Lo que sucede hoy en la capital de las olimpiadas y en su entorno es interesante para un mundo de inequidad y desigualdad. Un mundo en el cual un 30% aproximadamente consume licor, es decir, unas 2.300 millones de personas. Un mundo en el que casi el 5% de seres humanos que habitan la tierra consumen drogas ilícitas, naturales y artificiales. Un mundo en el que aumentan día a día las producciones de cocaína, mariguana, opio y anfetaminas. Un mundo en el que unos pocos países de los 257 que existen, tienen altos niveles de vida, 15 de ellos, en contraste con los 800 millones que padecen de hambre.
Pero, cada cierto tiempo la economía y la política nos ponen por delante los juegos que hoy se escenifican, o el mundial de futbol, o la copa europea o la copa América, o las grandes ligas, los juegos de invierno para los países del norte, los panamericanos, suramericanos y bolivarianos. Los países invierten en el atleta para su preparación y estos compiten en base a las reglas que marcan las organizaciones rectoras de los deportes. El atleta que haga la marca se convierte en actor de la actividad.
Hoy en Beijing, asisten unos 16 mil de ellos, entre hombres y mujeres y el porcentaje en comparación con los 6.200 millones de seres que habitan el planeta tierra, relativamente no es representativo en números pero para los efectos de la organización y puesta en funcionamiento, es decir, preparación, torneos de clasificación y lo que se maneja en esa gran rueda después de ello, es decir, la asistencia, su vestimenta y equipaje, la estadía, la alimentación, la recreación , el viaje con retorno y los premios que reciben los ganadores del oro, la plata y el bronce, representan inmensas cantidades de dinero que invierten los gobiernos y cuyo mayor monto va al comerciante de bienes y servicios necesarios para que se dé la actividad.
Hasta allí pareciese todo normal pero ese mismo entorno tiene otro de orden político que coadyuva al éxito del juego o tiene la intención de perturbarlo buscando el fracaso del que organiza y el que hoy se ejecuta en la China no escapa a esa diatriba. Esencialmente porque este país, en franco ascenso económico que lo catapulta a la cúspide de los llamados desarrollados no ha dejado de ser el blanco de la mayoría dominante del mundo actual.
En lo interno de nuestro país la acción depredadora de la política oposicionista al gobierno nacional ha llegado a límites no creíbles pero hechos ciertos. Han negado al atleta, al joven, a la generación de oro, como se le ha llamado hasta el hecho de haber cumplido con requisitos de clasificación a 110 venezolanos y venezolanas de 21 deportes que hoy ondean la bandera tricolor y sus ocho estrellas en los escenarios por donde caminan representantes de 204 países más. Es más, un periodista de Globovisión, por nombrar uno, que asistió con gastos pagos por el pueblo, se ha encargado de darle ese tono negativo a la actuación deportiva criolla sin considerar siquiera que los niveles de dificultad para obtener una presea son tan altos que la propia delegación de Estados Unidos se ha mantenido en un segundo lugar detrás de la delegación anfitriona, con un solo atleta, un nadador de condiciones extraordinarias, que ha ganado la bicoca de 8 medallas de oro.
Opiniones de todo calibre de individuos que nunca han jugado siquiera pico pico, que nunca han trotado 100 metros, ni nadado 20 metros, ni agarrado un bate, o un guante de softbol o de boxeo, o montado una bicicleta, ni corrido como emergente, ni visto una piragua o un tatami, o un arco, o una pelota de volibol o de basket y que solo presentan como pergamino, un titulo de licenciados en periodismo con algún postgrado o especialización. Esos personajes utilizan el arma que le es otorgada por la casa de saberes para desnaturalizar el propósito esencial que ellas les indica: informar, informar e informar la verdad y solo la verdad.
Hay muchos elementos que magnificar por sí mismo en el tema planteado y en el que está en juego el creer que tenemos generación de relevo de este país en todos sus aspectos y no el pensar que todo lo que camina bajo la égida de este gobierno revolucionario esta signado por el fracaso. No es así. Esas jovencitas que juegan volibol tienen un promedio de edad de 19 años que comparado con los 34 del equipo norteamericano, por señalar uno, nos permite deducir que en las próximas olimpiadas estarán manejando opciones diferentes a las actuales. Y así, las nadadoras, las judocas, las softbolistas y otros.
Demos al césar
lo que del césar y a esos jóvenes venezolanos, un aplauso que retumbe
en el Olimpo y en los oídos de los insatisfechos, de los egoístas,
de los fanáticos, lunáticos, insensibles de este país que no quieren
entender y aceptar que estamos cambiando y para siempre…