Programa “Temas sobre el tapete” del 16 de mayo de 2007 en RNV canal 91.1. (transcripción libre de Mariela Sánchez Urdaneta). Especial para aporrea.org
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Hoy examinaré la relación entre los medios de comunicación, la televisión particularmente, y las democracias burguesas que se encuentran por todas partes del mundo. En el programa anterior terminé señalando que la democracia burguesa, explotadora y clasista que se hace pasar por gobierno del pueblo, gobierno de las mayorías, la que se encuentra en casi todos los países comenzando por Estados Unidos, Europa y América, no podría sostenerse -y sólo se sostiene- gracias al embrutecimiento y a la manipulación de las grandes mayorías y también sostuve también que, en ese terreno del embrutecimiento, de la manipulación y de disociación del pensamiento, el papel clave lo desempeña la televisión.
Hoy, para cerrar esas reflexiones, trataré el asunto con más detenimiento. Hagamos primero unas preguntas: ¿qué es la democracia actual? ¿por qué es importante la opinión de las grandes mayorías? y ¿por qué es necesaria la manipulación masiva? De hecho las tres cuestiones se hallan estrechamente relacionadas y pueden incluso decirse una sola.
Lo que solemos llamar democracia: sistema de representación popular que domina, con matices, particularmente en el mundo llamado occidental, es un sistema político que, para la burguesía, la clase dominante, la minoría dominante, ha resultado genial. Se trata de un sistema político moderno que no tiene más de siglo, estrictamente hablando menos de un siglo, que sirve para mantener y legitimar la explotación capitalista. Ahora bien, ese sistema supone ciertos mecanismos que permiten legitimar la explotación capitalista, es decir la explotación de las mayorías por las minorías, y seguirse llamando pese a ello, democracia. Supone de entrada la ciudadanía plena. La ciudadanía de todos, mujeres y hombres; ciudadanía política, es decir, con derecho a expresar su opinión política mediante el voto. Voto que por lo general es directo, aunque hay casos que no lo es. Supone algo estrechamente asociado a la Modernidad, como he señalado otras veces, la igualdad de todos ante la Ley, la condición de ciudadanos para todos (mujeres y hombres), fenómeno que se impone después de la Revolución Francesa y que se materializa, llanamente, en el siglo XIX. O sea, no es tan vieja esa condición de ciudadano para todos como algunos quieren hacernos creer. Lo anterior entonces significa que la mayoría de la población (toda la población en principio pues las limitaciones son de edad o causas específicas), es la que elige a quienes gobiernan. Además, el sistema establece que esa elección del poder político se renueva cada cierto tiempo en elecciones libres donde se expresa realmente la voluntad de la mayoría. He aquí el punto de partida de lo que sería la definición de esa democracia en términos fundamentalmente políticos y representativos.
Ahora bien. En condiciones normales, de baja conflictividad o controlable, ese sistema se mantiene básicamente porque logra el auténtico milagro moderno: hacer que los pobres –que son la mayoría y que podrían gobernar ellos mismos- voten por los ricos, es decir, voten por una minoría; se dejen gobernar por una minoría ¡exactamente como ocurría en los viejos tiempos!
Porque el sistema logra el milagro moderno de hacer que los explotados voten, y se dejen gobernar, por los explotadores legitimando de esa forma su poder. La mayoría de la población, explotada, pobre, que podría gobernarse a sí misma, decide a través del voto ejercido periódicamente, escoger a los representantes o a los instrumentos de la minoría -los ricos- para que los gobiernen, para que los sigan explotando y ellos, votando, legitiman el poder. Así son literalmente las democracias que tenemos por todas partes y que, aquí en Venezuela, estamos tratando de transformar a fondo. Y he aquí la razón por la que tenemos encima al poder mundial criticando y condenando el sistema político venezolano.
Entonces resulta que si uno tiene un sistema político en el cual participa la mayoría para decidir quiénes gobiernan y las mayorías votan por las minorías (las mayorías de explotados votan por la minoría, los explotadores) hace falta un ingrediente que nos explique ese fenómeno. Porque, o bien uno supone que la mayoría es idiota o bien debe pensar que esa mayoría está manipulada. Y la mayoría es manipulada para poderla convencer por distintos mecanismos (de confusión, de manipulación, de fragmentación de pensamiento, de miedos y terrores, en fin, de todos los mecanismos conocidos para manipular personas) de votar en contra de sus propios intereses y a favor de sus enemigos reales.
Así, pues, este sistema político es impensable sin una manipulación masiva, sin embrutecer a las mayorías, es impensable sin impedirle a las mayorías conocer cuáles son sus verdaderos intereses y quiénes son sus verdaderos enemigos. Para cumplir esa tarea esencial a fin de que el sistema de falsa democracia pueda sostenerse, y sin el cual esas democracias burguesas y explotadoras se vendrían abajo, para ello justamente están los medios de comunicación, fundamentalmente medios de manipulación masiva. Para ello está la prensa, la radio y sobre todo, la principal protagonista, la televisión. Hablamos aquí específicamente de los medios de propiedad privada que pertenecen a grupos económicos que gobiernan y utilizan los medios de comunicación para engañar a las mayorías, confundirlas y ponerlas a votar por las minorías.
