La derecha y sus hijos con síndrome de abstinencia

Nunca antes un valor abstracto y confuso, como es la libertad de expresión, fue tan furibundamente defendido en país alguno por un sector minoritario de la sociedad. Llegamos entonces a la obvia conclusión: los niños y niñas de la derecha que hoy protestan “espontáneamente” en algunas callejuelas cercanas a sus privilegiados ecosistemas, no defienden ninguna libertad -su espíritu no llega a tanto- a no ser la libertad de drogarse con los medios/partidos/droga de su preferencia.

Inoculados desde siempre por los aparatos ideológicos de la clase dominante en difusión y construcción de su hegemonía –familia, escuela, medios, iglesia-, los hijos de la derecha sufren hoy una doble agonía: el agobio de una tiranía que no reprime, ni mata, ni coarta y la ausencia de su nana ideológica, RCTV, extinta –todo tiene su final, nos dice Lavoe- por falta de concesión.

Cortada la línea de distribución de su droga, se sucede entonces el natural síndrome de abstinencia, definido por Wikipedia como “el conjunto de síntomas que afectan a un individuo cuando se ve privado bruscamente de algún tóxico o droga que anteriormente había consumido con regularidad y de la que tiene dependencia física. Tanto la calidad de los síntomas, como su intensidad y duración, dependerán del tipo de droga al que nos refiramos, del tiempo que la persona lleve consumiendo la sustancia, así como también de su estado físico y psicológico en el momento de la abstención. Los efectos de la abstinencia suelen ser paradójicos, es decir, contrarios a los que produce su administración”.

Con 53 años de emponzoñamiento de almas, y un juego de lágrimas previo que los llevó al paroxismo, los tvadictos sufren los efectos contrarios de la droga: si “Loco Video Loco” los llevaba a un estado de éxtasis con descerebramiento, una especie de lobotomía exquisita, su ausencia desata las furias fascistas contenidas, que aguardaban “el zarpazo del régimen” para salir a la calle a cargar piedras de un lado a otro, como si de trabajos forzados se tratara.

Cualquier acto cotidiano dispara los mecanismos de la locura: al cepillarse los dientes de arriba hacia abajo, la extraña figura de Popy, asociada a la época de iniciación como dependientes en su niñez, asalta los atribulados cerebros, y los compele a exigir que el extinto canal vuelva a estar allí, a la mano, cual jeringa, en el segundo botón de su control.

No les basta a los hijos de la derecha (o a los desclasados que se colean) con cambiar de droga, ni siquiera con un traficante tan metido en su adicción como Alberto Federico Ravell y su Globoheroína, que se manda un pase y pide el pase al aire para retar a la tiranía a que dispare a su pecho, cual Tony Montana en la escena final de Caracortada. Pero lo intentarán. Sobre la pantalla plana de vidrio se mezclan la heroína de Ravell y la cocaína de Marcel, y forman una fila lista para ser inhalada por los hijos de la derecha, en defensa de la libertad de hacer su “viaje” más profundo, cuya letanía desaforada se nos vuelve conocida: ¡con mis (hijos, escuela, iglesia, comida, medios, novelas, Marcel, PDVSA, militares, carros, gasolina, armas, casas, yates, viajes, pasaportes, cédulas, clase social, esclavos, país, EE.UU., Bush) no te metas!

Chávez nos devolvió el país. Que alguien les devuelva a ellos la cordura.


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Rafael Boscán Arrieta

Periodista y Docente universitario

 boscan2007@gmail.com      @raboscandanga

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