Qué busca el asesino poder mediático

Los medios de comunicación social privados son una fábrica global determinada en su accionar por intereses privados avalados por el imperialismo. Explotan, manipulan, inoculan miedo, entre otras criminalidades, la materia prima más codiciada de la globalización imperialista: la información y el entretenimiento alienante, enajenante, desconfigurador de los saberes y la cultura de los pueblos. Desde esta perspectiva, la República Bolivariana de Venezuela es una excelente oportunidad de inversión para el control y apoderamiento de sus gigantescos recursos naturales y no renovables.

Tras varias semanas de instalación de focos de violencia callejera en Caracas y algunos estados del país, ninguna corporación mediática de alcance global ha dejado fuera a Venezuela de su parrilla o programación. Desde luego, sus entusiastas repetidoras (los medios nacionales) están sumados.

Los focos de caos y ataque contra los cuerpos de seguridad del Estado, e instituciones, incluyendo la propiedad privada, son magnificados y engrandecidos, bien para intentar proyectar una imagen generalizada de violencia y protesta antigubernamental o bien para homologar a todo el territorio venezolano a una sola imagen de colapso e ingobernabilidad inexistente.

Los fotorreporteros de estos grandes conglomerados mediáticos (New York Times, Reuters, AP, EFE, UPI, entre otros), en su gran mayoría concentrados en Caracas, captan los momentos de mayor confrontación para acompañar las notas de los corresponsales, cartelizando primero y trasladando después todas las responsabilidades de la violencia a los efectivos policiales o militares. Legitiman el accionar de los grupos violentos a partir de esa inversión de las causas que originan la violencia, magnificando su carácter de víctimas e incluyendo en ese mismo tratamiento a todos los que participan en las convocatorias. En otras palabras, manipulación abierta y total, sin ninguna clase de miramiento, o sea, sin importar quién caiga o muera, para éstos es profundizar un caos inducido con signos flagrantes de terrorismo.

El efecto político de una barricada, una guarimbas o el asedio a un piquete policial o militar no puede medirse únicamente por su eficacia operativa, sino por su proyección en la opinión pública a través de los criminales medios mediáticos.

Es en la acumulación de focos, por más pequeños e insignificantes que sean (siempre y cuando vayan en aumento en número e intensidad), donde está su verdadero beneficio. En intentar homogeneizar un paisaje de violencia generalizado (aunque esta no arrope importantes franjas del territorio y población venezolana), saturar su distribución en redes sociales, buscando impedir la asimilación ordenada de ese contenido y por ende encubrir las complicidades políticas que operan detrás de ella. Propagar la histeria como estrategia de confusión.

Pero este intento de propalar un estado de neurosis por saturación de imágenes de caos, violencia y terrorismo con base en las redes sociales, indiferente de su dimensión, no es un objetivo en sí mismo. Sí lo es la creación de una atmósfera lo suficientemente abigarrada y confusa que dificulte

identificar operaciones de bandera falsa, montajes y ocultamiento de actores violentos, criminales, terroristas, intentando por la vía de esa saturación premeditada su éxito como tácticas de guerra de la información dirigida. Que logren colarse y ser efectivas pasa por una audiencia neurotizada e incapaz de identificar de qué estrategias está siendo víctima. Una audiencia idiotizada por la manipulación.

Venezuela exhibe una superficie territorial de 916.445 km² y más de 30 millones de habitantes. Sin embargo, la imagen que es vendida por grandes conglomerados mediáticos en el ámbito internacional es que la población rebasó al gobierno y que el país se encuentra sumido en el caos, cuando en realidad los focos de violencia son en contados estados, no ocupan más de dos cuadras cuando llegan a su máxima intensidad y sólo agrupan un montón de violentos, no superiores a los 200 individuos cuya la única razón que le asiste es crear violencia y generar terrorismo a la ciudadanía que sólo busca vivir en paz.