La televisión privada comercial es el sistema masivo más poderoso y eficiente de manipulación que se haya inventado. Es el sistema masivo más poderoso de fragmentación y distorsión del pensamiento sin cuya existencia, funcionamiento y enorme poder de difusión, no sobrevivirían tales democracias burguesas. Llama la atención que la televisión surgió en el momento exacto: el de la masificación del voto después de la II Guerra Mundial. La televisión aparece en esa década, se impone y logra controlar a las grandes mayorías para ponerlas al servicio de las minorías. (La televisión se había inventado en 1937 ó 1938 o un tanto antes pero se impone después de la II Guerra: a finales de los cuarenta en Estados Unidos y en la década de los cincuenta en una serie de países, entre ellos Venezuela). En síntesis, es un fenómeno estrechamente asociado y relativamente reciente: televisión / manipulación masiva del voto y de la mentalidad de las personas.
Antes de continuar, señalo dos puntos relacionados. El primero es que este mundo que conocemos y en que vivimos, es un mundo reciente. Un mundo que no tiene más de doscientos cincuenta años. Pero se nos intenta hacer creer que es el único mundo que ha habido, que ha existido siempre; que no es un mundo histórico y social sino un mundo natural. Porque con ello se trata de naturalizar, es decir, de hacer creer eternos los valores y los rasgos del sistema capitalista que es el sistema dominante. Gran mentira manipuladora. Traigo un ejemplo de economía que citaba un historiador inglés socialista fabiano un libro de 1950 (atrasado en algunos aspectos pero no en lo esencial) para mostrar los profundos cambios experimentados en los últimos tiempos. El autor sostenía que los cambios habidos entre 1700 y 1750, 1800 y 1850, 1900 y 1950 (y lo dicen también las grandes historias económicas), eran tan impresionantes que, en los últimos doscientos cincuenta años, la humanidad ha cambiado muchísimo más que en toda su historia anterior. El ejemplo: si un antiguo egipcio de la época de las pirámides resucitara en 1700 en Inglaterra, salvo el problema del idioma y algunos otros detalles, se encontraría con un mundo perfectamente comprensible y al cual se podría adaptar con cierta facilidad: un mundo rural, sin máquinas, seguía trabajando con fuerza animal y humana, en fin, las condiciones de vida eran parecidas a las del egipcio había vivido dos mil quinientos años antes. Pero, en cambio, si un campesino inglés de 1700 resucitara en 1950 (imagínense si fuera en el año 2000), se volvería completamente loco porque no comprendería absolutamente nada de este mundo; salir de un mundo campesino, rural, sin luz eléctrica, acostándose temprano, conviviendo con la naturaleza y despertar en un mundo de aviones, de carros, de bombas nucleares... el individuo se volvería loco. El cambio experimentado ha sido brutal. Y el autor se queda corto porque su análisis llegaba hasta el año cincuenta del siglo pasado y justo en estos sesenta años es que se han producido las transformaciones más importantes: las computadores, el internet, los celulares, etc. Es decir, el ritmo del cambio impresiona. Y esta sociedad moderna – es lo que quiero decir a propósito del tema de la manipulación- no tiene más de doscientos cincuenta años.
Vivimos en un mundo construido prácticamente hace doscientos cincuenta años y que se ha ido forjando en ese lapso. Quiero mostrar entonces que la manipulación política en la que vivimos hoy –y que es absolutamente normal para nosotros- es también un fenómeno nuevo. Es un fenómeno nuevo asociado a esa Modernidad y producto necesario de las consecuencias políticas que ha tenido esa Modernidad.
Hay un segundo aspecto. Porque en ese cambio, con todo y lo brutal que ha sido, tampoco fue un cambio de un día para otro. Es decir, ese cambio ha tenido después cierta progresividad. De tal forma, si nos metemos en el campo político –el que me interesa examinar- a los resultados actuales también se ha llegado por etapas como producto de conflictos sociales muy grandes. Hoy tenemos ciudadanía plena en papel: todos somos ciudadanos y así lo establecen las constituciones y las leyes, todos tenemos los mismos derechos y somos iguales, en el papel, en lo político. Todo el mundo vota y todo el mundo elige a los representantes o a los que van a gobernar. Pero esto es reciente. Es fundamentalmente un fenómeno post II Guerra Mundial. Un fenómeno que, en el mejor de los casos, puede tener cerca de un siglo y en la mayor parte de los casos tiene un poco más de medio siglo.
Con el triunfo de la burguesía después de la Revolución Francesa, con la imposición de los sistemas políticos propios de la burguesía, lo que se impuso fue el liberalismo republicano –las repúblicas liberales- y los regímenes censitarios (*). Voto y elección sólo para los ricos, para los que tienen cierto ingreso y cierto nivel de educación, es decir, para una minoría. Este es el modelo que se aprobó primero en Estados Unidos, de ahí que repito a menudo que no son una democracia sino un régimen republicano y elitesco, con algunos remiendos para tratar de convertirlo en democracia pero todos sabemos hoy que eligen al presidente de la república a través de colegios electorales. Así es que ese sistema no era democrático. Se trata de un sistema censitario liberal.
