RCTV, algo más que un medio antisocial y no-servicial

En medio de tanto ruido, alboroto y movilización, algunos podrían preguntarse, de pronto -y no sin razón- si todo esto, en fin de cuentas, no es más que un problema creado en torno a una cosa no esencial para la vida humana: la televisión, es decir, algo que hasta la primera mitad del siglo XX jamás existió en la historia de la humanidad. Legítimo es que el ser humano, de cuando en vez, detenga su marcha y se interrogue radicalmente acerca del mundo en que vive.

Es su constante derecho!

El mundo en que vivimos está hecho de todo cuanto hay a nuestro alrededor, tanto aquello que hasta hace muy poco no estuvo allí como aquello que posiblemente pronto no lo estará. La televisión, por su parte, es algo que ha conquistado nuestro espacio vital y que muy probablemente seguirá ocupándolo por mucho tiempo. Se trata de un objeto delicado, ambiguo, un medio que puede servir para bien como para mal. Nuestra actitud respecto a su presencia a lo largo de nuestra vida, y la de nuestra descendencia, se impone como una actitud de permanentes vigilantes. La TV debe sernos útil, provechosa, si no más vale pasarnos de ella.

Le debemos una vigilancia esmerada, inteligente y constante, sobre todo si sabemos que puede convertirse en un ente peligroso para nuestra especie. Caída, por ejemplo, en manos de intereses particulares -en vez de sociales, constructivos, humanísticos, colectivos, generales- este elemento novel de nuestra civilización no conviene a la raza humana.

Si hemos permitimos que la televisión esté aquí entre nosotros, esto es, si consentimos que exista en nuestra vida, es sin duda porque reconocemos su potencialidad de servicio frente a nuestras sociedades, que son quienes en última instancia la han creado. Si está con nosotros, es porque creemos que hay algo en ese "medio" que nos puede beneficiar a todos. Un beneficio, eso sí, que ha de ser verdadero, no superficial, ni mucho menos falso. No puede tratarse de un vicio, ni de una ilusión de progreso. Si el uso de la televisión se redujera a una dependencia pueril, dócil y cómoda a la creación sistemática de falsas necesidades por parte de la industria capitalista, como podemos constatarlo hoy en el mundo, entonces este medio no vale la pena.

(Es verdad, la televisión en su totalidad está hoy en tela de juicio en el mundo).

Lo crucial del caso de RCTV es que esta compañía de televisión ha trascendido las meras prácticas de un comercio inmoral, es decir, tanto las del producto innoble propuesto al usuario como las del tratamiento represivo y chantagista reservado a sus empleados. RCTV ha ido, definitivamente, más allá. No contenta con un ya legendario despotismo interno, ni con un evidente desprecio por sus televidentes (manifiesto en la colosal vulgaridad de sus enlatados y en la ausencia de valores éticos que éstos vehiculan), esta estación televisiva aspira ahora al rango de poder político local.

Poniendo todos sus esfuerzos, en vista de la no renovación de la concesión, en proyectar una imagen de icono moral corporativo, de humilde e indefensa encarnación de los derechos humanos, RCTV pretende simplemente desprestigiar una revolución socialista sana, digna y progresista que no cree en cuentos. Si en sus comienzos esta planta de televisión sólo aspiraba a una tradicional prosperidad capitalista, hoy en día pugna abiertamente por un poder político bajo el cual encubrir su verdadera falta de interés por la patria.

Detrás de un discurso en el cual ya se mal manejan los peores enlatados de la demagogia cuartorepublicana, se esconde obviamente un vacío inmenso de patria, de raíces, de cultura. Porque al hablar de RCTV estamos hablando, precisamente, de una sub-cultura nacida al amparo de ilusiones mal habidas: el norte + nuestro petroleo = progreso.

Que hoy RCTV se disfrace, ante la opinión, de patrimonio cultural con vocación democrática al servicio de la libertad, parece ser su único recurso frente al desenmascaro monumental que le ha propinado el mismo pueblo. La verdadera ambición de Marcel Granier tal vez sea, en fin de cuentas, la negación de nuestros propios orígenes.

Qué motivo de vergüenza habremos de ser para RCTV, que con tanto esfuerzo se asimila al "American dream", y qué ingratos, qué buenos indios habremos sido la mayoría al no cooperar, durante los últimos comicios, con la oligarquía venezolana a nuestra propia sumisión.

Afortunadamente, el mundo en que vivimos está hecho de todo cuanto hay a nuestro alrededor, tanto aquello que hasta hace muy poco no estuvo allí como aquello que posiblemente pronto no lo estará.

xavierpadilla@9online.fr


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Xavier Padilla


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