“Con los muertos no se meta”, decía el viejo. Muchos menos con el recién extinto canal que tanto daño hizo para la sociedad y tanta plata para los bolsillos de Marcel Graniel. En este luto de Rctv, no logra entenderse cómo algunos periodistas y personas que difieren todo con las políticas del presidente Hugo Chávez, se encuentran gimiendo sus últimas lágrimas y balbuceando maltratos a la libertad de expresión.
Se les acabó la mantequilla, se les acabó un poder que pésimamente fue usado para propinar un golpe de estado, se les acabó un poder que usaban para chantajear y conseguir contratos con el gobierno, un poder que mucha veces fue utilizado para evadir los impuestos, un poder donde a cuesta de tetas, traseros y movimientos de cadera atraparon a todos, un poder que fue utilizado con el único fin particular y donde muchos de sus propios empleados fueron “exprimidos” hasta la médula.
Rctv expiró y en medio de su ida lanzó sus últimas maldiciones contra una medida soberana que busca enderezar la carga comunicacional que antes estaba en manos de una sóla persona: Graniel. Rctv, que durante décadas cautivó con sus programaciones mediocres, banales, paupérrimas, y de concursos donde lo atractivo era el carrusel de hilos y tangas, se irá para el servicio de cable o satelital, es reducido, pero allá estará esa ventana para los seguidores del mal gusto, de la porquería, de la caca audiovisual.
Rctv, que “estiró la pata”, servirá de antimodelo, servirá como el camino que no hay que regresar sino avanzar en una Teves que sea edificante, que nos muestre a todos por igual, que los más humildes no sólo sean muestras de burla sino que compartamos esas variadas y ricas expresiones artísticas, culturales, musicales, gastronómicas, deportivas y más que nos ahcen grande como pueblo, como país.
Rctv, que en paz descanse.
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