Las luchas populares, las revoluciones del siglo XIX fueron las que lograron imponer la democracia. Primero en Francia, en 1848, cuando se conquistó por primera vez el voto popular y directo. Luego se fue conquistando en otros países. Pero el voto fue, durante la segunda parte del siglo XIX y del siglo XX, voto para los hombres. Sólo los hombres votaban -incluso los analfabetas- pero hombres. La participación y el voto de la mujer es una conquista de las luchas de las mujeres desde fines del XIX pero que se fueron concretando en el siglo XX. En Suiza, que siempre se ha presentado como modelo democrático, ¡las mujeres votaron por primera vez en 1970 ó 1971! En síntesis, este fenómeno de la masificación y del derecho de todos los ciudadanos a elegir el poder –y por ende poder hablar de democracia política- es un fenómeno bastante reciente. En su gran conjunto podría tener doscientos cincuenta años –asociado a la construcción de ese mundo moderno capitalista- pero que estrictamente hablando tiene, si acaso, medio siglo o un tanto más. Retomo entonces el tema de la manipulación que nos ocupa.
La manipulación política es moderna también.
Porque justamente la democracia burguesa con la igualdad de derechos políticos, con el voto de todo el mundo que se ha ido conquistando en las últimas décadas, necesita la manipulación masiva total. Digo que la manipulación política no existía en los regímenes antiguos ni en las sociedades anteriores al siglo XVII. En siglos y sociedades rurales y tradicionales anteriores no se necesitaba manipular al pueblo políticamente. Y no era necesario por la simple razón de que el pueblo no votaba. Y el pueblo no tenía ninguna capacidad de decisión porque no votaba y eran los poderosos quienes tenían el poder por derecho divino y al pueblo sólo le tocaba obedecer y aceptar la explotación.
Para lograr que el pueblo obedeciera y aceptara la explotación se requerían dos elementos: por un lado, la Iglesia y el poder enorme de la religión. La Iglesia trababa de que el pueblo fuera pasivo, dócil, repitiéndole una y otra vez que el poder de la Iglesia era de origen divino, que oponerse a su poder era oponerse a Dios y por lo tanto correr el peligro de ir al infierno, si es que antes lo no quemaba aquí el poder eclesiástico terrenal. No existía igualdad, no existía ciudadanía ni existían derechos humanos y por ello no era necesario manipular a la gente. Con un látigo, presión y educación religiosa bastaban para hacer obedecer. Por el otro lado estaba, junto a la Iglesia, para evitar una posible rebeldía, descontento, revueltas, etc., la manifestación del poder armado de la minoría de los nobles, los reyes, los señores feudales con sus armaduras, espadas, caballos, etc.
Bastaba con la Iglesia para domesticar y hacer pasivo al explotado y, el poder armado de siempre, para enfrentar cualquier rebelión. El pueblo no tenía derechos. Es ridículo imaginar a un señor feudal manipulando a un siervo suyo para que fuera a votar por él. Grotesco, repito, porque los campesinos no votaban ni tenían derechos humanos.
Sólo en estas modernas democracias que se han ido forjando a partir sobre todo de los siglos XIX y XX es que los ricos tienen que ir a pedirle el voto a los pobres porque los pobres votan. Esa es la razón por la cual la manipulación política es un fenómeno contemporáneo. El pueblo además era prácticamente analfabeta en aquellos siglos. Incluso a menudo los señores feudales y nobles también. El verdadero poder intelectual lo tenía la Iglesia. Y aquí se revela un asunto interesante. La manipulación, en la medida en que es un fenómeno asociado a la Modernidad, al ascenso del capitalismo y al triunfo de la burguesía, supone de alguna manera cierta educación y cierto manejo de la información. Porque es justamente sobre la base de cierta educación y ahora de bastante información, que se manipula el conocimiento y la información para fragmentarla, deformarla, banalizarla, y lograr que las mayorías –que ahora votan- decidan mal en contra de sus propios intereses.
La escritura y la lectura van renaciendo y se van difundiendo en esos siglos que conducen a lo que llamamos Modernidad. Se difunden con la burguesía por sus negocios, por sus ansias de abrirse paso, y por razones de comercio necesita sumar, sacar cuentas para saber cómo iban los negocios y las ganancias. De hecho, históricamente, la escritura comenzó así. No con la burguesía sino con los sacerdotes en la Antigüedad allá en Babilonia, luego en Egipto y otras partes porque precisamente los sacerdotes necesitaban sacar cuentas. La escritura no se hizo para escribir poemas sino para sacar cuentas. Los poemas vinieron después.
Regreso a la burguesía medieval. Primero recordemos que existe una diferencia muy marcada entre la burguesía actual y aquella. Aquella no estaba constituida por grandes corporaciones trasnacionales, empresarios, etc.; era fundamentalmente pequeña burguesía, clase media ubicada entre el campesinado –la gran mayoría- y la minoría formada por la Iglesia (alta jerarquía religiosa) y los nobles. Era pequeña burguesía clase media urbana, clase media rural, profesionales, abogados. etc., que formaban el Tercer Estado en la Francia previa a la Revolución Francesa y eran parte del pueblo, se los consideraba como la élite del pueblo a pesar de que tenían contradicciones con la mayoría del pueblo. Eran capaces de movilizar tras ellos al pueblo, a los sectores populares, ofreciéndoles ventajas y haciéndoles promesas y haciéndose pasar por sus defensores. De tal manera que las luchas burguesas de esos siglos que preceden a la Modernidad y que forman parte de sus primeros tiempos –siglos XVII y XVIII hasta la Revolución Francesa por lo menos y en algunos países, después-, esas luchas burguesas son luchas populares: el pueblo participa, el pueblo pone los combatientes, el pueblo pone los muertos, y la minoría de burgueses pone los dirigentes y las ideas. A la medida en que el pueblo fue tomando conciencia y comienza a darse cuenta de que tiene ideas propias e intereses propios que divergen de los de la burguesía, esos grupos de la burguesía se asustan, se ponen del lado de los grupos feudales, de los monárquicos, de los grupos de derecha, y empiezan a reprimir al pueblo.
