Durante años nos han acostumbrado a que una vez realizadas las elecciones se hace una especie de borrón y cuenta nueva. Así nos olvidamos de los denunciantes de oficio, de algunas encuestadoras que son más expertas en la manipulación y tergiversación, que en los sondeos de opinión, así como de los medios de comunicación que se burlan de la objetividad, del equilibrio, del pueblo, parcializándose y sumándose a esos informantes y empresas del engaño.
Se sabe que en los procesos eleccionarios sobran los oportunistas que, creyendo que la gente es estúpida, cuando las campañas se tornan candentes, salen por la prensa con un sobre cerrado, un video montado, una foto trucada, el disco duro de una computadora, para figurar atacando al candidato que adversa.
Y a pesar de la gravedad de sus denuncias -- porque son expertos en hacer señalamientos de espanto --, una vez realizadas las elecciones todo queda en la euforia de las celebraciones y el tiempo se encarga de echarle tierra al asunto.
Con respecto de las encuestadoras, déjenme decirles, que podrían ser la mejor referencia de los resultados comiciales en Venezuela. Pero lamentablemente, muchas no tienen ética. Venden su trabajo a los candidatos irresponsables, que aún piensa que pueden triunfar a punta de mentiras. Son ventas jugosas, porque en ese negocio se pone de manifiesto su credibilidad, pero al fin y al cabo, por billete no les importa.
Por eso, observamos las estadísticas de determinadas empresas favoreciendo siempre a equis candidato, que no es más que el mismo a quien le han vendido los servicios. Por supuesto, como las cifras no son reales, al final terminan derrotados.
En estas elecciones el caso de las encuestadoras deshonestas fue patético. Algunas establecieron una estrategia, en la que tenían que comenzar colocando a Manuel Rosales por debajo de Chávez.
Y apoyados por medios sin escrúpulos, capaces de lo peor por dinero y poder, lo fueron subiendo hasta que ya de cara al tres de diciembre daban un empate técnico, con el fin de confundir a la población sin siquiera pensar en el peligro y las consecuencias que esa maniobra pudo traer en una compaña cargada de triunfalismo y signada por la incertidumbre y la violencia.
En estos períodos comiciales también suelen surgir programas de radio y televisión, semanarios, revistas, portales digitales, entre otras publicaciones, que salvo algunas excepciones, lo hacen para sumarse a esas estrategias de cañerías y llenarse de dinero. Otro caso como para coger palco en la contienda Chávez - Rosales.
Muchos de esos medios se adhirieron a la oposición y no se les critica, eso es perfectamente aceptable en un sistema democrático como el nuestro. Lo grave es que quieren mostrarse neutrales y equilibrados, para que el Gobierno nacional les proporcione o les mantenga la pauta publicitaria y la gente crea que hacen un periodismo de altura.
Pero mienten. No debemos olvidar que, por plata y por defender sus intereses, se prestaron a las artimañas de esas encuestadoras inmorales. Inclinaron la balanza hacia los azulitos con el mayor desparpajo, pese a saber que las firmas serias tenían cifras objetivas a favor de los rojos rojitos. Definitivamente, desprecian al público.
Aunque hay que ser honesto y reconocer que existen encuestadoras con credencial y medios cuya riqueza más preciada es la credibilidad ante la opinión pública y, por eso, al presente, son de referencia obligada para el Gobierno nacional y el pueblo.
La gente requiere un trato digno, honestidad, seriedad. Creo que llegó la hora de hacerse respetar ¿Cómo? Muy fácil. Aquí se sabe quienes son esos medios manipuladores, obcecados, intransigentes, que falsean la verdad y están al servicio del mejor postor y del imperio. Entonces, si se trata de radio o televisión, cambie de dial o de canal, en tanto los impresos, déjelos colgados en el kiosko, para que el sol y el abandono se encarguen del resto.
Nadie anuncia en diarios y semanarios que no se venden y así, amigo lector, usted se da su puesto. Es necesario aleccionar a esos medios expertos en navegar entre dos aguas, en pescar en río revuelto, en meterle al guabineo cuando les conviene, capaces de vender el alma al diablo con tal de hacerse ricos. No les incumbe el país, sino abultar sus cuentas bancarias.
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