Parece injustificable la pretensión de algunos intelectuales derechistas de inscribir en la tradición de las luchas históricas del movimiento estudiantil venezolano a las recientes acciones de un sector estudiantil cuya identidad estriba más en el carácter reactivo de una pequeña burguesía sin perspectivas, que en una posición política definida, con fundamentos doctrinarios y cohesión programática. El autoproclamado apoliticismo de los estudiantes de la clase media que se alinearon con los intereses de un oligopolio mediático, bajo la bandera de la libertad de expresión; la ausencia de un "proyecto de país", tal y como con inexplicable orgullo proclamaran estos estudiantes en la Asamblea Nacional ; la absoluta ausencia de objetivos claramente definidos, como no fuera, nuevamente, el retorno al aire de RCTV; todos estos elementos que se desprenden del discurso público asumido por los voceros de la protesta "estudiantil" de Mayo, y sintetizado en la pobre proclama leída ante la AN , sentencian la enorme lejanía histórica de esta protesta pseudoestudiantil con las tradiciones de lucha del movimiento estudiantil venezolano. Éstas siempre estuvieron en sintonía con el gran movimiento cultural de la Reforma Universitaria , iniciado en Córdoba, y luego profundizado en la perspectiva revolucionaria del Mayo Francés, con el intento de renovación que fue sofocado en sangre por los militares en 1969: sus banderas no fueron las del elitismo conservador, sino las de la democracia popular universitaria; su clasismo se identificaba con los trabajadores y las mayorías populares, no con la burguesía propietaria de medios de producción, entre ellos los medios de comunicación; su marcada vocación antiimperialista y anticapitalista aglutinaba a todas las corrientes de la izquierda, nunca convocó a aquellos grupos reaccionarios que recientemente utilizaron el disfraz estudiantil para sus movilizaciones y sus acciones de choque. Siempre fue un movimiento estudiantil que asumió la política con dignidad, valentía y autonomía, no fue un parapeto que se escudara en un supuesto apoliticismo para esconder las auténticas motivaciones de sus marioneteros, y su propia irresponsabilidad.
La rebelión de los teletubbies terminó como comenzó: por órdenes teledirigidas a su entraña mediática. Tan fugaz como inútil, esta protesta no dejó saldo organizativo alguno, no hizo el menor aporte a la discusión política nacional o contintental, no apuntó a sacudir la estructura de poder en nuestra sociedad, pues nunca asomó algo parecido a una crítica estructural. Sus reivindicaciones se enmarcaban en el metabolismo del mercado capitalista: en el discurso ante la AN confesaron que la libertad que defendían era la posibilidad de escoger qué consumir.
El sifrinismo participativo del que hablara Luis Britto García, sí tuvo éxito en atraer la atención hacia la ensombrecida universidad venezolana, y subrayar la necesidad de atender a la deuda histórica que esta institución mantiene con nuestra sociedad.
Para el auténtico movimiento estudiantil, el que poco a poco se reagrupa después de casi dos décadas perdidas, los retos siguen siendo los que históricamente le distinguieron y forjaron su identidad: la lucha por la democracia universitaria, la que profundice el cogobierno y el poder de la asamblea; por un modelo universitario popular abierto a la sociedad y comprometido con ella; por la superación de los actuales niveles de división del trabajo en la universidad, la inclusión de empleados y obreros en la vida espiritual de la comunidad universitaria; por el rescate de la autonomía de la universidad respecto de los valores e intereses de la clase dominante, para poder cumplir con la misión de buscar la verdad que nos hará libres, y el conocimiento de la realidad que nos permitirá transformarla hacia un nuevo orden de justicia.