Pero el hecho que me interesa destacar aquí es que la burguesía necesita la educación porque al intentar dinamizar la producción, avanzar técnicamente, científicamente, etc., la burguesía necesita de la ciencia, de la escritura, del conocimiento, de la lectura, para hacer letras de cambio, fundar bancos, y necesita la ciencia para conocer los climas, la producción, las semillas, las técnicas productivas, y luego incluso para crear las propias maquinarias. Eso lleva a esa burguesía no sólo a difundir y a estimular ciertas formas de conocimiento, de alfabetización, sino que la conduce también a enfrentar el poder de la Iglesia y su control embrutecedor sobre las masas. La burguesía se ve obligada a enfrentar a esa Iglesia por reaccionaria y atrasada, por contraria a la Modernidad, al conocimiento y al avance científico. Esa ha sido una lucha de siglos de la cual se recuerdan los conocidos los casos de Galileo, Giordano Bruno y otros.
Lo importante es que la burguesía en ascenso de esos primeros siglos de la Modernidad defiende la laicidad, estimula y defiende la educación laica de la gente. Incluso más adelante esa burguesía experimentará la necesidad de educación no sólo para ella misma sino para sus propios trabajadores; educación para que los obreros manejen máquinas complejas, incluso tractores en la agricultura, se requiere, obreros que puedan leer y escribir para que no apreten el botón que no es y echen a perder la máquina, etc. Aparte de que la lectura y la educación terminan también -como todo en un sistema capitalista- convertidas en un negocio. Porque se venden los folletos, manuales, libros y la prensa, que no sólo es negocio comercial porque hace publicidad sino que también es un mecanismo difusor de las ideas burguesas esencialmente.
Es importante destacar entonces que la burguesía no es democrática. La burguesía nunca ha sido democrática. La burguesía hizo demagogia con el pueblo a lo largo de varios siglos para conquistar ella el poder. Lo más dispuesta que ha estado para acordarle al pueblo fueron los derechos políticos, la igualdad en el papel. Y esto porque lo necesitaba para fundamentar su poder en el pueblo y no en el derecho divino, el derecho de los reyes, utilizado contra ella.
La burguesía hizo al pueblo fuente de poder, siempre y cuando el pueblo no ejerciera el poder; siempre y cuando el pueblo delegara en ella el poder a través de esas constituciones liberales o republicanas para que votaran sólo los ricos, los que tenían educación, es decir, fundamentalmente ellos; constituciones liberales a menudo pactadas con la monarquía que terminaban aceptando la monarquía autoritaria. Porque la burguesía fue descubriendo que la represión y el autoritarismo de esa monarquía -que al principio se ejercía contra ella- ahora se podía ejercer con su participación y ella podía ser beneficiaria de esa represión dado que la represión ahora se ejercía contra los sectores populares. Y así la burguesía crecía y prosperaba a la sombra de dictaduras sin tener que concederle a los trabajadores derechos, salarios ni beneficios sociales.
Quiero resaltar que el capitalismo prefiere la dictadura.
La propia democracia burguesa moderna –chimba- que tenemos prácticamente por todas partes, es una conquista del pueblo, una conquista de los trabajadores, y las más de las veces se la ha conseguido contra la actitud cobarde y conciliadora de la propia burguesía. Así es que lo más moderno que tenemos -la democracia política- es una conquista del pueblo contra la burguesía y contra los aliados feudales, monárquicos y reaccionarios de la burguesía.
Y esto es importante decirlo porque uno de los mitos políticos más arraigado y que más se repite (porque los defensores ideológicos de la burguesía tratan de hacerlo arraigar) es que capitalismo y democracia son la misma cosa.
O que el capitalismo supone y promueve la democracia. Eso es una mentira descomunal; basta revisar la historia para darse cuenta de que eso es falso. El capitalismo (que además nunca se llama a sí mismo capitalismo -término de resonancias negativas- sino que se denomina con nombres sonoros como economía de libre mercado, sistema de libertad política, etc.) no puede ser democrático por una razón sencilla: porque el capitalismo es un sistema de opresión de la mayoría por la minoría. De la mayoría pobre por la minoría rica. De la mayoría de campesinos, obreros, estudiantes, etc. por una minoría de capitalistas. Y esto no puede ser un sistema democrático. Además, como sistema, genera riqueza en un polo de la minoría, y genera miseria y pobreza en el otro polo, el de la mayoría.
El capitalismo ni puede ser ni es un sistema democrático. La democracia se le ha impuesto a la fuerza al capitalismo. Lo más que acepta el capitalismo son los regímenes liberales republicanos censitarios, como el de Estados Unidos, de buena parte de Europa y de América Latina durante el siglo XIX. Lo más que acepta el capitalismo (por imposición o por conquista popular pero no por decisión propia) es la democracia política representativa, esa democracia burguesa política que se encuentra por doquier y que estamos tratando de demostrar que no es democracia porque sin un sistema poderoso de manipulación no se sostendría pues los ciudadanos votarían por sí mismos y no contra sus propios intereses, que es lo que logra esa manipulación.
