Confieso que al citar al Quijote en el título, no dejo de hacerlo con un sentimiento de inseguridad. Porque hay muchos intelectuales, anclados o apretujados donde uno menos lo piensa, cree sólo a ellos pertenece ese derecho. Más nadie ha leído al "Manco de Lepanto", entonces quien no tenga un certificado de ellos, que antes se daban en las cantinas de Sabana Grande, muchas veces a cambio de pagar por lo menos una ronda, ahora no sé, quizás en el Celarg o librerías del Este, de lo que ahora es el Este del Este Caracas, no está autorizado para hacer esas citas, porque sería algo así como un copión, repetidor de consignas, advenedizo, cura sin sacramento, que abundan mucho entre los políticos, un bachaquero pues.
Pero lo cito con frecuencia porque tuve la fortuna de ser hijo de un loco, soñador como el Quijote mismo, que solía sentarme en sus piernas y leerme fragmentos de la literatura clásica. En vez de dos, más dos son cuatro. Un tipo tan fuera de base, como he dicho antes, que llamó a sus hijos, según el orden en que fueron naciendo, Orlando, Electra, Atila y Urania. Pero esos nombres no los sacó del calendario sino donde originalmente estaban. Eligio, mi nombre, es el único que se sale de aquel comportamiento; pues bella persona aquel viejo mío, poeta al fin, se lo pidió prestado a mi abuelo materno, por quien sentía una gran admiración, siendo este apenas un humilde pescador con habilidades de atleta que aquel loco padre mío daba valor inusitado. Quizás porque él, mi padre como yo, para solo caminar, hemos tenido que hacer grandes esfuerzos.
El Quijote, según dicen los expertos, esos que otorgan pergaminos y dan derechos, se atosigó de tanto leer literatura caballeresca, perdió la razón, una que nunca tuvo y fundió la vida real con aquella de los caballeros andantes. Por eso, lo de los molinos de vientos por gigantes, un viejo arrugado con una hermosa dama secuestrada por "villano", a humilde y harapienta trabajadora de posada con "Dulcinea del Toboso", la bella mujer de sus sueños y causa de sus luchas y a él mismo, Francisco Quijano, con el hidalgo Don Quijote, el caballero andante, puesto en la tierra para imponer la justicia y desenredar todos los entuertos.
Quizás, no lo sabe uno a ciencia cierta, sin pergamino alguno, un carajo nacido en un barrio cumanés poblado entonces mayormente por analfabetas funcionales, prevalezca entre quienes "dirigen" la vida nacional no esa percepción o imagen poética, irónica y hasta desbastadora de "El Quijote", sino una simple falsa de ellos y la vida; una que se inventaron. Es decir, pudiera ser que quienes se creen con la verdad, la llama o la luz en la mano, que no andan vestidos de caballeros andantes sino muy formales, logren hacer creer hasta ahora, a unos cuantos, que los locos son los otros. Eso de "dirigentes de la vida nacional" se refiere a tipos de distintos colores y anclados en una isla u otra.
Por eso, como dijo Mariclen, el juego está trancado. Pero al decir eso, no afirmaré que la socióloga (¿Está bien escrito?) lo dijo exactamente así, pero por lo menos a mí me pareció que sí, quiso expresar que los interlocutores llegaron al agotamiento y con ellos de por medio, gobierno y oposición, no logran lo que se han trazado como meta y menos están aptos para que el diálogo avance como ansía la mayoría apabullante de los venezolanos. Están tan entrampados y como deseosos "de no encontrar trabajo", que apenas salen de una primera intentona, con la intermediación de gente calificada y de buena fe, al toparse con la prensa, lo primero y único que les ocurre es insultarse mutuamente. Por eso Mariclen, con acierto, dice que hablan un lenguaje de guerra, apocalíptico. Son como extraños personajes que intentando apaciguar los ánimos, solían decir, "quiero cordializar contigo, llegar a acuerdos, pero vete mucho al carajo".
Si usted escucha el discurrir de lado y lado, pareciera que hablaran malas imitaciones de "El Quijote"; porque Cervantes no hizo caricatura alguna, puso las cosas en su exacto sitio. Con la diferencia que el personaje cervantino, era el portavoz que ironizaba la vida de su tiempo, no habiendo más nadie tan cuerdo como aquel que decía tener un brebaje para regenerar todas las partes del cuerpo, por lo que no temía a lanzazo o herida alguna. ¡Fue así!
Quizás, no por ser él un hombre de la vieja derecha y epígono de la IV República y el Puntofijismo, Eduardo Fernández, sino porque lo que transcurre es demasiado obvio, coincide con Mariclen, al afirmar que Venezuela está atrapada en "el empeño de gente del gobierno en mantenerse en el poder y la persistencia opositora de tumbarlo".
El gobierno está convencido que, como se expresó "El Quijote" al arremeter en un solitario paraje de La Mancha con unos pobres curas, "Sancho con la iglesia hemos topado", que está cambiando tanto al país que ya toma forma de la "La Isla de jauja", estamos en la "Comuna de Paris" y el socialismo que anhelamos ya casi nos toma de las manos. Pero pese eso se piense, diga y hable horrores del rentismo, le ponen velas y rezan a los santos para que de un envión volvamos a los 140 dólares por barril y trazan planes sobre el "Arco Minero". Mientras tanto, la oposición razona igual, de la misma manera, en la formal y febril de "El Quijote". Ve a un gobierno que está sustituyendo el modelo suyo, el privado, por uno radicalmente distinto y sus cuentas paradisíacas, con paraísos y sin ellos, como si estuvieran esmirriadas. No ven el tiempo claro, sin nubarrones ni amenazas, salvo el deseo colectivo de defender lo suyo y hacer que la vida transcurra en paz y bienestar.
Por eso, ese estado de ánimo, de salud mental, crisis dirigencial, para Mariclen el juego está trancado. De lado y lado no se toleran ni encuentran espacio para nada, ni siquiera para empezar a hablar. Lo peor que puede sucederle a un país, a unos nacionales es que los lleven a la guerra y que en ella intervengan quienes nada les duela ni les importe, como ese ejército mercenario con el que nos amenaza Uribe y pareciera apoyar Almagro. Veámonos en el los espejos de Libia, Siria e Irak.
Por esto último y también por todo lo dicho, sin temer que topemos con la iglesia, arropémonos o mejor impregnémonos del espíritu de "Don Quijote" y discurramos que la dirigencia, de lado y lado, está por debajo de lo que las circunstancias demandan y ella debe darle paso a quienes tengan capacidad para entenderse, sin que nadie tenga que renunciar a sus principios y derechos. En el beisbol se suele decir "hagamos cambios en el bullpen".