El término sicario que entre sus diferentes sinónimos se refiere también a una persona asalariada que comete un delito de asesinato por encargo. En nuestra difícil y ardua profesión de periodista nos encontramos con comunicadores sociales indignos que escogieron esta función por equivocación, comportándose como unos verdaderos sicarios a la hora de emitir sus opiniones en algún trabajo encomendado. Precisamente, este martes 28 de junio me causó un profundo desconcierto por un trabajo publicado en El Nacional y firmado por César Miguel Rondón, titulado “El día del periodista en tiempos de lacrimógenas y Guardia Nacional”, donde el pseudo comunicador social actúa alevosamente como un verdadero sicario.
En el referido adefesio Rondón escurre su veneno como el peor estilo de los cobardes, en el que también hace mención sobre el trabajo publicado en ese mismo rotativo por su compinche Diana Sanjinés, “Periodismo bajo asedio”. Ambos afirman que con el Gobierno Nacional crecen las agresiones a periodistas y trabajadores de los medios de comunicación social, además de denunciar la censura a los medios, violación a la libertad de expresión e información.
Resulta que ni Rondón ni Sanjinés mencionan el nombre de ningún periodista o medio de comunicación que haya sido agredido o censurado por el Gobierno Nacional, por lo que deja en evidencia que los dos son unos tramposos, tarifados y sicarios al servicio de los propietarios de los medios y del imperio norteamericano.
Los susodichos personajes no mencionan para nada las atrocidades que cometieron los gobiernos de la Cuarta República en contra de los periodistas y los medios de comunicación social, que ni remotamente se asemejan a las barbaries e improperios de las policías represivas y asesinas de las administraciones puntofijistas.
Si de verdad estas dos personas se quisieran reivindicar con la historia y defender el honor de los periodistas, porque no denuncian a Ramos Allup como máximo jerarca de Acción Democrática, que su Gobierno asesinó a muchos periodistas, cuyas muertes quedaron impunes, como la del valiente y combativo periodista Fabricio Ojeda, ultimado el 21 de junio de 1966 en uno de los calabozos del SIFA.
Asimismo sabemos que las fuerzas "democráticas" de seguridad y orden público en la Venezuela de la Cuarta República, a la luz de los registros heremerográficos del siglo pasado, fueron responsables de muchas muertes violentas de jóvenes, especialmente estudiantes, sin que ninguno de los efectivos involucrados respondieran penal o moralmente por sus culpas.