Esa democracia es, cuando más, representativa, política, sin democracia social, sin democracia económica ni cultural. Además, cuando se analiza la historia del capitalismo uno se encuentra que el capitalismo ha vivido mucho más con dictaduras que con democracias. Revisemos la historia de estos dos últimos siglos de dominio capitalista para observar que por todas partes lo que ha impuesto el capitalismo son fundamentalmente dictaduras con paréntesis democráticos.
Y en el último medio siglo, que ha tendido a dominar la democracia es, justamente, porque los niveles de manipulación han alcanzado niveles tan altos que el sistema se considera más o menos seguro, porque pueden manipular a las grandes mayorías y garantizar que ellas voten por la minoría. Lo que se encuentra en los dos últimos siglos de dominio capitalista es la imposición violenta del capitalismo colonialista e imperialista a través de guerras coloniales y conquistas de todo tipo en todo el mundo, Asia, América, África; sistemas censitarios y autoritarios por doquier empezando por su modelo ideal, Estados Unidos; dictaduras derechistas en Europa, Asia y América Latina. Revisemos en nuestra historia latinoamericana la larga ristra de dictaduras derechistas, militares y asesinas impuestas por Estados Unidos; lo mismo ha ocurrido en Asia y en África con otros poderes imperiales: con Inglaterra, Francia, Holanda, Portugal. Examinemos la historia del siglo XX y el facismo y el nazismo en toda Europa, el franquismo y la dictadura franquista en España. Sólo las guerras mundiales –particularmente la II-, con los cambios sociales que produjeron y las grandes luchas populares de las grandes mayorías son las que han logrado conquistar esa democracia, así sea esa democracia. (...)
Cuando los grupos de la burguesía se dan cuenta de que no pueden controlar al pueblo, que el pueblo se está desbordando, que hay amenaza de cambio social o de revolución, apelan inmediatamente a la dictadura y llaman a Mussolini, a Hitler, a Franco, a Pinochet, a los gorilas argentinos o brasileños o hasta payasos como Carmona, como hizo la derecha en Venezuela en 2002. ¡Y luego vienen a hablarnos y a escribirnos libros para tratar de demostrarnos que capitalismo y democracia son conceptos hermanos indisociables porque el capitalismo y la democracia son prácticamente la misma cosa! Es clave desmontar ese mito que se repite interminablemente.
Pero el hecho que interesa para regresar al tema de la manipulación, es que a lo largo del siglo XX, sobre todo de su segunda mitad, la democracia burguesa, representativa y explotadora se va imponiendo por doquier como producto de los avances populares, de la organización popular, de las conquistas de las masas, y esto significa en pocas palabras, protagonismo político por parte de las masas. La masas comienzan de verdad a ejercer protagonismo político, las masas votan, son las que deciden sobre el poder, y por lo tanto la burguesía –en aras de mantener ese poder- necesita engañarlas, manipularlas, impedirles que descubran cuáles son sus verdaderos intereses y quiénes son sus verdaderos enemigos.
De tal manera que la manipulación laica, política, mediática se pone a la orden del día y se hace absolutamente indispensable para la burguesía, ya que ésta y el régimen cada vez más explotador y reaccionario que ella mantiene, no puede conservar el poder de forma legitimada sin apoyo popular. Y no puede lograr el apoyo popular sin manipular. Y para manipular se requieren varias cosas, entre otros, los medios de comunicación y el principal de ellos, la televisión, que aparece justamente en los años posteriores a la II Guerra Mundial.
Estableceré un cierto matiz. Digamos que si bien la televisión privada comercial es clave y fundamental para mantener el sistema de dominación capitalista, ese sistema no se sostiene realmente con la televisión. Tiene cuatro pilares claves: tres que se muestran con claridad y un cuarto poder que se mantiene más bien oculto y deja su aparición para los momentos de emergencia. Observemos primero cuáles son los tres pilares: la Iglesia, la escuela y los medios de comunicación, en especial, la televisión.
Veamos el caso de la Iglesia. La Iglesia es la de siempre aunque la Iglesia moderna tiene diferencias importantes con la de los tiempos antiguos, medievales o renacentistas. De este lado del mundo, es la Iglesia cristiana, católica. La Iglesia Católica es la Iglesia del cristianismo más atrasada y más reaccionaria. Y esa Iglesia cumple el mismo papel que ha cumplido por lo menos diecisiete siglos: lavarle el cerebro a los niños pequeños, llenarles el cerebro de miedos, de mitos, de fábulas manipuladoras disfrazadas de palabra divina, de palabra sagrada, para convertir a esos niños en ovejas, en borregos domesticados, pasivos, que ya más nunca podrán librarse de esa manipulación religiosa y que se someten toda la vida al poder absoluto y totalitario de la Iglesia. Lo que se logra en la mayor parte de los casos.
La Iglesia le impone al niño de corta edad la fe, comentaba yo en un programa reciente (**), y la fe convierte al niño en un fiel, un oveja que no razona, porque la fe es la madre de todas las ideologías y la más nociva de todas. Porque ni siquiera es una ideología que uno escoja sino que se la imponen a uno cuando todavía no hemos aprendido a pensar. La fe es lo que se le mete en la cabeza a la niña y al niño indefensos antes de que aprendan a pensar. Lo hacen sus padres -con la mejor intención porque lo mismo hicieron con ellos durante su infancia- y lo hace la Iglesia, sabiendo lo que hace. Esos niños difícilmente pueden librarse a lo largo de su vida de esa sujeción que los convirtió en ovejas seguidoras del poder de la Iglesia y de todos los dogmas y fábulas absurdas que propagan.
