Más de quinientos periodistas han sido asesinados en América Latina en las últimas décadas. Y seguirán muriendo, porque la derecha extrema del continente concibe de esa manera la batalla contra la verdad y la dignidad. ¿Dónde están los congresos de la Sociedad Interamericana de Prensa, para buscar formas de protección para los periodistas? ¿Dónde están los trámites ante los tribunales de cada país en los que se han sucedido estas muertes… y las diligencias reales en instancias internacionales? La SIP es la asociación de dueños de medios. Entonces correspondería a estas empresas invertir en el resguardo de quienes ejercen su profesión en condiciones de alto riesgo. Dónde estaba la seguridad del reportero norteamericano Charles Horman, ejecutado en el Estadio Nacional de Santiago después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973; de José Tohá, director del diario Las Noticias de Última Hora, ministro de Interior y Defensa de Chile con Salvador Allende, fallecido en extrañas circunstancias después de meses de prisión en la isla de Dawsonde; de Rodolfo Walsh, escritor y periodista argentino, acribillado por 12 miembros de las fuerzas de seguridad el 25 de marzo de 1977; de Pedro Joaquín Chamorro, director de La Prensa de Managua, asesinado a balazos el 10 de enero de 1978; del columnista mexicano Manuel Buendía, muerto el 30 de mayo de 1986, por un disparo a quemarropa; de Guillermo Cano, director de El Espectador de Bogotá, que el 17 de diciembre de 1986 recibió cinco disparos a las puertas del periódico; de Jorge Carpio Nicolle, director del diario guatemalteco El Gráfico, tiroteado y muerto el 3 de julio de 1993; de José Luis Cabezas, fotógrafo argentino de 35 años, quien apareció carbonizado con dos disparos en la cabeza, el 25 de enero de 1997; de Jaime Garzón, periodista colombiano de 36 años, quien recibió, el 13 de agosto de 1999, cinco disparos en la cabeza y el pecho; de Orlando Sierra, subdirector del diario colombiano La Patria de Manizales, asesinado el 1 de febrero de 2002; de Tim Lopes, de la televisión brasileña Globo, asesinado el 2 de junio de 2002.
La SIP no solo no se hace de la vista gorda, con lo cual se convierte en cómplice por omisión de la masacre de periodistas… sino que con la directa explotación de colegas que son pagados con un porcentaje de la publicidad que ellos mismos consiguen, negándoles beneficios sociales que por derecho les corresponden… se convierte en sicario directo e implacable del propio ejercicio del periodismo. Pero en fin los empresarios están defendiendo sus intereses. Lo triste es ver a los colegas a los que se les negó el pago de sus prestaciones en las falsas quiebras de El Nuevo País; a los que les pasó lo mismo en el antiguo Diario de Caracas; a los que botó Globovisión por reconocer la componenda mediática del 11 de abril; a los que recibieron igual trato en RCTV; a los que todavía tienen que hacer de vendedores en la radio para poder cobrar… haciéndole el juego a los verdugo de su profesión.
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