Altagracia de Orituco fue conocido en el mundo por un hecho trágico que hoy solo recordamos como anécdota de lo cotidiano según los partes de información de las empresas privadas de información venezolanos e internacionales, de otra manera hubiera seguido siendo una toponimia curiosa a lo mínimo y desconocida en toda la extensión de la palabra.
Cuatro asaltantes de bancos y unos medios que buscaban con afán perverso desenlaces que agrandaran los titulares del día, así como Venezuela o cualquier país del mundo es conocido sólo cuando ocurre un terremoto, un sunami o un hecho bochornoso de impacto noticioso .
Es la guerra informativa que agrietan la tranquilidad y paz de los pueblos, solo de esa manera es cuando estas poblaciones se conocen al ojos del ciudadano norteamericano, igual como Altagracia de Orituco es reconocido a los ojos de Venezuela, de otra manera son ocultos.
Esa tragedia pasada ocurrida en Orituco que conmociono al país y al mundo especialmente por la duración y desenlace de esa malaventura humana, hoy ya no importa, como no importa el estado deplorable de las carreteras que conectan esta población con el resto del país, ni tampoco la recuperación de las cuencas hídricas con el plan de reforestación sobre los bosques al norte del río Orituco que con esfuerzo ese pueblo consolida.
Jesús Rívas, productor agropecuario lee con asombro los titulares de las ultimas noticias referidas al caso, la curiosidad y el contagio colectivo le concentran por momento la atención en el suceso más impactante en la historia reciente de Altagracia, de donde es oriundo.
Sin embargo el camino a su sembradío de lechosa, distante a unos 30 kilómetros de la ciudad y el estado de la carretera le devuelve a su verdadera realidad, y el compromiso de pago de su crédito agrícola le confirman el tremendo esfuerzo que debe hacer para mantener su producción y honrar sus pagos al banco prestamista.
Sabe que esa es su principal ocupación y no quedarse mirando los titulares abombados de los medios cuyo negocio pasa por alto la situación deplorable en la que los productores tienen que hacer sus labores y el reconocimiento al trabajo creador de los abastecedores de alimentos que viven en esas llanuras.
Algún tiempo atrás el poeta y periodista venezolano Luís Alberto Crespo lo advertía cuando destacaba la crónica “El país ausente”, ese que no aparece en las páginas de los periódicos ni en las pantallas de televisión salvo que se trata de una crónica policial o un hecho trágico.
Escuchamos a través de RCN la emisora de radio colombiana como se recurría al morbo periodístico y se hacia apología al sufrimiento y al dolor de los rehenes en aquel trágico momento del asalto al banco y como se desacreditaba a un país como Venezuela, donde se indicaba con desparpajo taimado y patrañero que aquí se vive una dictadura.
Toda una montaña de mentiras como que el secuestro es nuestro pan de cada día como si la anarquía se había apoderado de una nación y el desastre era igual o peor que la que una ficción holliwodense esta acostumbrada a producir para confundir con extremos emocionales al espectador.
Los que vivimos aquí sabemos lo que esta ocurriendo, distinto a lo que muestran los medios privados conectados a los consorcios comunicacionales dependientes del Departamento de Estado Norteamericano, trabajando bajo el perfil y propósito de desacreditar a Venezuela, su pueblo y su gobierno.
A pesar de todo ese “país ausente” en los medios, sigue creando, trabajando y hoyando las trincheras de defensa de su revolución igual contra los enemigos internos como de los enemigos externos, tanto como los disfrazados como los descarados a quienes no se les debe dar tregua o perdonar.
aldemarobar@yahoo.es