Y sobre todo la fe y la enseñanza religiosa, santificadora de esa fe (esta es la parte laica manipuladora que hoy me interesa destacar y no tanto la religiosa), es lo que conduce a esos niños a aceptar el mundo tal como es, es decir, a aceptar la desigualdad, a aceptar la pobreza, la miseria, a aceptar la injusticia, a aceptar la desigualdad y a aceptar todo ello con resignación. Con eso que llaman resignación cristiana. Es decir, a respetar el poder explotador. Ya no se atreven a decir que su poder es divino. El único poder divino que queda es el de papa (¡el de ellos pues!) y por eso al sacralizar los otros poderes, es Dios quien lo está haciendo todavía. Pero en todo caso, al santificar ellos ese poder –lo que hacen papas y cardenales- ese poder debe ser respetado por los cristianos. Y convierte entonces a los cristianos en seguidores y aceptadores de la injusticia, de la desigualdad, de la pobreza y de la miseria. Porque la Iglesia es cómplice de ese poder y porque les vende o regala a los niños católicos la idea de que hay otro mundo y que en ese otro mundo el cristiano, particularmente los pobres que son la mayoría, van a ser felices allá en el cielo mientras que los ricos probablemente van a ir al infierno.
Y a propósito de esta dimensión que nos acerca de nuevo a la laicidad: el conflicto entre la burguesía y la Iglesia -conflicto que llenó varios siglos cuando la burguesía estaba en ascenso y quería conquistar el poder, los siglos iniciales de la Modernidad- ese conflicto desapareció hace tiempo. Sobrevive, sí, en cuestiones menores: si se acepta el aborto o no, hasta qué punto es aceptada la educación religiosa, el matrimonio de los homosexuales, son temas explosivos. Sí.
Pero hay un tema esencial que está por encima y en el que están de acuerdo la burguesía y la Iglesia. Es el tema de someter y hacer pasiva a la mayoría de la población. En ese terreno ambos -burguesía e Iglesia- están de acuerdo porque descubrieron hace ya algún tiempo que se necesitan uno al otro. Y por eso los tiempos en que la burguesía y la Iglesia se oponían de una forma cruda pasaron hace bastante a la historia.
La Iglesia ha sido siempre seguidora del poder. Eso es lo que le permite dominar la conciencia de la gente. La Iglesia comparte el poder explotador con quien lo tenga y eso le permite dominar la conciencia de la gente. Le permite también prosperar como fuerza ideológica, política y como fuerza económica, pues no olvidemos que la Iglesia es un poder económico muy grande. La Iglesia le sirvió al poder esclavista romano, le sirvió al poder feudal medieval europeo (poder que ella misma ayudó a construir imponiendo el cristianismo por toda Europa), prosperó con ese poder e incluso lo dominó cuando colocó al papa por sobre los reyes y los emperadores (historia de las dos espadas), llamando “poder espiritual” a su poder, diciendo que venía de Dios, y “poder material” al otro, al político, que lo daba justamente el papa sancionando el poder material de los reyes.
Así fue hasta comienzos de los tiempos modernos, hasta el ascenso de la burguesía europea, y como ésta quería cambiar las relaciones de poder para entrar ella y apoderarse del poder, como esa burguesía se apoyaba en las masas populares y esas masas populares sentían en carne propia la explotación religiosa y cargaban un odio acumulado contra esa explotación y mentiras religiosas, la Iglesia se opuso a la burguesía. Pero a medida que la burguesía fue conquistando el poder, aliándose con nobles, terratenientes y demostrando que no quería grandes revoluciones sino ocupar su espacio político y oprimir al pueblo con otros mecanismos y recursos, y a medida que el pueblo fue entendiendo que su causa no era la causa de la burguesía sino una distinta, contradictoria, empezó a enfrentarse a esa burguesía que estaba tomando el poder y la Iglesia –que se adapta a todos los poderes- descubrieron que sus peleas habían quedado en el pasado y que, en lo esencial, estaban de acuerdo en mantener la sujeción de las grandes mayorías utilizando diversos recursos (los de la burguesía y los de la Iglesia). La Iglesia perdió cierta influencia, cierto poder, no hay duda, porque el poder se fue haciendo laico, pero siguió prosperando. Al mismo tiempo la burguesía descubrió que para seguir dominando la mente de las masas populares y para quebrar desde la cuna una posible rebeldía, la Iglesia seguiría cumpliendo un papel fundamental.
Y hoy incluso las burguesías europeas, preocupadas y asustadas por la necesidad de tener que defender un sistema capitalista que está haciendo aguas por todas partes, están de vuelta de la separación que lograron entre la Iglesia y el Estado y ahora quieren unirse.