En efecto, lo importante para ellos es la puesta en escena a ser magnificada, la foto del caos para ser vendida. Convertir a Venezuela en una película de violencia tercermundista, con una virtual población desesperada por alimentos y medicinas que se lanza a la calle a enfrentar al gobierno.

Con base a una audiencia global narcotizada por películas de guerras, caos humanitario e intervenciones militares gringas, Venezuela es presentada como un producto de entretenimiento y consumo mediático global, homologado a ese marco "estético" de la cultura de masa. El consumo de la "situación venezolana" está condicionado por los gustos hacia la violencia y lo espectacular, que eficazmente ha estimulado la industria cultural estadounidense (Hollywood) en la audiencia global. No dejes que los medios de comunicación social privados, el poder mediático, hagan tu vida, desmonta la mentira, la verdad está frente a nosotros, tenemos historia, tenemos memoria histórica, ahí está la genuina y auténtica veracidad de la vidas de las venezolanas y los venezolanos. Allí está el "caracazo", el "11 de abril", el "puntofijismo con más de 10 mil víctimas durante 40 años. Tenemos historia Patria. Sabemos la pretensión de la derecha fascista apátrida.

Venezuela en tanto producto mediático es ubicada, también, como enemiga pública de todos los mitos de la democracia liberal occidental, lo que la hace mucho más atractiva desde el punto de vista comercial. Venezuela es la perfecta maniobra para reafirmar vía distracción que esas ilusiones de la democracia occidental son efectivamente cumplidas en países como Estados Unidos y Europa, potencias donde se concentran buena parte de estos conglomerados mediáticos que nunca han sido libres ni independientes del poder empresarial.

Quienes empaquetan a Venezuela y la colocan en el anaquel global de las imágenes, están vinculados a tramas de grandes empresas petroleras, transnacionales, militares y bancos con intereses en Venezuela. Los medios no son más que meros interlocutores entre el mundo de los negocios y la sociedad, y de las dos con el poder político y económico.

Las últimas notas de Associated Press sobre Venezuela ("Los manifestantes de Venezuela apuntan a Maduro, se comprometen a mantener la presión"), Reuters ("Los venezolanos montan otra ola de protestas contra el gobierno") y The New York Times ("¿Puede el mundo ayudar a que

Venezuela revierta su trágica caída libre?"), escenifican justamente que ese nuevo producto venezolano en la mediática o el poder mediático global no sólo tiene condimento cinematográfico, sino la intención de presionar y ganar influencia para amplificar el asedio internacional contra la Patria Venezolana..

Allí está el caso de la invasión a Irak, donde grandes corporaciones mediáticas como Fox y CNN alentaron su intervención. No lo hicieron por patriotismo o sensibilidad con los iraquíes, para ganar cuotas de mercado (ampliar sus ventas y audiencias) y sobre todo para ganar influencia de sectores de la industria armamentística en la Casa Blanca. El mismo modus operandi bajo el cual se justificó la intervención a Libia y la agresión terrorista a Siria, y bajo la cual se intenta justificar el cerco internacional contra la Patria Bolivariana, Zamorana y Chavista, de la mano con la violencia interna.

Usted no es importante para ellos, somos una "brizna de paja en el viento". Así como Venezuela es una mina ansiada por Exxon Mobil, su cerebro lo es para The New York Times, o mejor dicho para el poderío mediático.

Luego, esta cobertura "periodística" no es gratuita, es una oportunidad de inversión para ganar mercados, consumidores, audiencias e influencia internacional. Todo esto pensando en que si el plan marcha según el cálculo (la salida a la fuerza, de facto, del chavismo del poder), los dueños de estos medios (petroleras, empresas armamentísticas, bancos, etcétera.) podrán al futuro "gobierno de transición" pagar esa factura con los recursos estratégicos venezolanos. Ahí está el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, entre otros buitres internacionales como caimán en boca de caño, aguardando para dar el inclemente zarpazo. Es fácil entender lo que existe al revés del telón del terrorismo desatado contra Venezuela. Victoria final! ¡Venezuela es indestructible!



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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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