Quizás las circunstancias algunas veces nos llevan a el lugar equivocado y otras al correcto, la vida se desarrolla dentro sus vicisitudes, algunos nos tomamos el papel muy en serio, otros en forma jocosa.

Cuando di mis primeros pasos en la escritura, tuve el respaldo de los medios corporativos de mi ciudad Barranquilla, no había excepciones, y hasta me publicaban dos y tres veces a la semana si ninguna clase de censura. El problema empezó cuando se vislumbró los cuestionamientos a los académicos, fue tanto su poder que pretendieron callarme más, sin embargo; aparecieron las redes, por supuesto, que tiempo después de toda la censura mediática corporativa.

Hasta en un centro universitario me prohibieron la entrada, esa orden la dieron al vigilante algunos “docentes” inmersos en el mundo de la farándula que, en su sala de reunión, sólo hacían referencia a capítulos de las series de programas de televisión, con expresiones vulgares para el talante de sus etiquetas académicas. Se molestaban porque con la colaboración de un empleado de mantenimiento les colocaba mis artículos en las carteleras, no demoraban en quitarlo, romperlo y arrojarlo a la caneca de basura, situación que me producía mucha hilaridad.

Hasta la narco dictadura colombiana me vetó tal es el caso de las convocatorias públicas, las cuales estaban al servicio de los corruptos. Recuerdo cuando participé en el concurso docente, la Universidad Nacional de Colombia a través de la CNSC, me sacó de taquito porque no tenía experiencia como docente, yo me inscribí en ciencias básicas para el departamento del Magdalena, por ahí guardo el puntaje, fue una prueba bastante dura, tanto es así que un titular de un medio en Santa Marta, anunció que los concursantes de Santa Marta fueron bastante excelentes.

El error fue haber manifestado que tenía publicaciones sobre ciencias en donde cuestionaba todo lo que se nos ha enseñado, nadie me asesoró y no pude demandar el caso y como estaba laborando independientemente y con buenos ingresos no le presté atención al caso y dejé eso así.

Lo extraño es que cuando se trata un tema sobre el colisionador de hadrones, un tema de trascendencia mundial, me dediqué a consultar y pude percatarme de que en la universidad Nacional de Colombia hay un reactor nuclear y me fue extraño que, con tanta sapiencia en ese antro, ninguna lumbrera haya entregado algo al respecto o al menos hubiese dado una explicación sobre el tema. ¿Quién evalúa a estas lumbreras?. Seguí con esa incertidumbre.

Las nuevas convocatorias siguieron el mismo guion al servicio de la corrupción publicaban listas y dos días después manifestaban que era una página de prueba y la que se aceptaba era la acomodada. Me alejé de este infernal circo.

Cierto día al periodista Manuel Hernández me invita al Rincón Latino en donde conocí personalmente al padre Bernardo Hoyos Montoya, tiempo después de haber sido alcalde y tuve oportunidad de charlar, le sugería que me avergonzaba cuando en forma satírica me llamaban “científico”; más, sin embargo; la respuesta del padre Bernardo Hoyos Montoya, el cual recibió personalmente mi primera publicación titulada:” La verdadera ciencia”, no tuvo reparo en decirme que eso no era ningún problema que sí debería considerarme científico ya que mi persona escudriñaba la verdad.

Me dijo: ¡usted es un científico y punto!

Lo que no pensé en ese momento fue la gran responsabilidad que me había endilgado el padre Bernardo Hoyos Montoya(sacerdote) con haberme bautizado, ya que ese epíteto no vino de la academia, sino de un servidor de Dios y de la sociedad.

Durante la movilización de la marcha en respaldo al gobierno del cambio del presidente Gustavo Petro lo busqué para entregarle el Proyecto Sageaycos (Sistema alternativo de generación eléctrica por autoinducción y cogeneración simultánea), lo localicé y le pedí que lo ejecutara, que se buscara los técnicos y los aplicara.

Lo hice para que algún día comprenda que su bautismo sacerdotal al colocarme ese epíteto no fue en vano.