Este individuo tiene una particularidad que le resalta demasiado: que es un cobardón además mediocre y servil hasta más no poder.
Pienso que si su papá -que sí era un hombre honorable y digno- estuviere viéndolo desde su atalaya, debe estar avergonzadísimo por haber contribuido a traer a este mundo un bobón mequetrefe de tan poca monta.
Este fue un tipo que se dio a conocer -luego de haber estado por incontables años al margen de toda clasificación como espécimen- cuando fuera designado (sospecho que por alguna túrbida razón) jefe, creo, de la Oficina Central de Información por el inefable Carlos Andrés Pérez.
Vaya usted a saber, qué razones de peso, que no fueran las de pretender alcanzar fines inconfesables, pudo haber tenido ese otro vergajo para designarlo en tal función, y que lo pusiera en el camino de captar a unos ricachones para fundar lo que hoy es Globovisión: una empresa privada dizque de comunicación, que lo único que da es asco.
Este individuo –es muy claro- la función que cumple (y que es la única además que puede cumplir, por su simplismo patológico), es la de provocar que algún o alguna chavista de pocas pulgas le clave un coñazo en el hocico, para luego correr sangrándole aún la sonrisa al habilitado de la CIA, y poder cobrar la suma que le tienen ofrecida, si acaso lograra alcanzar ese objetivo de guerra.
Lo que no sabe, es que conscientes los y las chavistas de ello, consideran por tanto que él no vale el coñazo, ni muchísimo menos, y que por eso habrá de morirse como provocador a sueldo en grado de frustración histórica.
Y es cobardón, entonces, porque para eso no lo motiva el valor personal ni las ideas, como a su padre, sino su indomable adicción a los dólares corrumpentes.