Robert Ménard,
el secretario general de la organización parisina Reporteros Sin Fronteras
(RSF) desde 1985, es un personaje sumamente mediático que pretende
defender “la libertad de prensa” y se encubre con un discurso humanista
bastante apreciado por la opinión pública. Gracias a la colusión
de los medios, Ménard se ha convertido en un personaje ineludible en
el mundo de la prensa.
No obstante,
sus acciones no suscitan la unanimidad. La flagrante falta de imparcialidad
de la que da pruebas RSF ha sido estigmatizada muchas veces. La organización
francesa, financiada por corporaciones económicas y financieras así
como por Estados Unidos, como reconoció públicamente su secretario
general, ha llevado a cabo campañas mediáticas curiosamente similares
a la agenda política de la Casa Blanca. Así RSF, con el pretexto de
defender la libertad de prensa, se ha ensañado reiteradamente con Cuba
(1), apoyó el golpe de Estado contra el presidente venezolano Hugo
Chávez en abril de 2002 (2), aprobó implícitamente la sangrienta
invasión de Iraq en 2003 (3) y legitimó el golpe de Estado contra
el presidente Jean-Bertrand Aristide en Haití (4). Ahora, RSF lleva
a cabo una campaña mediática espectacular contra China y los juegos
olímpicos de Pekín (5).
La proximidad
ideológica entre RSF y la administración Bush es evidente hasta el
punto de que uno se pregunta cuáles son realmente los verdaderos objetivos
de Robert Ménard. Los escándalos de Guantánamo, Abu Ghraib y las
cárceles secretas de la CIA a lo largo y ancho del mundo han demostrado
que las tropas estadounidenses no vacilan en utilizar la tortura para
conseguir sus propósitos. El conjunto de la comunidad internacional
ha condenado unánimemente estos métodos inhumanos e injustificables.
En octubre
de 2006 el Congreso estadounidense dio paso y aprobó un proyecto de
ley que legaliza la tortura, en flagrante violación de los principios
mismos de la democracia. La mayoría republicana así como varios demócratas
electos de la Cámara de Representantes y del Senado autorizaron el
uso de pruebas conseguidas bajo tortura contra el “combatiente enemigo
ilegal”. El texto, titulado “ley de comisiones militares, 2006”,
reconoce la existencia de tribunales secretos para juzgar a cualquier
extranjero sospechoso de atentar contra los intereses de Estados Unidos.
El reo no podrá disponer de un abogado ni conocer los cargos que pesan
contra él. Además, las pruebas presentadas en su contra podrán permanecer
secretas. Por supuesto, podrá también estar detenido sin derecho a
reclamar ser presentado ante un juez, y todo ello indefinidamente. No
podrá denunciar la ilegalidad de su detención ni las torturas de las
que haya sido víctima (6).
La ley también
confiere al presidente estadounidense “la autoridad [para] interpretar
el significado y la aplicación de las convenciones de Ginebra”, que
prohíben la tortura. Éstas no podrán invocarse “como fuente de
derecho ante ningún tribunal de Estados Unidos”. La sección V de
la legislación estipula que “nadie podrá invocar las convenciones
de Ginebra ni ninguno de los protocolos en cualquier acción de habeas
corpus o cualquier otro acto civil o diligencia judicial en los cuales
Estados Unidos, un funcionario en activo o no, un empleado, un miembro
del ejército o cualquier otro agente de Estados Unidos forma parte
como fuente de derecho”. Además, “ningún tribunal, ningún juez
tendrá el poder de escuchar o tomar en consideración una demanda en
asignación de habeas corpus que introduce un extranjero (o en su nombre)
que está o ha sido detenido por Estados Unidos y que ha sido considerado
como correctamente detenido como combatiente enemigo o pendiente de
esta calificación” (7).
No sólo esta
ley liberticida, de esencia totalitaria, representa una amenaza para
cualquier ciudadano del mundo que no se beneficia de la nacionalidad
estadounidense, sino que otorga una impunidad total a los responsables
de tratamientos crueles, inhumanos y degradantes. La Unión Europea
y Francia en particular han mantenido un silencio escandaloso con respecto
a esta legislación. ¿Qué hubiera pasado si China, Cuba, Irán, Rusia
o Venezuela hubieran adoptado semejante ley? ¿Quién puede aún hablar,
en referencia a Estados Unidos, de modelo de democracia?
Durante el
programa de radio“Contre-expertise” presentado por Xavier
de la Porte en France Culture el 16 de agosto de 2007, de 12:45 a 13:30h.,
Robert Ménard, el autoproclamado defensor de los derechos humanos y
los periodistas, siguió los pasos de su mecenas y legitimó el uso
de la tortura, pronunciando palabras extremadamente preocupantes. Evocando
el asesinato del periodista estadounidense Daniel Pearl, subrayó que
era legítimo torturar a los sospechosos para salvar la vida de inocentes,
retomando la argumentación de las más espantosas dictaduras y, desde
luego, de la administración Bush (8).
