haber escrito un mensaje directo al Twitter de Nelson Boracaranda pidiendo nuevamente su número de teléfono, porque al hackearme en el año 2014 cuando usurparon mi indentidad en mi línea Movistar, cambiando mi chip telefónico desde Maracay, estado Aragua, e interviniendo mi correo electrónico y redes sociales, pues borraron el número que Bocaranda me había dado una vez que coincidimos en las instalaciones de Unión Radio.
Para que todos lo sepan de primera mano, le escribí a Bocaranda con el fin de solicitarle que su página Runrun.es dejara de publicar mi columna, ya que no lo había autorizado y sin embargo lo hicieron de manera reiterada durante un tiempo.
La tamaña mediocridad de los idiotas de oficio que pretendieron hacer de un tuit una noticia, quiero aprovecharla para suscintamente exponer apenas algunas reflexiones que alimenten el juicio de quienes son víctimas de sus embarques informativos.
1.- Me escribo y comunico con quien sea necesario porque estamos en democracia. El infantilismo político de delincuentes electrónicos y sus cómplices o jefes intelectuales no puede estar por encima del derecho a la comunicación, y afirmar que porque hablé con alguien me hace igual a él, entonces debería ser aplicado de la misma manera al presidente Nicolas Maduro cuando convocó al diálogo a la oposición, o cuando le da la mano a Capriles o Allup en actos públicos y seguramente privados, o cuando Diosdado se reune con Shannon en Haití.
2.- Lo cuestionable éticamente es el hackeo a cualquier persona por razones políticas, con el nivel de impunidad más sorprendente que se tenga en el mundo, al mismo estilo de la CIA, y con tecnología importada del imperio mismo, siendo utilizada la información obtenida para ser transmitida en programas de farándula política a tráves del canal del Estado en boca de un programa como La Hojilla, conducido por un señor al que se le filtraron unas grabaciones donde habló pestes del Presidente y de los dirigentes del gobierno a sus espaldas, incluso haciendo señalamientos delicados de corrupción, asegurando después que dichas grabaciones fueron tomadas y alteradas por el Mossad, y que hoy es quién promueve de manera casi permanente una campaña de descrédito contra todos aquellos que exponemos nuestros argumentos y propuestas sin ceder al ya muy manido y desteñido chantaje político.
3.- Nelson Borcaranda hoy es producto de informantes del mismo gobierno, que prefirieron privilegiarlo con la información de primera mano sobre la situación de salud del Presidente Chávez, mientras otros, apostábamos a la versión oficial de un gobierno que nos mintió. Ahora el gobierno no sabe que hácer con el monstruo que ha creado.
4.- Diosdado Cabello, en su programa de peluquería con sus chismosos cooperantes, con base en información de un decadente cuerpo de inteligencia del Estado, propaga incluso para desacreditarme chismes con fotos que hice públicas en mi Twitter e Instagram, sobre un evento al que fui invitado para dar una conferencia en Boston de manera pública, siendo tan cobarde que no menciona mi nombre aunque me pone en una foto con un círculo rojo incitando al odio.
En definitiva, tanto Diosdado, como Mario y Nelson, tienen varias cosas en común, utilizan información, chismes y fantasías para descalificar y así extorsionar a personas que le son útiles para sus intereses políticos y seguramente económicos, haciendo mucho daño con sus medias verdades y medias mentiras a la cada vez más mermada audiencia que todavía logran confundir y embaucar.