¡Qué poder tenía Marcel!

Marcel (el marido de una de las accionistas de RCTV) tenía un inmenso poder en Venezuela. Llegó a ser tan fuerte que algunos presidentes le temieron y obedecieron. Sabían estos que algún día dejarían de ser presidentes, pero Marcel seguiría siendo el Marcel que fabricaba o destruía líderes, el hombre cuyo apoyo era imprescindible para crearse una imagen de político probo e inteligente.

Esa conducta, tan propia de la cuarta, de preocuparse más por su futuro político que por resolver los problemas la nación, hizo fuerte a un individuo que ha contado con medios y falta de escrúpulos para endiosar o desprestigiar a quien le viniera en gana.

Era tan grande el poder de este personaje, que aún manejando una concesión del Estado se daba el lujo de impedir la aparición de un presidente en ejercicio en "su" canal de televisión.

Hasta hombres con poder y sin escrúpulos, como Jaime Lusinchi, se doblegaron ante Marcel. No se atrevió el expresidente a negarle la renovación de la concesión a RCTV, a pesar de ser su enemigo personal y estar facultado por ley para hacerlo.

Marcel siempre hizo lo que le vino en gana, al punto tal, que a hombres como Reny Otolina y Alí Primera los veto no sólo en su canal; sino en la televisión venezolana. Ningún medio ni ningún político protestó por esos abusos y atropellos a la libertad de expresión… era demasiado peligroso enfrentar la furia de Granier.

Los funcionarios públicos de alto nivel le rendían pleitesía y temblaban ante sus arrebatos de ira. Bastaba la amenaza de dedicarles un par de editoriales para ponerlos de rodilla.

Los partidos políticos, por su parte, estaban obligados a incluir candidatos a diputados y senadores, incondicionales de Marcel; mientras que no pocos ministros fueron nombrados por este personaje.

Como zopilote, alimentó su poder con la inmundicia. Los abusos, la corrupción y los crímenes de la cuarta república fueron alimento para sus arcas y poder. Crímenes como los del Caracazo, Amparo y Yumare, llenaron de dolor al pueblo venezolano, pero representaron excelentes negocios para Marcel.

Sus pautas publicitarias crecieron en la misma medida que se giraron instrucciones para que RCTV no hiciera, en cada una de esas oportunidades, una campaña en defensa del derecho a la vida, como la que hoy realiza en "defensa de la libertad de expresión".

Marcel no respetaba (ni respeta) ley alguna y nadie se ha atrevido a condenarlo. Con las leyes que prohibían el tráfico de drogas, la publicidad de bebidas alcohólicas, la proyección de pornografía y la violencia en horario infantil, se limpió el trasero cada vez que se le antojó; y aún hoy sigue haciéndolo con la ley Resorte y la que penaliza el vilipendio.

Ni aún la decisión soberana del pueblo de quitarle respaldo a los socios políticos de Marcel y enviar al cesto de la basura todo lo que olía a cuarta república, restó poder a este genio de la manipulación.

Se alzó contra el pueblo y su gobierno y logró derribar este último. Por corto tiempo, es cierto, pero no fue tocado ni con el pétalo de una rosa.

En una clara demostración de poder, nuestro personaje organizo, promovió y financió, junto con otros, el sabotaje petrolero, las guarimbas, la fuga de dólares y el sainete de Altamira; sin pasar siquiera un cuarto de hora en una comisaría.

En resumen, puede afirmarse que el esposo de la dueña de RCTV, tenía y tiene poder; pero le llegó su domingo. El 27 de mayo se vence la concesión del canal y el gobierno venezolano decidió no renovarla.

Sin esa concesión Marcel no le mete miedo a nadie, sus editoriales y campañas destinados a intimidar funcionarios ya no seguirán brindándole beneficios, el poder de convocar masas a través de sus manipuladas campañas desaparecerá, y como si fuera poco, una muy buena cantidad de millones se van con la concesión.

Por fin comienza a enterarse de que él no puede ser más poderoso que un Estado, por muy encumbrado que sea el apellido de su esposa.

Esa realidad lo tiene al borde de la locura. Nadie pierde tanto poder y dinero de un plumazo y se queda como si nada.

Lucha desesperadamente por preservar su negocio y privilegios y aún tiene la habilidad para conseguir algunos pendejos que creen que la lucha es por la libertad de expresión, por la democracia y porque el pueblo venezolano dejará de ver ese adefesio que llaman la Rochela.

Alexis Arellano



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