Y se están prácticamente uniendo para enfrentar la creciente amenaza que representan los pueblos excluidos que luchan por un mundo mejor y diferente del capitalismo. De tal manera que todas las amenazas exteriores llevan a fortalecer más todavía la relación entre la burguesía y la Iglesia, a pesar de veamos por todas partes conflictos por problemas que ciertamente son importantes pero secundarios, porque en el fondo y en lo esencial esas clases dominantes están tan convencidas como la Iglesia de que es necesario una alianza en los problemas básicos para seguir domesticando y manipulando a los pueblos, seguir controlando su forma de pensar y seguir manteniéndolos como seres pasivos incapaces de reconocer sus propios intereses y que justamente por ello votan por intereses contrarios a los suyos.
Un ejemplo rotundo es el papa actual, Ratzinger o Natzinger, ex joven nazi, perseguidor de la Teología de la Liberación, reaccionario a carta cabal, salido de una caverna del paleolítico con un garrote en la mano, combinación de Torquemada con Bush, quiere hacer regresar hoy al mundo católico a los viejos y añorados tiempos medievales, tiempos de autoritarismo, de pensamiento único religioso, de Inquisición. Pero esta vez lo hace no enfrentándose a la burguesía sino con el apoyo de esa burguesía. Porque la burguesía actual –leamos las opiniones de las burguesías latinoamericanas y leamos las opiniones de las europeas- no condenan ni critican a ese papa por ser una momia reaccionaria sino, por el contrario, aceptan la mayor parte de sus ideas y simplemente les parece que al papa se le ha ido la mano o la lengua pero, más allá, el papa está en su misma dirección. Si esta fuera una burguesía de hace dos siglos, estaría declarándole la guerra a un papa tan reaccionario. Pero hoy la burguesía es tan reaccionaria como el papa. Eso es lo que quiero decir.
De tal manera que la Iglesia continúa jugando un papel central en la manipulación porque se ocupa de las niñas y los niños para lavarles el cerebro desde temprana edad y condenándolos a ser unos borregos, unas ovejas, toda su vida, enseñándoles la pasividad, engañándolos con otro mundo y diciéndoles que se porten bien en este, que acepten la explotación, la injusticia, la pobreza y la desigualdad porque en el cielo ellos la van a pasar bien y los explotadores ricos la van a pasar mal. La Iglesia juega pues un papel fundamental.
Pero el segundo papel fundamental lo juega la escuela, la educación. Por todas partes es así.
Cuando hablo de la escuela me refiero al sistema educativo y a sus valores. Todo el sistema escolar en las sociedades capitalistas está concebido para crear y para sostener la ideología y los valores del capitalismo. Valores que pueden ser laicos porque –después de la separación entre Iglesia y Estado en el siglo XIX- la escuela funciona con principios laicos. La religión comienza tempranito en la escuela o la parroquia con la primera comunión y la escuela profundiza o desarrolla en las etapas superiores del crecimiento de los niños esos mismos valores pero en su forma laica. Son valores laicos, pero son valores egoístas y mezquinos, que le dan nueva forma a la pasividad religiosa, que se alimentan de esa pasividad religiosa que la Iglesia ha enseñado a los infantes.
Toda educación es ideológica, como sabemos.
Sólo los líderes cretinos de nuestra oposición venezolana y de algún otro país latinoamericano, pretenden que únicamente son ideológicos los valores que a ellos no les gustan porque se oponen a sus intereses o porque se oponen a los intereses a los que ellos sirven.
Toda educación es ideológica. Educar es ideologizar. Es inculcarles determinados valores a los niños y esos valores simplemente pueden cambiar de signo. O son valores capitalistas, individualistas, egoístas, mezquinos, serviles, colonizados o son valores que contribuyen a formar jóvenes solidarios, con otra visión del mundo, identificados con la soberanía de su país y que puedan incorporarse a la construcción de una sociedad soberana, digna, democrática, incluyente y no llena de miseria, injusticia y exclusión.
Ese es el problema de la educación. No el que una educación es ideológica y la otra no. Se trata simplemente de discutir cuáles son los valores que se le están inculcando a las niñas y los niños y si esos valores son malos o son buenos. A quién le sirven esos valores. Pero la mayor parte de los países –y aquí en Venezuela justamente hay un conflicto contra eso porque se está tratando de hacer algo diferente- donde operan o dominan esas democracias burguesas los valores que difunde la educación capitalista son los valores fundamentales del sistema capitalista para su propio sostén: egoísmo, competencia, racismo, diferencias de género, diferencias sociales, en fin, los valores asociados a estos. Esto arranca desde la educación primaria, la secundaria y más adelante, la universitaria, donde se forman las minorías que llegan (pues en el camino se van quedando muchos porque en las sociedades capitalistas la deserción escolar es tremenda) a formar los cuadros defensores del sistema. En la universidad se les enseñan, con mayor nivel de calidad y profundidad, las teorías que apuntalan el sistema de dominación capitalista, y que en nuestro caso latinoamericano, se traduce en dependencia colonial, en historia colonizada que se enseña en los propios liceos y universidades: la superioridad europea, la pobreza de nuestras culturas, nuestra inferioridad como latinoamericanos, etc. Se traduce también en una repetición (de cacatúas) de las teorías elaboradas en los grandes centros de poder mundial. De esas universidades egresan los economistas defensores del mercado, de la economía neoliberal; sociólogos admiradores de la sociología estadounidense, los psicólogos conductistas, los médicos y odontólogos mercenarios, los ingenieros de Intesa que vendieron el cerebro de Pdvsa a las trasnacionales, los arquitectos y constructores de Sambil y tantos otros profesionales que salen de la universidad a hacer dinero, a formar nuevos colonizados en esos institutos de postgrado (en el caso venezolano, a pesar de los cambios habidos, todavía salen a trabajar en el IESA o en la Universidad Metropolitana o, como hace poco, a inventar bodrios como Misión Riqueza). El papel de la escuela y de la educación es clave y fundamental y todavía aquí, con toda la pelea por cambiar las cosas, continuamos atados en buena parte a una educación colonizada.
