No hay final feliz
Un sector del mercado farandulero mexicano celebra 50 años de impunidad televisiva [1] al servicio de la alienación de masas. Y no es para menos, ellos celebran que se han enriquecido, legalmente, durante cinco décadas, a costa del trabajo de miles de técnicos, maquillistas, escenógrafos, camarógrafos, vestuaristas, actores y dramaturgos… Los dueños de la televisión celebran su permanencia rentable en los espectros radioeléctricos usufructuando para bien privado los espacios de propiedad social. Ellos festejan a golpes de orgullo monopólico su éxito en las refriegas comerciales que, mientras llenan las cuentas bancarias de los dueños, narcotizan las cabezas de los usuarios. Los gobiernos peleles santiguan el festín de los buitres mercadológicos y publicísticos. Las iglesias cómplices echan una misa, generosa en doble moral, y cobran diezmos diversos.
TELEVISA a la cabeza de los festejos se abroga la maternidad de un género audiovisual, -producto le dicen- infestado de sensiblería rentable y vulgaridad sublimada a costo de raiting. Se abrogan el éxito de un "género narrativo" dedicado a convertir en epopeya la mediocridad cursi del imaginario burgués entrenado para subestimar la inteligencia de los pueblos. Los dueños de los monopolios televisivos echan campanas al vuelo para convencernos de que son ellos los autores geniales de un fruto literario majestuoso que pasa por televisión y arroja dividendos incalculables. Especialmente para el fisco.
A la burguesía fabricante de telenovelas los usuarios sólo le sirven como decorados que aplauden y piden autógrafos. Los dueños de la "tele" abren sus alas y se pavonean sin recato ante el espejo de las lisonjas monetarias. Es lo único que les importa. Se esfuerzan en convencernos de su genialidad artística y su generosidad muy mexicana. Los siniors y los juniors se esfuerzan para que, de un modo y mil, agradezcamos que no se lleven sus inversiones a otros mercados más seguros… que les agradezcamos que sigan proveyéndonos con la basura audiovisual más costosa del mundo. Total todo es negocio gracias a la explotación de los trabajadores que hacen la pantalla delante y detrás de las cámaras. Total todo se arregla con la magia del tráfico de influencias capaz incluso de promulgar leyes a modo, políticos a modo y presidentes a modo… Los dueños de la "tele" quieren incluso que agradezcamos a los ejecutivos juppies, obligados a trabar relaciones con la corrupción política y económica, que nos protejan de todo con su manto ideológico burgués que destila sus néctares entre capítulos de telenovelas.
Contra la alienación: una Corriente Internacional de la Comunicación hacia el Socialismo
Esta celebración de 50 años de monopolios telenoveleros nos da la oportunidad esplendida de reiterar todas las convocatorias al combate contra la alienación. Nos ayuda a clarificar tareas en un escenario de la lucha de clases donde, a veces, cuesta mucho hacer visibles las tácticas y estrategias burguesas para el sometimiento de las conciencias. La celebración de esos 50 años es un norte claro para una clase social organizada y en lucha contra el capitalismo. Nos indica que debemos estudiar, con las herramientas científicas más avanzadas, la manera de expropiar todas las herramientas de producción comunicacional –incluso- para ponerlas al servicio de la liberación objetiva y permanente de los cuerpos y de las cabezas, de las panzas y de las ideas.
No es un pecado que a algunas personas les guste ver telenovelas. Muchos trabajadores disfrutan el trabajo de los actores y de los técnicos sin que eso signifique estar de acuerdo con su explotación y con el uso monopólico mafioso de los mass media. El propio género "telenovela" aun no ha desarrollado sus mejores posibilidades porque esta secuestrado en manos de los mercachifles oportunistas que lo usan para vender basura y fetiches capitalistas. Muchas personas disfrutan de las historias y, por momentos, los dramas logran niveles excepcionales sólo gracias a que hay trabajadores de la escena que hacen hasta lo imposible por ganarse un lugar en la memoria de los televidentes, incluso porque eso les asegura más trabajo y porque así buscan retrasar el momento en que serán desechados cuando no sirvan más al capricho del los jefes. Sin jubilación, sin protección. Como pasa tantas veces a los trabajadores del espectáculo.
Esta fiestesita burguesa que celebra 50 años de telenovelas haciéndonos creer que es todo suyo el mérito de hacer telenovelas y que el trabajo de miles de personas, a lo largo de cinco décadas, es propiedad privada de la empresa de televisión, pone en claro dónde y cómo hay que luchar a estas horas. Desde todos los frentes, a todas horas, con todos los recursos que tengamos y con los que consigamos gracias a nuestra inventiva y trabajo. No habrá manera de modificar el uso que se hace de los mass media si no se produce una revolución social desde abajo y hasta la conciencia más profunda. No habrá modo de suavizar discursos, de reconciliar clases, de humanizar la miseria y la barbarie. Es preciso debatir, aprender y disponerse a la expropiación de todos los medios bajo control obrero… y es inexcusable estudiar, experimentar, planificar e impulsar el nacimiento de ideas nuevas, narrativas nuevas y experiencias de comunicación revolucionaria. No esperar a que el capitalismo se corrija, se haga "bueno" por milagro, como en una telenovela, porque el capitalismo no tiene "final feliz". La Guerra Simbólica está a la vista y pasa, también, por la "tele".
[1] MEXICO DF (Reuters) - Después de océanos de lágrimas y generaciones de "primeros planos," el grupo mexicano Televisa celebró el jueves el 50 aniversario de la producción de su primera telenovela, el género melodramático que ha llevado a las pantallas de buena parte del planeta.