Ménard va
más lejos ya que legitima incluso la tortura contra los miembros de
las familias de los secuestradores, o sea contra inocentes. “Si mi
hija fuera secuestrada, no habría ningún límite, se lo digo, se lo
digo, no habría ningún límite para la tortura”. He aquí un extracto
de las palabras que pronunció el secretario general de RSF:
“La policía pakistaní secuestra a las familias, me oyen, a las familias de los secuestradores y tortura a estas familias de los secuestradores para conseguir informaciones.
Van a conseguir informaciones. Llegarán demasiado tarde para salvar a Daniel. ¿Saben cómo fue degollado y en qué condiciones...?
¿Dónde nos detenemos? ¿Aceptamos esta lógica que consiste en… ya que podríamos hacerlo en algunos casos “ustedes secuestran, nosotros secuestramos; ustedes maltratan, nosotros maltratamos, ustedes torturan, nosotros torturamos...?”.
¿Qué justifica...? ¿Acaso para liberar a alguien, podemos ir hasta allí? Es una verdadera pregunta.
Eso es la vida real, es eso, lo que acaba de decir François: ya no estamos en las ideas, es la guerra, ya no se trata de principios. Yo no sé qué pensar. Porque esto ocurre a Marianne Pearl, no digo, no digo que se equivocaron porque ella pensó que era adecuado hacerlo, que había que hacer eso, que había que salvar a su marido, estaba embarazada... por el bebé que iba a nacer, todo estaba permitido.
Y había que salvarlo absolutamente y si había que arremeter contra cierto número de personas, había que arremeter contra cierto número de personas, arremeter físicamente contra ellos, entienden, amenazándolos y torturándolos, aunque tengamos que matar a algunos.
No sé,
estoy perdido, porque en algún momento no sé dónde hay que detenerse,
dónde hay que poner el freno. ¿Qué es aceptable y qué no es aceptable?
Y al mismo tiempo, para las familias de los que fueron secuestrados,
porque muchas veces son nuestros primeros interlocutores, en Reporteros
Sin Fronteras; legítimamente, yo, si mi hija fuera secuestrada no habría
ningún límite, se lo digo, se lo digo, no habría ningún límite
para la tortura” (9).
¿Cómo se
puede pretender que se defienden los derechos humanos cuando se justifica
una práctica tan abominable e inhumana como la tortura? ¿Qué queda
de la credibilidad de Robert Ménard y Reporteros Sin Fronteras –los
dos están tan íntimamente vinculados que es imposible de hecho disociarlos–
cuando legitiman lo injustificable? El secretario general de RSF mostró
su verdadero rostro. No defiende la libertad de prensa sino las prácticas
odiosas de la CIA. Pero, ¿acaso es sorprendente cuando se sabe que
es financiado por la National Endowment for Democracy (10), que no es
más que una oficina pantalla de la Agencia según el New York Times?
(11).
Revisado por
Caty R.
Notas
(1) Salim Lamrani, «Reporteros Sin Fronteras
y sus contradicciones», Rebelión, 27 de septiembre de 2006, http://www.rebelion.org
(2) Salim Lamrani, «La guerra de desinformación
de Reporteros Sin Fronteras contra Venezuela», Rebelión, 6
de febrero de 2007, http://www.rebelion.org
(3) Reporteros Sin Fronteras, «Irak
– rapport annuel 2004». http://www.rsf.org/article
(4) Reporteros Sin Fronteras, «La
liberté de la presse retrouvé : un espoir à entretenir», julio de
2004. www.rsf.org/article.php3?id
(5) Reporteros Sin Fronteras, «Pékin
2008. Chine: La plus grande prison du monde pour les journalistes et
les internautes», sin fecha. http://www.rsf.org/rubrique
(6) Michel Muller, «Quand Washington
légalise la torture», L’Humanité, 16 de octubre de 2006.
(7) Ibid.
(8) Jean-Noël Darde, «Quand Robert Ménard,
de RSF, légitime la torture», 26 de agosto de 2007, http://rue89.com/2007/08/26
(9) Ibid.
(10) Robert Ménard, «Forum de discussion
avec Robert Ménard», Le Nouvel Observateur, 18 de abril de
2005. www.nouvelobs.com/forum
(11) John M. Broder, «Political Meddling
by Outsiders: Not New for U.S.», The New York Times, 31 de marzo
de 1997, p. 1.
Salim Lamrani
es profesor, escritor y periodista francés especialista de las relaciones
entre Cuba y Estados Unidos. Ha publicado los libros:
Washington contre Cuba (Pantin: Le Temps des Cerises, 2005),
Cuba face à l’Empire (Genève: Timeli, 2006) y
Fidel Castro, Cuba et les Etats-Unis (Pantin: Le Temps des Cerises,
2006).