En tercer lugar, están los medios de comunicación prensa, radio y televisión, instrumentos claves de la manipulación. Porque en estas sociedades capitalistas modernas, sobre todo en las dependientes como la nuestra, no basta siempre la religión y la educación está relativamente restringida a la minoría que accede a los postgrados, etc., de tal manera que las masas –e incluso para esas mismas minorías que acabo de mencionar- para todos ellos está la televisión. La televisión sí cubre a las masas, cubre a todo el mundo. Y esa televisión depende de los centros mundiales de poder estadounidense –que es total en este terreno porque Estados Unidos crea las noticias, las series, las películas, los programas de entretenimiento, o mejor, los instrumentos de manipulación y de venta de ideas, venta de valores, de formas de vida capitalistas y colonizadoras, esa televisión mediatizada, dominada, esclavizada, servil, televisión privada, colonizada y monopolizada por grupos empresariales poderosos que la manejan como una empresa que corrompe y lo que hace es producir dinero. Esa televisión que le llega a todo el mundo, que uniformiza a todo el mundo, que embrutece a todo el mundo, se convierte en el instrumento clave para manipular, disociar, fragmentar el pensamiento, banalizarlo todo y servirle de instrumento fundamental a la dominación.
Para terminar queda el último elemento, el cuarto mosquetero, el principal, pero que no se muestra tanto, es la represión, que en tiempos más recientes trata de mantenerse de bajo perfil. Hay una represión ordinaria que no se nota. Pero esa represión, ejército, policía, plomo contra las manifestaciones, todo lo que sabemos y hemos visto por mucho tiempo en nuestros países (antes de que las cosas comenzaran a cambiar en Venezuela con este gobierno bolivariano popular, participativo, protagónico, que no reprime a nadie) la represión ordinaria de las democracias capitalistas pasa a estar en primer plano cuando se agota la fuerza de los otros tres pilares. Cuando ya la educación religiosa, cuando ya la escuela, y sobre todo cuando ya no bastan los medios de comunicación, porque la explotación es demasiado grande y la rebeldía empieza a manifestarse, aumentan los deseos de cambio, entonces la represión pasa a primera fila. Se les hace necesario a la burguesía y a los capitalistas dejarse de tonterías democráticas y llaman a Franco o a Pinochet para que masacre, para que reprima al pueblo y a los trabajadores, por tres o cuatro décadas para que luego –poco a poco, después de haber matado y reprimido a una generación entera como sucedió en Chile, después de lavarle el cerebro a la generación siguiente, después de montar un sistema capitalista más hipócrita y represivo, más seguro y controlado-, se puede entonces ir hacia la transición como en España, se puede volver a la democracia como en Chile y se va retornando a la democracia burguesa para cubrir las apariencias y poder continuar diciéndole a uno que capitalismo y democracia son lo mismo. Este es el montaje fundamental.
Quiero terminar diciendo que es necesario limitar la religión a su papel privado, a su papel personal. Debemos evitar que la religión se mezcle en la política y que de nuevo la religión ejerza poder político. Es necesario desarrollar un nuevo sistema educativo con valores diferentes cívicos, sociales, de equidad, revolucionarios, solidarios, distintos a la basura de educación de derecha individualista, egoísta y pro capitalista y pro colonialista que tenemos y también es necesario quebrar la televisión privada comercial. Es necesario crear una nueva televisión. Hay que quitarle la televisión a los grupos capitalistas y explotadores que la usan para embrutecer y dominar. No para ponerla en manos del Estado. No. Para ponerla en manos del pueblo, en manos de la mayoría, en manos de la población, a fin de construir verdaderamente otro tipo de televisión de servicio público que forme parte del proceso de transformación requerido para enfrentar el capitalismo.
Esto es parte esencial hoy de todo cambio genuinamente revolucionario, en mi opinión. Sin una televisión distinta de la basura de televisión que tenemos y de la dependencia que tenemos de la televisión estadounidense y sus valores (como hemos visto esto tiene repercusiones sobre la educación y sobre la separación de Iglesia y Estado) sin esto no es posible profundizar este cambio revolucionario. Sin otro clase de televisión cualquier proceso democrático y popular seguirá estando seriamente amenazado porque esa televisión es el instrumento básico de manipulación y embrutecimiento con el cual se mantienen y defienden los valores propios de esas democracias burguesas, explotadoras, que se hacen pasar por gobiernos de las mayorías cuando lo que son es gobiernos de las minorías manipuladas que votan en contra de sus intereses y a favor de sus enemigos, en lugar de votar por sí mismas.
Bien. Termino aquí por ahora.
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(*) DRAE: Censitario, ria. 1. adj. Dicho de un sufragio, de un voto, etc.: Limitados a las personas incluidas en un censo restringido.
(**) “Relación entre pensamiento fragmentado y mecanismos de dominación. La mala forma de razonar (II)” en aporrea.org, 12 de mayo de 2007.