La Bastilla, esa fortaleza simbólica del poder omnímodo del señorío medieval y su toma por las fuerzas revolucionarias del momento el 14 de julio de 1789 significó simbólicamente el derribo del despotismo. Hay momentos de la histórica en los cuales se hacen necesarias esas conquistas simbólicas: el 19 de abril de 1810 para la revolución independentista venezolana; el asalto al cuartel Moncada para la revolución cubana, por ejemplo, fueron eso, el disparador simbólico que recorre como un corrientazo conmovedor la espina dorsal de los pueblos y los pone en marcha definitiva hacia sus conquistas.
Luego de decenas de años de padecimiento de la acción de los medios de comunicación masivos en manos privadas, este nuevo señorío que como una lápida de plomo aprisiona, se burla y convierte en una triste mascarada la soberanía de los pueblos se hace imprescindible una nueva “Toma de la Bastilla”. Progresivamente, en las alas de las conquistas técnico-científicas, los medios han devenido en un irresistible condicionador de la conciencia de los pueblos. Todo lo inundan, no tienen límites de horario o espacios y puestos al servicio de intereses mezquinos se han constituido en promotores de golpes de estado, guerras civiles, invasiones, genocidios, estupidización de la persona, alentadores de odios, etc.
Bastaría con mirar el papel jugado por los medios de comunicación masiva en los dramas de Chile con el derrocamiento de Salvador Allende; el genocidio étnico de Ruanda; la conformación de la opinión pública para justificar y hasta hacer deseable la invasión de una nación y el genocidio continuado contra el pueblo de Irak, y por último, para no abundar en más detalles, la insoportable manipulación sufrida por el pueblo venezolano que condujo al golpe de estado y genocidio de Abril de 2002, el criminal paro petrolero o el golpe continuado y el odio sembrado en el subconsciente de toda una nación permanentemente amenazada por una chispa que desate un terrible baño de sangre entre hermanos.
La mayoría de las naciones del planeta coinciden –sin que esto alarme a nadie- en que hay sectores de la economía o la vida social que no pueden estar en manos ni extranjeras ni privadas. Así ocurre con los acueductos, el servicio eléctrico, de puertos o de recursos naturales. En Venezuela la actividad petrolera está reservada constitucionalmente al Estado el cual ejerce en nombre de todos los venezolanos la administración de este recurso. A esta decisión llega el pueblo venezolano en ejercicio pleno de su soberanía dada la importancia vital del tema y nadie puede pensar se están conculcando derechos cuando estos son ejercidos precisamente por todo el pueblo.
Esta forma de ejercicio de la soberanía popular sobre un aspecto de su propia vida tiene la forma de Propiedad Social Indirecta. Es decir, PDVSA, por ejemplo, es de todos los venezolanos pero su administración la ejerce por encargo temporal de esa soberanía el Estado venezolano al cual regula, controla y cuya gestión examina, aprueba o desaprueba ejerciendo el voto, expresión absoluta de su soberanía. En el caso de la propiedad privada sobre cualquier ámbito de la vida pública o económica ¿cuál es la legitimidad de origen de sus dueños salvo una chequera grande?, ¿en nombre de cual derecho divino deciden cuatro dueños de medios que el gobierno elegido soberanamente por un pueblo (63% en el caso del Presidente Chávez en la última elección) debe caer y ser sustituido por el que ellos decidan? Ese insufrible e intolerable poder lo han ejercido en nombre sólo del dinero y lo continúan ejerciendo con el mayor descaro.
La propiedad social indirecta de esta actividad dejaría en las manos del gobierno la administración y orientación de este poder y esto, aunque con mucho infinitamente más legítimo que hacerlo en nombre de una chequera podría constituir también un peligro. Podría poner al servicio de una determinada orientación –así sea revolucionaria- todo el poderoso aparato mediático sin opción alguna para la crítica y eso tampoco constituiría una verdadera conquista de la soberanía popular. Propiedad Social Directa es la propuesta. Venezuela tiene 335 municipios; cada municipio constituido por un número determinado de comunidades; conforme a la densidad poblacional de cada municipio las comunas podrían elegir un número determinado de voceros las cuales, en conjunto, constituirían la Asamblea Nacional de Propietarios (ANP). El pueblo venezolano en ejercicio de su soberanía y constituido en asamblea una vez al año examinaría el informe de la Junta Directiva de Medios evaluando y sancionando con su respaldo o desaprobación la gestión al frente de esos medios.
Medios de Alcance Nacional organizados por áreas de interés social: Noticias y Opinión, Deportes, Cultura etc., etc. Del mismo modo cada Estado o región podrían organizar su propio sistema de medios de comunicación masiva con alcance regional garantizando así que quienes estén al frente de estos medios, los mensajes que se envían y en general la política de estos sería conforme al deseo y la voluntad del pueblo. Esta es la única forma en que la humanidad entera debe encarar este delicadísimo problema. Nada ni nadie pueden tener semejante poder secuestrado, es un problema vital al cual hay que hacerle frente. Un Referendo Nacional podría –al modo como se hace con el sector de hidrocarburos- reservar la actividad para la única y exclusiva soberanía popular en la forma de Propiedad Social Directa. Cada gestión, cada programa, cada mensaje sería evaluado por el legítimo dueño del espectro radioeléctrico y los medios para hacerlo efectivo.
La humanidad está obligada a tomar para sí misma semejante poder tanto constructivo como destructivo. El condicionamiento de la mente humana, la fabricación de reflejos condicionados con sus letales consecuencias no pueden estar en las manos de unos pocos para ser utilizadas según sus intereses. Soberanía plena o muerte, ese es el dilema.
¡CONCIENCIA Y COHERENCIA RADICAL!
Nuestras primeras necesidades.
¡VENCEREMOS!
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